Protegiendo El CorazÓn (lady SinvergÜenza) | A.R2

XXV

FREYA

Al internarse al área donde ya se encontraban las demás parejas, esperando los primeros acordes después de hacer una fina reverencia, maldijo por lo bajo.

Tenía tan mala suerte, que después del saludo inicial se escucharon los primeros pregones propios de una sonata de Froberger.

¿No podía ser un minueto?

Tenía que ser precisamente un Allemande.

Que aparte de contacto físico, tenía intercambio de parejas, y un solo donde las damas unían sus manos como si se soportasen, y fuesen las mejores amigas del mundo.

Y para terminar el cuadro sentía demasiadas miradas sobre ella.

No estando precisamente de humor para sobrellevarlo con alegria.

Decidió no prestar atención tras contar y respirar hasta un millón, con la determinación en la cabeza de enfocarse en hacer el círculo danzante con las demás mujeres, en donde sus futuras cuñadas, que para su suerte estaban con sus parejas disfrutando de la exquisita pieza, no desaprovecharon para decirle unas cuantas palabras que dejaban entrever cuan afectuosa era su relación.

Muy unidas, tanto que cuando regresara a Londres las citaría para que fuesen de compras, afianzando la relación.

Un estremecimiento le sobrevino con su sarcástico pensar.

De ninguna manera pasaría eso.

Dejó de darles una importancia que no tenían, pretendiendo con desinterés enterarse de las damas que las rodeaban. Topándose con la mujer del Conde roba prometidas, y Lady Smith.

Que cabía destacar, la última le miraba de una manera demasiado penetrante, aunque la otra no se quedaba atrás, porque si fuese posible hasta le saldrían letreros a sus ambarinos ojos, para nada amigables.

Evidentemente no era muy querida por quitarle a su prospecto de marido, y a la otra por no dejarlo desamparado cuando le quería poner sus espantosas garras encima.

Le devolvió el escrutinio a Lady Smith con fijeza, trasmitiéndole que no era de las que se dejaba vencer tan fácilmente.

Que estaba lista para dar batalla con tal de no perderle.

De Lady Keppel decidió pasar por completo al no verle motivo para seguirle advirtiendo.

La dama en cuestión no era de su agrado, y más después de que con descaro quería volver a metérsele por los ojos a Adler.

Como si aún le perteneciese.

Como si ella no existiera.

Suspiró profundo, para después entregarse a los brazos de su pareja de baile terminando el solo. Para ese momento la miraba con curiosidad, mientras ella solo enfocaba a su prometido que estaba dándole atenciones a la hermanita de este.

Parecía una mujer necesitada de afecto.

¿Qué ocurría con ella?

Solo era un insignificante baile.

Él le sonríe por educación.

Pero, parece que estuviera al lado de la dama más maravillosa de todas.

El muy descarado estaba ignorando su presencia.

Desgraciado.

Se iba a enterar.

—¿Porque no reclamó las atenciones de su prometido, en vez de estar sacando conclusiones probablemente erróneas de lo lejos? —la voz gruesa, y en extremo formal de Londonderry hizo que lo enfocase a la vez que hacia un cruce de manos con un giro, y sus cuerpos volvían a quedar pegados.

Seguramente si no le hablaba directamente, hubiese pasado todo el baile de su existencia.

—¿No sé de qué habla? —se hizo la desentendida —. Me apetecía bailar, y no quise incordiarlo cuando ya había prometido la pieza a su dulce hermanita —otro giro para volver a caer en sus brazos, en donde no notó su ceño fruncido a causa del diminutivo.

—¿Y porque no aceptar la propuesta que seguramente le estaba haciendo Albemarle cuando le interceptó? —lo miró fijamente con fuego renovado en los ojos al escucharle decir tal atrocidad.

Estaba demasiado fiera y susceptible, cosa que ante las palabras con tan poco tacto que implementó de manera sugerente, simplemente no pudo contener su humor.

—Usted, como pocos en esta sala sabe que no sería capaz de hacer algo tan ruin —exclamó con sinceridad sin despegar su mirada de la de este, para después volver a enfocar a Adler que sonreía bobaliconamente con la dama —. Y perdone mi brusquedad con lo siguiente que le voy a manifestar, pero dígale a su hermana que deje de acechar a mi prometido —advirtió viendo como parecían en su mundo.

¿Se había vuelto invisible?

—Mi hermana sería incapaz —refutó en defensa de la pelinegra —. Ella tiene muy claro que es un hombre tomado —si él lo decía.

—¿Y por eso fue a su encuentro en un lugar nada propio de una dama para regalarle miradas coquetas, y lucir su presencia obligándole a que le concediera un baile? —boqueó indignado, a la par que daba el giro correspondiente para volver a quedar de frente.

—Eso me confirma que me buscó para demostrarle que si él podía usted también —argumentó sacando sus deducciones, en vez de refutar, porque dentro de él sabía que Freya hablaba con conocimiento de causa.

Su hermana estaba prendada de Somerset, y pese a su carácter tranquilo permanecía decidida a conquistarlo.

No perdía las esperanzas, ni aunque el intentase quitarle esa idea de la cabeza, dejando que se diera el golpe que la hiciera razonar. No importando el dolor que le pudiese causar.

—Lord Smith… —empezó, pero fue detenida por este.

—James, siempre tendrá la libertad de da hablarme con confianza, Freya —le corrigió para que retomara una intimidad que en el pasado le brindó.

El antaño le llamaba por su nombre de pila, y pese a su cortejo fallido el seguía guardándole aprecio desmedido y algo de devoción.

—James —decidió seguir sus exigencias, encantaba por no haberlo perdido del todo. Pues siempre le consideró un amigo —. Seré clara, porque esto me está incomodando en sobremanera, y no sé cómo sobrellevarlo —necesitaba decírselo a alguien, si no, se ahogaría en cualquier momento —. Estoy que le arranco las manos a su hermana por tocar a Adler, y de paso los ojos por mirarlo más de dos veces con tanto descaro —el Marqués se sorprendió por sus palabras tan severas, pese a que conocía sus alcances —. Pero no se lo tome tan literal, si no se sobrepasa claro está —con esa última aclaración fue entregada a su siguiente pareja sin poder obtener una respuesta.




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