Provócame

PRÓLOGO

 

 

Dicen que los hombres perfectos solo existen en los libros. Ese ha sido mi mantra desde el momento en que mi vida se vino abajo; lo único que me tenía cuerda eran esos libros que me alejaban de mi maldita realidad. Cometí muchos errores, unos que me costaron cargar con la culpa toda mi vida. Era demasiado fuerte para una chica de diecisiete años.

Cerré los ojos sintiendo cómo los gritos de mi madre llenaban mi cabeza, una y otra vez. Esto era más que una pesadilla, todo este mes había sido así. Quería salir corriendo e irme lejos, pero el dinero que tenía ahorrado no era suficiente, además, seamos sinceros, una chica a mi edad no puede vivir sola. Suspiré levantando la vista para observar a mi madre rogarle a su Dios que me perdonara y decirle a Satanás que no me llevara con él, que tenía que existir una razón divina para todo esto. La verdad era que nada podía cambiar lo que ya había pasado.

Ese trágico accidente el veintiuno de diciembre cambió mi vida, nada de lo que hiciera enmendaría las cosas. Esta era mi nueva realidad, cargar con la culpa y la responsabilidad de lo ocurrido.

—¡Deja de gritar! —le dije a mi madre. Cada vez perdía un poco más la paciencia con ella. Este era mi límite de hoy.

—No, Emma, no voy a dejar de gritar ¡esto es grave! Lo que has hecho no tiene perdón divino. Te irás al infierno junto a John, de eso no hay duda, señorita.

—Bueno, pues, espero que el infierno sea divertido porque no puedo cambiar mi realidad, el accidente ya pasó mamá ¿Qué quieres que haga? ¿Regresar el tiempo? Porque si pudiera lo hubiera hecho ¿no crees?

—No puedo creer que no te importe esto, Emma, te desconozco. No puedo tenerte en casa, no ahora. Necesito que te vayas.

—¿Qué? —dije asustada.

Tenía que ser una broma, no podía hablar en serio. Sabía que todo había sido mi culpa, mía y de nadie más. Si mamá me sacaba a la calle, me quedaría sola, sin nada ni nadie. Ahora no necesitaba esto, necesitaba ayuda para superar la pérdida que sentía en el pecho, necesitaba a mi madre, comprensiva dándome su apoyo incondicional. No puede dejarme sola… ¿o sí? Los ojos se me llenaron de lágrimas, ni siquiera tengo la edad suficiente para trabajar ¿Qué diablos cree que voy a hacer?

—¿A dónde voy a ir? —dije sintiendo las lágrimas caer en mi cara.

—No sé, habla con tus amigos o con tu primo Mark. No puedo con esto ahora, Emma.

—¡MAMÁ! —grité dejando que las lágrimas terminaran de salir de mis ojos. Sin esperar a que siguiera con su sermón de mil años, salí corriendo de mi habitación. No podía más con esto.

Tomé el teléfono marcando el número de Camilla Roth, mi mejor amiga. La conocía desde los once años, siempre había estado a mi lado y me apoyaba inmensamente. Era como si nos hubieran puesto pegamento. Un año después de eso conocimos a Anna, ahora las tres éramos un equipo.

—¿Cam? —dije, sin dejar de llorar.

—Ay, mierda. Dime que no te pegó o que enloqueció otra vez, tu mamá está fuera de control, nena.

—No pero preferiría que me pegara, sus palabras duelen mucho más que los golpes —dije, recordando el metal del cinturón de papá. Mamá realmente perdía el control.

Cam empezó una plática muy larga acerca de por qué esto no era mi culpa y cómo tenía que luchar para que las palabras de mi madre no me llegaran al corazón de manera permanente. Dije que sí a todo lo que decía, pero era demasiado tarde, mi alma estaba partida en mil pedazos y no podía hacer nada.

—¿Puedes venir por mí? —pregunté, sabiendo la respuesta.

—Llego en veinte minutos. Trae todas tus cosas, sabes que mamá te aceptará con los brazos abiertos. Deja a la vieja esa que dice que te irás al infierno, necesitas salir de esa depresión.

Ese fue el día en que tomé la primera decisión más importante de mi vida, alejarme de mi madre, de mi padre y del mundo que me rodeaba. Cam y Anna eran mi nueva familia. Terminé mis estudios, trabajando en las noches en el bar de mi primo, él corría un gran riesgo ya que era menor de edad, pero sabíamos cómo mezclarnos a pesar de las circunstancias. Ganaba bastante bien para mantenerme el primer año de universidad en Miami, ahorraba todo lo que podía y tenía una buena beca para estudiar literatura. Miami fue nuestro sueño desde los quince años, las playas eran lo que más me entusiasmaba y no podía esperar para que estos dos años pasaran volando.

No soportaba las noticias y las miradas de las personas. Como si fuera un bicho sobrenatural. Necesitaba alejarme de todo y empezar de nuevo, en un lugar donde no me conocieran.

Dos años después estaba parada frente al mar, sintiendo la arena en mis pies. El aire cálido me pegaba en la piel, como si fuera un buen día de verano. No había nada conocido, excepto por Cam y Anna.

Escuché el grito de Cam de excitación cuando metió los pies en el agua, me llamaba con sus manos muy emocionada. Anna me tomó del brazo para llevarme a la orilla. Metiendo los pies disfruté la gloria de sentirme viva otra vez, de sentirme libre.

 

 

 

 



#101 en Joven Adulto
#2493 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, hot guy

Editado: 24.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.