Proyecto 57romer Apocalipsis

Prólogo: Proyecto 57ROMER

🫧𓇼𓏲𐔌 . ⋮Dedicatoria.ᐟ ֹ ₊ ꒱*ੈ✩‧₊˚🎐

Para todas aquellas personas que hubieran querido saber cómo se desarrollaría un apocalipsis en México.

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Samara Martínez.

El primer grito que escuché no fue el de un extraño. Fue el de mi hermano. La primera señal no fue un ataque, fue un silencio. Un silencio en la radio, en los satélites, en las cámaras de la N.I.R.D; y cuando volvió el sonido, los gritos no paraban de cesar. Dijeron que era una cura. Resulto ser el principio del colapso.

¿Se imaginan pasar tres años en este fin del mundo sobreviviendo? La civilización como la conocíamos había desaparecido. Los Strompers; esas cosas infectadas y violentas, habían tomado el control. Todo parecía un caos allá afuera, no sabíamos cómo derrotar a aquellas amenazas, sólo lo que quería era un lugar al que llamar hogar para mi hermano menor de apenas siete años de edad.

1 de Noviembre de 2032.

Todo comienza en este día; un Lunes. Podría decir que mucho antes, pero la masacre comenzó este día. Tenía diecinueve años, los acababa de cumplir hace nueve meses, todo era normal y tranquilo. No sabía que ese sería el último viaje en familia. Nadie lo sabe nunca. Era el invierno de 2032, el frío parecía flotar sobre el asfalto de la carretera de aquella ciudad del estado de Tamaulipas, México. El aire tenía ese olor a dulzón que sólo aparece cuando la vida todavía no ha aprendido a defenderse.

Íbamos en la vieja camioneta de papá, con los vidrios ligeramente abajo porque a mamá y a mí nos gustaba sentir el fresco y la radio escupiendo rancheras distorsionadas entre crujidos de estática. Jacob dormía en el asiento trasero, abrazando sus colchas que tenía desde bebé, mientras que Lucio se quejaba del frío y por el aburrimiento en partes iguales. Mamá le ofreció en un tono burlón unas de las paletas de hielo que habíamos comprado en una tienda de paso. Jamás pensé que sería la última vez que los vería reír juntos.

Ese día teníamos que ir a mi universidad. Los administrativos habían organizado una convivencia entre todas las carreras de licenciatura. Llegamos con varias bolsas de frituras y paletas de hielo. Se suponía que sería un día soleado y caluroso, así que no podíamos dejar que nada se desperdicié. Entre las frituras había una marca nueva: «puff's». Recuerden... Porque más adelante entenderán porque nunca debió existir.

La mayoría no le prestó atención al nombre. Sólo eran botanas nuevas, algo curioso para probar. Puff's tenían un sabor extraño, pero nadie se quejó. Era un día gris y helado, de esos en los que el aliento se vuelve niebla y los dedos se entumecen incluso con guantes. Las paletas de hielo parecían una mala idea, pero las frituras... Las frituras estaban por todos lados.

El primero en sentirse mal fue Lucio, mi hermano del medio, cabe aclarar que soy la mayor de tres hijos. Lucio empezó a temblar aunque ya hacía frío, su cara se puso pálida y apenas alcanzo a decir que le dolía el estómago antes de caer de rodillas. Pensamos que era por el clima o por comer rápido, pero cuando empezó a convulsionar... Todos dejamos de reír. Nadie lo sabía en ese momento, pero Lucio comenzó todo y lo peor es que nadie pudo detenerlo.

No sabíamos que llevábamos al enemigo en las manos. El virus no tenía nombre en ese entonces. Ni rostro. Ni garras. Sólo un número en clave: 57ROMER. Un gusano microscópico; escondido en una fritura inofensiva.




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