Proyecto Doppelganger

Capítulo 1: A – Adiós Amigo.

 

Las grises nubes del cielo palpitaban con su natural tono verde, amenazando con dejar caer su lluvia acida sobre todo. Observé el cielo preocupado, pero confiaba en el reporte del clima que vi en la mañana lo suficiente, aunque sabía que a veces podía equivocarse.

     En un principio no me preocupé, llevé una mano al bolsillo para buscar algo y no lo encontré. Entonces si empecé a alertarme <Claro, como en el reporte del clima no dijeron nada no traje una píldora> sabía que no había ninguna farmacia cerca, así que la última opción que me quedaba era que mi mejor amigo si hubiera traído una extra para mí.

     Estaba sentado en un banco de madera en mal estado, ubicado en la orilla de una plaza que dejaba mi vista en frente de un colegio, bueno, en realidad era mi vista periférica ya que me concentraba en el código de programación de la laptop sobre mis rodillas. Corría algo de viento frio y el calor que expulsaba el dispositivo era reconfortante.

     –¿Cuánto más se va a demorar? –Me irritaba un poco más y mis ojos cayeron a la esquina inferior derecha de la pantalla, la hora marcaba las 06:45 PM ya–. No puedo creer que tarde más de treinta minutos una reunión, que inútiles. –Y eso también incluía a mi mejor amigo.

     Para mi suerte fue en ese momento que la puerta del colegio en frente se abrió, varios estudiantes de 4to y 5to año salieron con sus uniformes: pantalones grises y camisas blancas con cuellos y mangas azules. No fue difícil encontrar entre todos ellos a Julián, su cabello rojo era bastante llamativo entre los demás. Él se despidió de una chica antes de cruzar para donde estaba.

     Antes de que yo lo encontrara él ya tenía sus ojos en mí, eso me generó un escalofrió incomodo pero lo ignoré. Guardé todo mi progreso del código y apagué la laptop para dejarla dentro de la mochila a mi costado, para cuando me puse de pie él ya había cruzado y estaba a mi lado. –Disculpa que te haya hecho quedar hasta esta hora, la reunión del consejo parecía no acabar más –dijo pasando su brazo derecho por la espalda y agarrándose el otro codo, algo que siempre suele hacer cuando se avergüenza o se disculpa.

     Intenté no mirar al cielo otra vez, pero la posibilidad de una lluvia acida inesperada era alta y me preocupaba solo un poco.  –No me importa, igual avancé en el trabajo de programación mientras estabas allí.

     –Imaginé que por eso aceptaste acompañarme, para avanzar con eso –decía con su típica sonrisa.

     –Y sí. –Le resté importancia–. ¿Qué acaso esperabas otra cosa? –No quería que se hiciera la idea de que lo hacía por él, aunque de seguro ya se habría imaginado esa fantasía.

     –La verdad que no –agregó como si no le molestara el hecho de que lo hiciera menos, hasta llegué a plantearme que le gustaba.

     Acto seguido un trueno se escuchó por los cielos y mi mejor amigo levantó su cabeza. –Ya vámonos, quiero irme a mi casa –le solté con un tono más duro y obviamente él aceptó. Me di media vuelta para empezar a caminar, y claro, Julián me siguió a un costado; su casa no queda en esa dirección, pero siempre me acompaña a la mía antes de ir a la suya.  Aunque yo nunca se lo pidiera.

     Atravesamos la plaza, casi no había pasto verde en el suelo sino que mucha tierra y principalmente todo tipo de basura. Los juegos de metal no estaba en muy buen estado que digamos, y la falta de una capa de pintura era reemplazada por los grafitis de las pandillas de la zona. A un costado del sendero de cemento por el que íbamos los postes de luz titilaban cada tanto, sumado al color gris y un poco verde del cielo el ambiente me recordaba a una película de terror, aunque esas cosas no me dan miedo imaginé que de seguro a mi mejor amigo sí.

     –Apresúrate que igual se te hizo tarde –le dije y ambos aceleramos el paso.

     –Habría que llamar a la municipalidad para que arreglaran esas luces. –Escuchar eso me pareció una tontería, él vive en la misma ciudad que yo y sabe que no harían nada al respecto (a menos que sea época de campañas electorales).

     –Seria en vano –contesté, quizás un poco más seco de lo que yo mismo esperaba. Pero de todas formas si había un silencio entre nosotros él intentaría romperlo con alguna otra tontería y yo debería seguírsela.

     Para antes que me diera cuenta ya habíamos atravesado toda la plaza, que equivalía a una cuadra promedio. No quise preguntarle si tenía una píldora extra para que no pensara que me preocupaba el clima, aunque si quería compensar eso caminando bien rápido. No obstante, para mi sorpresa Julián repentinamente bajó la velocidad de su andar; voltee mi cabeza para mirarlo pero antes de decirle algo noté como sus ojos estaban clavados con miedo a algo en el camino.

     Seguí con la vista su rastro de miedo y me percaté de que en la misma cuadra que nosotros, pero a unos 100 metros de distancia, una figura alta y encorvada caminaba hasta nuestra dirección. Los focos parpadeantes a un costado aumentaban el ambiente de inseguridad a su alrededor. –Esa persona no me da buena espina, mejor vayamos por otro lado –sugirió todo nervioso y miedoso como lo es siempre.

     –¿Viste la hora que es? –le recriminé–. Nos tardamos porque no salías más de tu reunión, me quiero ir a merendar. Solo sigamos y lo ignoraremos, no nos hará nada.

     A pesar de su aparente preocupación de todas formas se acercó a mi lado para seguir, solo que había acortado un poco más la distancia entre ambos. No podía culparlo, es normal sentirse más seguro a mi lado ya que tengo un cuerpo bien ejercitado, y mucho más comparado con el de Julián. Solo que hice eso para atraer chicas y no al miedoso de mi mejor amigo.

     Retomamos nuestro recorrido, aquel hombre ya se encontraba a unos cincuenta metros de nosotros y no me daba la impresión de que nos haya notado, o en todo caso lo hizo y nos ignoró. –Es posible que se largue una lluvia acida inesperada, de seguro solo quiere llegar rápido a su casa –le susurré para ver si así se calmaba un poco.




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