Buenos Aires – Sede Central de la Corporación Onyx.
La oficina se encontraba dentro del gigantesco edificio corporativo, además de eso se hallaba demasiado iluminada y de color blanco, un blanco artificial y carente de vida. Solo predominaba el negro de la madera de un escritorio, el negro de las decenas de monitores industriales y los diferentes tonos de gris de la ropa de cierta mujer.
Se trataba de Evangelina, la Jefa de Onyx Rojo, el sector armamentístico y de defensa de la corporación. Ellos se encargaban de más que solo la seguridad de la integridad y activos de la empresa, se dividía en subgrupos que realizaban diferentes trabajos: como grupos de mercenarios, protección, extracción, etcétera. Y en la cima de la rama Sudamericana de Onyx estaba ella, vigilando y supervisándolo todo con sus decenas de ojos de cristal en frente. Cada una de las pantallas industriales mostraba el video y audio de un lugar importante para Onyx en Argentina.
Ella se encontraba tranquila, dándole un ojo a todo y periódicamente completando informes y llenando papeleo. Fue cuando terminó de darle su firma a una autorización digital que escuchó pasos, el eco de firmes tacones que sobresalían de entre lo blanco. Muy pocas personas irían hasta su oficina en persona y ella sabía bien de quien se trataba ahora.
–Y dime ¿ya estas lista para tu viaje? –le preguntó a la otra mujer que ingresaba a la par que movía su silla para verla a la cara.
La otra mujer, su mejor amiga, vestía una falta negra junto a un suéter azul por el aire acondicionado y por encima de todo su clásica bata de científica. –Eso creo –dijo con una voz algo temblorosa–. Al principio estaba muy nerviosa y ansiosa, pero ahora me tranquilicé más. –Ella trabajaba para Onyx Azul, el lado de desarrollo e investigación. No era la Jefa pero si estaba a pocos puestos de ese.
–Igual solo será por pocos meses, asi que no te preocupes de más. Eso sí, de seguro queda como una buena experiencia. –Evangelina le dio un sorbo al café negro y bien caliente de su vaso, ya tenía la lengua acostumbrada a la temperatura.
Su mejor amiga, que le caía bastante de visita, lo hacía con una excusa que ya le era costumbre; y la volvió a utilizar en este caso. La oficina de Evangelina tenía su propia máquina de café privada, claro que en Onyx Azul también la tenían pero su mejor amiga le daba la excusa de que esa máquina hace un feo café en comparación a esta.
–Lo sé, pero igual no puedo evitarlo. Las náuseas me agarran de solo pensar que iré al laboratorio de las Islas Malvinas. –Ella sacó un vaso de plástico de al lado de la máquina y presionó unos botones para servirse–. Me pone muy feliz pensar que formaré parte de eso, allí se experimenta con cosas maravillosas.
–Y escuché que hace pocos meses ingresaron allí algo muy sofisticado, avanzado y peligroso. Un extraño dispositivo que uno de mis mejores grupos logró obtener en la Ciudad Capital de Salta.
–No me digas esas cosas que me pones la piel de gallina. –Acto seguido un escalofrió agradable le hizo temblar todo el cuerpo y el vaso con café también se tambaleó en su mano.
–Oye Jess.
–¿Qué sucede?
La Jefa de Onyx Rojo se puso de pie repentinamente. –Tengo que ir al baño ¿te puedo encargar esto un segundo? –Su mejor amiga le contestó con un movimiento de cabeza, pero su rostro estaba muy colorado por la vergüenza de esa petición. Ella solo es una científica, y delante de esa oficina tenía todo el control de la seguridad de la corporación y más.
Jess retiró su mano y el café de la máquina, su voz temblaba más por los nervios que por el frio ambiente de oficina. –¿Y podría sentarme en tu silla?
–Claro, se la jefa de seguridad por un rato. –Sin perder más tiempo Evangelina se marchó rápido hacia la puerta que tenía en la pared detrás del escritorio. Aunque el sonido de sus tacones era efímero el eco remarcaba la contundencia.
Claro que su mejor amiga no perdería esta oportunidad y se apresuró en ir a la silla, al momento en que sus glúteos debajo de la falda hicieron contacto con el almohadón no pudo evitar pensar <Pero que agradable se siente> la comparación más precisa que ella sentía era como acomodar su trasero en las emplumadas alas de ángeles bebes <Este asiento, un baño privado y una máquina de café propia, sí que tiene ventajas su puesto>.
Sin embargo, de un cómodo segundo a otro disonante, una extraña alerta surgió en uno de los monitores del escritorio que tenía en frente. La imagen ante sus ojos era similar al grano de un adolescente entre las decenas de pantallas que formarían su blanca piel; esto provocó que su relajamiento acabara de golpe como si los ángeles bebes le escupieran la cara. Solo que no era el momento de preocuparse por eso, su mejor amiga es la Jefa y si le llegaba una notificación directa era porque algo realmente importante estaba ocurriendo.
Jess se sentó con la espalda recta y como correspondía, acercó la silla al escritorio donde se encontraba el único teclado para tantas pantallas. Leyó la noticia. –Al parecer alguien intenta acceder al sistema de… ¿una planta de control eléctrico en Salta? –Eso confundió la mente de la mujer <¿Por qué a Eva le llegaría una notificación tan mundana como esa? Cada provincia del país debería tener su propia subdivisión encargada de ese tipo de cosas> pero entonces le surgió una alternativa.
<Ella dijo que extrajeron de la capital de esa provincia algo extraño, peligroso y avanzado. Sumado a la reciente cantidad de reportes de asesinatos cuyas víctimas tenían marcas de mordidas en el cuello, y sumado a la desestabilización del poder de las pandillas a inicios de año sin duda algo anda mal allí>. Jess no perdió el tiempo en proceder y como la computadora estaba conectándose a su base de datos pudo lograr obtener una forma codificada de la IP de la máquina.
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Editado: 20.03.2024