El cielo estaba tapado por nubes grises, pero a diferencia de otros días la emanación del verde radiactivo de las mismas se redujo al mínimo por lo que las probabilidades de una lluvia acida era casi del 0%, otra perfecta razón para llevar a cabo la fiesta este día. Si se atravesaran las capas de nubes se vería del otro lado como el sol se ocultaba por el horizonte generando que todo se torne más oscuro, las lámparas se encendían en la plaza pero no lograban llegar a iluminarlo todo.
Sin embargo, en frente de la plaza, el gran colegio de dos pisos tenía todas sus luces encendidas. Por cada ventana salía un destello de luz blanca o de múltiples colores acompañados de las fuertes vibraciones de la música. Este efecto dejó hipnotizado a Noah por un segundo cuando el auto que conducía su mamá llegó. –Son las 08:00 PM, te voy a pasar a buscar en tres horas –dijo dándose media vuelta desde el asiento del conductor–. Pero si la estás pasando muy bien puedo esperarte una hora más.
–Está bien. –Asintió con la cabeza Noah.
–Espero que lo disfrutes, todos esos disfraces se ven geniales –agregó su hermano menor sentado al lado, quien insistió en acompañarlo–. No te las olvides. –Acto seguido le pasó un estuche de plástico lleno de flechas falsas.
–No tan geniales como el mío –concluyó para luego bajarse del auto y despedirse de su madre. Esta encendió el motor para regresar a su casa y Noah se quedó en frente del colegio, que si no fuera por sus colores blancos ahora parecería una mansión embrujada.
Para el chico de cabello gris todos los disfraces de las demás personas que veía pasar no estaban mal, pero el suyo sin duda era mucho mejor. Acorde con su ego se había disfrazado de un dios griego, específicamente de Apolo: tenía una falda de cuero amarilla, una sábana roja enrollada atravesaba su pecho en diagonal y para complementar una gema falsa pegada en medio de la frente. Además, también tenía una corona de flores, un arco y flechas de plástico.
Los músculos de su cuerpo, que tanto tiempo llevaba trabajando, le ayudaban demasiado a acentuar el estilo del disfraz. Y lleno de confianza se acercó a la entrada del colegio, donde se pusieron dos mesas con manteles negros, allí Lois y el tesorero del consejo estaban vendiendo las entradas y repartiendo las que se reservaron en la preventa.
–Una entrada, rapidito. –Insistió Noah apoyando su brazo en la mesa y guiñándole el ojo a Lois, esta solo reaccionó con algo de desagrado que pasó resbalado por el cuerpo del muchacho.
–Tenemos un tipo de entrada con el que viene incluido un pancho y un vaso de gaseosa ¿te interesa? –preguntó el tesorero con entusiasmo.
–Eh si, está bien. Así me ahorro la fila de dentro. –Noah pasó su mano por un escáner portátil que había en la mesa y cuando la pantalla se puso verde Lois le dio su entrada especial. –Que la disfrutes –dijo algo forzada.
Al cruzar el umbral del colegio lo primero que destacó fueron las luces parpadeantes que pintaban sombras de colores y danzarías por los pasillos adornados con murciélagos. A medida que Noah avanzaba la melodía festiva se intensificaba, el sonido distante de la música entre risas. Las aulas que deberían estar silenciosas ahora vibraban con la energía de la noche. El suelo cubierto de telarañas falsas y calabazas talladas le generaba ese aire algo tétrico.
Cuando llegó al patio del recreo una gran ráfaga de risas y murmullos disfrazados le envolvieron, el resplandor de las luces multicolores iluminaba todo el lugar de baile improvisado. En medio del lugar las figuras de brujas, fantasmas, seres paranormales, sobrenaturales y de la ficción se movían al compás de la música animada.
Unas ganas grandes de bailar y mover su cuerpo invadieron a Noah, quería moverse en medio de la pista para presumir su cuerpo y disfraz a todos los presentes. Pero no quería hacerlo solo, se quedó presenciando todo un momento antes de sacar el celular de un bolsillo de su falda. Antes de llegar había mandado un mensaje por su grupo de amigos preguntando si ellos ya estaban listos, ahora le acababa de llegar una respuesta de su mejor amigo diciendo que les quedaba muy poco para terminar y se iban a presentar.
Antes esto Noah soltó un bufido. –Por eso no ayudé a armar todo esto –se dijo a sí mismo, no le preocupaba hablar un poco fuerte porque de todas formas la fuerte música le tapaba las palabras–. No entiendo porque ellos insistieron tanto en hacerlo, ahora pasan estas cosas.
Su cabeza se movió de izquierda a derecha analizando todo el lugar, antes de acabar su trayecto se encontró con la mesa en una esquina donde estaban vendiendo los panchos y las gaseosas. Tenía una fila de unas 10 personas y eso provocó una sonrisa en Noah, observó su entrada y decidió acercarse. Con un aire de superioridad pasó a un lado de todos los que esperaban para poder pedir, otro de sus compañeros de clase que estaba atendiendo lo reconoció pero antes de que pudiera decir algo Noah le mostró su entrada.
–Está bien ¿Qué gaseosa quieres? –quiso saber partiendo la entrada en dos y entregándole una mitad.
–Pepsi.
–¿Algún aderezo?
–No, ninguno.
Su compañero asintió con la cabeza. –Ahora te la traigo. –Y se retiró por un momento. Para su suerte no tuvo que esperar ni cinco minutos para que en un plato le trajeran un pancho y en la mano un vaso de plástico con gaseosa–. Aquí tienes, que lo disfrutes.
Noah acercó su mano para agarrar el pancho, pero cuando llevó la otra hasta el vaso se chocó con la de alguien más. Al instante siguió ese otro brazo para saber de quien se trataba y se encontró con otro que parecía sacarle un par de años de edad, su rulado cabello casi como un afro era negro y llevaba puesto un barbijo con los dibujos de un par de colmillos. –Oh lo siento, pensé que era mi vaso.
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Editado: 20.03.2024