Proyecto Doppelganger

Capítulo 37: Infiltración en las Islas.

 

Lunes 17 de noviembre.

 

El despertador a un lado de la cama comenzó a sonar y la mujer no tuvo más opción que abrir sus ojos, a ella le hubiera encantado quedarse durmiendo un rato más pero ya no podía darse ese lujo; tenía que demostrar su responsabilidad y puntualidad. Este era el inicio de su cuarta semana en estas nuevas instalaciones y todavía le costaba adaptarse al cambio de horario, ahora su alarma sonaba mucho más temprano y que se acostara muy tarde (manteniendo su antigua hora de sueño) no le ayudaba.

     Podía sentir como el cuerpo aun le pasaba mucho, le faltaba terminar de cargarse y si se desconectaba ahora toda la energía que fue acumulando se perdería. Pero Jess no tuvo opción, no quería llegar tarde y dar una mala impresión así que en contra de la voluntad de su cuerpo se obligó a despertar.

     Al abrir sus ojos y despejarse rápidamente de las sábanas, para no sentir sus cálidas ataduras, la mujer semidesnuda se puso de pie. El despertador seguía sonando así que lo apagó, este no solo indicaba la hora sino también la temperatura, hacían 5 grados para ser específicos <Que frías son las islas, por suerte no se siente dentro de las instalaciones>.

     Se podría decir que su habitación era completamente blanca, pero eso sería incorrecto. Era más acertado describirla como un conjunto de bloques blancos cuyos bordes eran negros, por lo que en las paredes, el suelo y el techo se formaban esas delgadas líneas negras que daban la figura de cuadrados.

     Un gran bostezo la obligó a abrir su boca y una vez que la cerró presionó un botón que estaba al lado de la cama, un compartimiento se abrió en la pared a su izquierda y del interior ella sacó una bandeja plastificada con ropa dentro, se trataba de su uniforme lavado para hoy. Se cambió la ropa interior por una más limpia y rompió el plástico para colocarse la ropa: una remera y pantalón elásticos y deportivos que se ajustaba a su cuerpo, eran de color negro y cada uno tenía el logo de Onyx. Sumado había una falda gris que le llegaba arriba de las rodillas y una bata de laboratorio blanca.

     Esta vez el mismo botón cambió de color y Jess volvió a presionarlo, ahora en otra bandeja llegó su desayuno, solo que otra escotilla se abrió y también salió un vaso de plástico descartable con agua caliente. La mujer se preparó un té y desayunó tranquila en su habitación a la par que avanzaba un poco en la lectura de un libro de astrofísica cuántica.

     Una vez terminado arrojó las bandejas y los restos por otra escotilla y salió de su habitación, el pasillo que se extendía para ambos lados era como una versión rectangular de la misma, básicamente un lugar casi total de blanco con delgadas líneas que formaban cuadrados. El lugar estaba sin una mota de polvo, al igual que ayer, antes de ayer y en resumen desde que llegó; le daba la impresión de ser un lugar atemporal que solo variaba por la gente que lo cruzaba <Creo que soy la única sucia aquí> pensó al comparar el pasillo con su habitación y el desastre que dejaba cuando comía.

     Observó el reloj que tenía en su muñeca. –Ah, aún tengo veinte minutos antes de que empiece mi turno. Puedo ir con calma. –Y eso fue lo que hizo. Todavía se la podía considerar como alguien nueva por el lugar, de los cientos de trabajadores solo llegaba a conocer a menos de 10 así que no tenía a muchas personas que saludar en su camino.

     Pero eso no le molestaba, todo lo contrario, le fascinaba poder ver a tantas personas tan fanáticas de la ciencia y la investigación como ella. Si apreciaba de reojo a algunos de sus compañeros podía notar cálculos complejos que ella no llegaba a comprender, teoremas de física cuántica, información astronómica y muchas ramas más de la ingeniería <Es impresionante que haya podido llegar hasta aquí. Todavía hay muchos lugares a los que no tengo acceso e información clasificada, y aun así poder trabajar aquí ya me emociona mucho>. Tuvo que contener sus ganas de dar un salto de la emoción.

     –Oye, pensé que hoy también te despertarías tarde –comentó otra voz femenina con acento noruego que la devolvió a la realidad.

     Jess se volteó para verla y se encontró a unas de sus compañeras de sector, una mujer un poco más alta que ella, con un piercing en medio de su labio inferior y mechones de su cabello negro teñido de violeta. –Oh Wanda eres tú. Pasa que ya no puedo seguir llegando sobre la hora, tengo que forzarme a cambiar mi hábito de sueño. –La conocía hace poco pero aun así la respetaba tanto, la había ayudado con algunos errores que tuvo en sus cálculos hace dos semanas.

     –Ya veo, igual se te nota muy cansada ¿Ahora ibas a registrarte?

     –Claro.

      –Yo voy a hacer lo mismo. –Ella se unió a su caminata por el pasillo–. ¿Otra vez te quedaste hablando hasta tarde con Eva?

     La mujer nueva sintió algo de vergüenza por lo predecible que se sentía. –Sí, sin falta todos los domingos hacemos videollamadas. De todas formas la falta de sueño viene del mal hábito que todavía no puedo cambiar.

     Wanda parecía estarla analizando. –Con que es eso, se nota que son muy buenas amigas.

     –Jajajajaja gracias, nos conocemos hace mucho.

     De repente Jess sintió como la velocidad de la mujer que la acompañaba se reducía, pasó el suficiente tiempo aquí como para saber lo que eso significaba y no le resultó muy bueno. –Iba a pedirme uno, si todavía estas cansada también pido uno para ti. –Ambas terminaron deteniéndose en una máquina, era parecida a una dispensadora de café solo que eso no era lo que servía.

     Aquel líquido fue una de las primeras cosas que ella probó al llegar aquí, y podía decir con absoluta certeza que le daban ganas de vomitar. – No gracias –respondió al instante.




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