Capítulo 2
“Hola vecina”
Samantha:
Esto era lo peor que me ha podido pasar en mi corta vida, mucho más que la vez que me llene de piojos en kínder por una de mis compañeras, aún más que todas las veces que me he enfermado del estómago por comer de más, por lo menos las otras veces había un medicamento para curarme, pero aquí no tenía nada, no podía evitar que Maxwell Pierce sea mi compañero de clases y de apartamentos.
Presione el botón del ascensor para subir a mi piso, las puertas estaban cerrándose cuando el pie de alguien se interpuso haciendo que las puertas se abrieran de nuevo, la sonrisa estúpida de Pierce es lo primero que veo al entrar por las puertas, genial lo que me faltaba. Entra al ascensor y se posiciona a mi lado, las puertas por fin son cerradas y un horrible silencio se posa en el ambiente, no era el típico silencio incomodo o relajante que llegas a compartí con alguien, no este era mil veces peor, de esos que se crean cuando las persona que aborreces está cerca de ti.
Tenía mis audífonos puesto, lo que aislaba un poco el horrible silencio, a mi lado Pierce me miraba de reojo sin decir una sola palabra, a un lado de las puertas del ascensor se podían ver que números de pisos faltaban para llegar al mío, por suerte solo faltaban tres y adiós Pierce.
—¿En qué piso vives? — pregunto viendo los números en la placa del ascensor.
—¿Para qué quieres saberlo? — contrataco con fastidio en mi voz.
— Curiosidad, de esa forma ya sé que piso evitar — bromea, me da una sonrisa burlona mientras lleva sus manos a los bolsillos de la chaqueta del equipo, se balaceándose de un lado a otro.
— Muy gracioso. Aunque tienes razón, de esa forma evitare a toda costa encontrarme contigo — digo — Piso cinco ¿Y tú? — espero pacientemente a que me conteste.
— Seis — por lo menos no vivíamos en el mismo piso, al menos puedo tener paz al saber que vive en el piso de arriba.
Ya solo faltaba un piso más para poder irme a mi apartamento y comer mi delicioso almuerzo, muero de hambre.
— Si quieres pasar un rato divertido cuando estés sola o aburrida puedes irme a buscar al piso seis, apartamento 240. Estoy disponible todo el día, todos los días que quieras Samantha — se acerca un poco para susurrar lo último con un tono pícaro en su voz, me giro con una mueca en mi cara. Qué demonios esta insinuando este idiota, acaso cree que me acostare con el cómo las otras chicas de la escuela.
— Ni en tus sueños Pierce — las puertas se abren frente a nosotros, solo suelta una risa antes de lamer sus labios, yo avanzo hacia la salida cuando vuelve a hablar.
— Nunca digas no Samantha, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme — salgo del ascenso, antes de que se cierre por completo hablo:
— Ni que estuviera drogada tendría sexo contigo, deja de ser un maldito pervertido, te lo advierto Pierce, no me provoques. Yo no soy como esas chicas que saltan a tus brazos — dije, este solo amplio aún más su sonrisa y yo le saqué mi dedo de en medio, las puertas se cerraron.
Que se cree ese idiota, ni que fuera el pastel más rico del universo en medio del desierto y aunque lo fuera prefiero morir de hambre antes de probarlo, es un maldito pervertido de primera. Te detesto Pierce.
Me giro para ir a mi apartamento cuando mi vecina de unos setenta años junto a su nieto me observa, la señora Sandra me mira con una expresión de horror mientras tapa los ojos y oídos de su nieto.
— Lo jóvenes de estos tiempos son un caso perdido — murmura al pasar a mi lado aun cubriendo los oídos y ojos de su pequeño nieto de ocho años.
— Lo siento señora Sandra — la señora no dice nada y aprieta el botón del ascensor.
Oh vamos si no fue nada malo lo que dije, no es como si en su tiempo de juventud no haya maldecido a nadie, lo que dije fue algo normal, no es la gran cosa como para hacer un escándalo. Lo único que hice fue defenderme de un potencial pervertido.
Saque las llaves de la mochila para ingresarla a la cerradura, pero al hacerlo esta ya estaba sin seguro, raro pensé, sin más gire la perrilla. Me quite la mochila y la deje en el sofá, en la cocina se escuchó como alguien movía los sartenes.
— ¡Hola! — salude a Clary, esta al escucharme se gira con una sonrisa en sus labios, deja los sartenes en la isla para venir hacia mí.
Clary era mi prima, era mucho mayor que yo, estaba en la universidad y era madre de la cosita más linda de este planeta. Mi prima vive con nosotros desde hace cinco años, luego de que ella se involucró con un tipo que solo quería tener sexo con ella, la dejo cuando se dio cuenta que estaba embarazada, mi tía no la ayudo, al contrario, la corrió de casa y le prohibió la entrada, mi mamá le dio tendió sus brazos y se mudó con nosotros. Ahora ella trabajaba en una cafetería cerca de su universidad que déjenme decirles que prepara los mejores cafés y pasteles de toda la ciudad y estaba a punto de graduarse.
— ¿No se supone que tendrías que estar trabajando a esta hora? — tome asiento en una de las bancas de la isla mientras ella tomaba otro sarten para lavarlo.
— Me dieron el día libre, el dueño cerro temprano porque tiene una cita o algo así logre entender — asentí, el jefe de Clary era un maldito patán además de un explotador, muchas veces fueron las que le dije a Clary que buscara otro trabajo, que no tenía que sopórtalo, pero ella se negó, alego que ese trabajo estaba cerca de la universidad y del kínder.
Una mata de cabellos rubios revueltos apareció del marco de puerta, venia hacia nosotras con su osito de peluche entre uno de sus brazos y el otro frotando sus ojos. Me levante del banco de la isla para ir a su encuentro, lo tome entre mis brazos para besar sus mejillas regordetas. Toby, la cosita más dulce que puede existir en todo el mundo era el responsable de sacar a flote mi parte adorable y cursi, pero es que con solo ver esa carita adorable lograba conseguir lo que quisiera conmigo.