Victoria Adrial: Dedicado a los lectores que han estado desde el comienzo en esta hermosa historia ^•^
Luz...
Cámara...
Acción...
Addison.
De ahora en adelante debería ser apodada: La chica moco.
—¡Achú! —sacudí mi nariz en el pañuelo—¡A…chú!
Ahg… estoy hecha un asco.
Sonreí al verla llegar a donde estaba con una sonrisa decorada en su faz. Me encontraba en el sillón de la sala arropada con manta que me tenía tibiecita y cómoda. Una de las cosas que más me gusta de estar enferma es tener los cuidados de mamá, consintiéndome. En ocasiones, esta era una de las cosas por las que me encantaba ser egoísta. Al menos, cuando se trataba de ella. Su atención y amor solo es para mí y es lo que más me gusta.
—Aquí tienes, hija —me pasó una tasa de café recién hecho y una sonrisa acompañada en su rostro, mi madre. La calidez con la que me trataba es lo más confortante y dulce que existe—Mejor, ¿no?
Hice un puchero con mis labios y pestañe mis ojos de forma adorable.
—Bueno…—inflé mis mejillas y las toqué.—puede que tenga algo de apetito.
Río y negó para después acercar su mano a mi rostro y aplastar mi mejilla. Chillé, dramáticamente, a su acción, aunque solo la aplastó sin lastimarme.
—¡Eso solo funciona con tú abuela, niña! —jaló de mi cachete—Mas te vale no volver a desvelarte en un hospital sin avisar de tu paradero. —Me soltó y con ambas manos tomó mi rostro—No sabes lo preocupada que estaba mi niña.
—Te prometo que no se repetirá. —dije con una palma alzada en el aire—¿Y como reaccionó el ogro de tu jefe?
Ella bufó.
—Él no es eso, Addison. Puedo asegurarte que de serlo no me hubiera autorizado cuidarte hasta que te recuperaras. Además de pagarme mi sueldo sin importar que sean días de descanso. —me atrajo—Así que eso fue lo que hizo el ogro.
No quise decir nada más a eso. Puede que en esta ocasión haya dejado que esté aquí pero no me importa. Ella se ha desvelado y ha viajado por cuestión a ese trabajo. La quisiera tener para mí y no soltarla jamás. Suelo tener estos ataques de niña malcriada y egoísta con mi mamá. No me interesa que puedan llegar a pensar, la amo y debo aprovecharla al máximo.
Nos dispusimos ambas a ver unas cuántas películas de terror. Me fascina el género además de que puedo asustar a mamá. Es divertido ver sus muecas y la forma tan infantil de quejarse para que la cambie.
—¡No voltees! —aconsejó mi madre en un tono grave—¡Lo hizo!
Escondió su rostro en mi hombro del pánico que sentía. Le di caricias a su cabello y mordí mi labio para aguantar la carcajada. Era sin duda una muy entretenida situación con mi madre. Decidí cambiar el programa a un romance cursi que disfrutáramos las dos. Comimos palomitas y dulces mientras reíamos por las ocurrencias de los personajes. Lanzamos palomitas a la tv y bufamos ante la maldad de los villanos al querer separarlos.
—Iré por dulces. —me levanté del sillón y fui a la cocina. Me empiné, apoyada en la barra de la cocina, logrando alcanzar las chucherías. —listo.
Una mano retuve en mi pecho, de la impresión, al ver a mi madre detrás de mi con una sonrisa en los labios. Venía con los tazones donde habíamos puesto las golosinas y otro con las palomitas que estaban acabadas.
—Tu padre te volvió a llamar Ada.
Su comentario era algo que sin duda esperaba que dijera. En parte sabía que le daba gusto que nuestra relación mejorara pero, en sus ojos podía ver temor de perder esa admiración que le he tenido desde que se divorciaron. Podía decir con mucha honra que tenía a la mejor madre, una piel morena clara casi blanca, ojos marrones y muy dulces. Cabello negro largo y listo hasta la cintura. Un cuerpo perfectamente proporcionado y bien conservada para alguien de su edad.
Dejé de echar las papas en el tazón y dirigí mi mirada a ella. Tomé su mano conectado ambas miradas y una sola sonrisa.
—Te sigo viendo igual mamá—sostuve sus manos llevándolas hasta mi pecho —Te has sacrificado todos estos años para que obtengamos una buena vida, pero gracias a ti. Me enseñas que no necesito sostenerme de alguien para ser capaz de algo. —pasé mi dedo indicé por su mejilla—Sin importa que digan los de demás, renunciaste a esa vida de materialismo y frialdad, por amor, —pausé unos segundos y sonreí —a tu valor como mujer.
Me llevó hasta ella, envolviéndome en sus brazos, acarició mi cabeza dando leves caricias de orgullo. Puede ver el esfuerzo y lo duro que ha sido todo para ella. De ser la esposa de un hombre poderoso y con una incalculable cuenta bancaria, terminó trabajando desde cero, como la asistente del dueño de una cadena de disqueras y programas de tv. Le fue muy difícil acoplarse a su empleo, recuerdo las historias que me contaba, antes de dormir, sobre lo difícil y las torpezas que hizo ahí.
Lo que más me gusta es que con el poco tiempo que tiene lo dedica a sus hijos. Mis hermanos ven solo lo que el Sr. White quiere que vean. Pero, claro, con el divorcio no se ha mencionado nada. Ambos al verse solo se ignoran y no se dicen nada, obvio, que al tratarse de nosotros tres discuten al respecto. La noche en la que existió esa discusión por mi no esperaba ver esa reacción en mamá. Pero pude ver claramente que siente un odio acumulado por el Sr. White. No me explico exactamente de qué se trataría pero espero que le encuentre solución. Ella siempre busca hacer las cosas mejores para todos, pero acumular un sentimiento solo te hace sentir peor.
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Editado: 13.06.2023