Proyecto Géminis

Capítulo II —Años más tarde

 

Y los meses pasaron, no sentí realmente el paso del tiempo, es algo curioso de explicar, pero es como si hubiera perdido algo, algo importante, algo que me motivaba. Al principio lo negué, pero ese día perdí su sonrisa. Sin más Amelia desapareció, quisiera ser lo suficientemente fuerte como para decir que no lloré, pero fui lo suficientemente fuerte para afrontarlo.

Lentamente mi mundo que brillaba de distintos colores se inició a opacar, la oscuridad me invadió e incapaz de luchar, sucumbí ante ella. Fueron unos cortos, pero agónicos dos meses.

Extrañamente mis padres tenían planes distintos para mí, sin previo aviso me forzaron a continuar con mi vida, sin tiempo para procesar todo me enviaron a la universidad. No diría que fue complicado abandonar el nido, de hecho, no hay mucha diferencia a como ya vivía, excepto que el lugar es más pequeño.

Los primeros días fueron raros y no estaba donde se suponía debía estar. Inicialmente nos dieron “Un recorrido", realmente nos enviaron a buscar lugares, como el que dice: Ubíquese como puedan. En mis planes iniciales estaba tomarme un tiempo para descansar, con un semestre sabático habría estado bien, pero no se pudo.

En varias ocasiones intenté ir a hablar con el padre de Amelia, pero no obtenía respuesta y al cabo de un año se mudaron. No lo puedo asegurar, pero estoy muy seguro que me evitaba, en ocasiones sentía que debía alejarme, pero no podía, no importaba cuánto tiempo pasaba, volvía a intentar hablar con el señor Arturo.

Imagino que se mudaron por el bienestar de su hijo, fue una sorpresa total saber que serían padres nuevamente, me tomaron tan desprevenido que hui a penas vi al niño. Tal vez todo lo que gritó Amelia aquella noche empezaba a cobrar sentido y eso era lo más me asustaba. Me martirizo cada noche pensando en lo mismo, y no sé por qué, si ya no puedo hacer nada, de hecho, es inútil.

Sin importar cuánto intente olvidarlo, de repente me despierto en medio de la noche y quiero gritar, sacar toda esta frustración, pero no puedo. Mis preocupaciones están lejos de acabarse, no solo la universidad me pone presión, ahora para completar mi hermana da más problemas de lo que soluciones.

No volví a hablar ni con Manuel, Lauren, Felipe y menos el resto de mis compañeros del colegio. Tuvimos una graduación que nunca olvidaremos, en el mal sentido. No puedo mirarlos a la cara, si tan solo hubiera hecho algo antes, el desenlace hubiera sido distinto. 

No entiendo por qué pienso recurrentemente en lo que hubiera pasado si esa secuencia de sucesos catastróficos no hubieran sucedido, imagino distintas realidades y por un tiempo viví a base del “¿Y si?”. Eso me hizo aún más patético de lo que ya era, incapaz de afrontar lo que tenía delante de mi lo ignoré. Ignoré mis propios miedos y a los demás. Aunque nunca me reprocharon nada, quería que lo hicieran y me sentía peor con su compasión.

Solo quería un poco más de su compañía, pero era mucho pedir. Tal vez yo sea caprichoso y egoísta, pero el destino es peor. Y sé que es una estupidez culpar al destino, pero ¿a quién más culpo? Quería culparme, que todos lo hicieran, pero nadie lo hizo. Todos buscamos un culpable, que nos quite la carga para evitar la responsabilidad. Lo peor de todo es que me quedé sin opciones y continué con la monotonía que me exigía mi entorno. Del apartamento a la universidad, al restaurante y luego al punto de partida inicial.

No estaba interesado en hacer amigos, un miedo infundado a que se volvieran importantes para mí y luego tener que decirles adiós me evitó acercarme a las personas.

En este mismo instante me pregunto qué estará haciendo Lauren. ¿Ya tuvo al bebé? Obvio que sí… ¿Thiago respondió? No quise hablar con él, dirigirle la palabra implicaba que debía golpearlo, solo para liberar mi ira y lo menos que quería era descargarme con los demás. Así que dejé que ella lo solucionara, espero que esté bien.

Ya pasó algo más dos años desde el accidente, para ser exactos veintiocho meses y a veces duele incluso más que el primer día.

—Bueno muchachos, eso es todo por hoy. —Dice el maestro dejando caer los grafos que segundos antes sostenía sobre la mesa. —No es que quiera echarlos, pero… tengo clase. —Le tomo foto al tablero, ya que no alcancé a copiar todo. Aunque no sé por qué me engaño a mi mismo, es posible que nunca vuelta a revisar esa foto.

De repente me golpean la espalda y no necesito ser adivino para saber quién fue. —¿Vamos a la cafetería? —Propone Catleya luego de dejarme sin aire.

—¿Es que no tienes amigas con las cuales ir? —La miro mal, es tan intensa que me desespera.

—A diferencia de ti, si. Además, todos van para la cafetería, aburrido. —Responde orgullosa. Ruedo los ojos y le doy la espalda dispuesto a irme, pero me toma del brazo y me arrastra hasta la cafetería. —¿Qué hacen? —Llama la atención de todos los que están sentados.

—Dania nos está enseñando a usar la calculadora. —Responde Carla. —Porque según el maestro de cálculo es una deshonra usarla únicamente para sumas, restas, multiplicaciones y divisiones cuando tiene más de tres mil funciones.

—Pues se usa para lo normal, ¿no? —¿Por qué Jana me pregunta a mi? Aunque le doy la razón. —Pero es genial que se puedan hacer tablas de valores. Prácticamente nos puede resolver el parcial.

—Si sabemos usarla, ¿no? —Le recuerda Dania, que me mira con cierto desagrado. Tengo presente que me odia, pero desconozco la razón. No la conozco bien y ni siquiera hemos hablado directamente. 

Intento pararme de la silla para irme, pero Catleya pone su mano en mi hombro y me retiene en contra de mi voluntad. La plática sigue su propio ritmo, por lo cual me siento fuera de lugar. Ellos dicen cosas que no entiendo y en ocasiones es al revés. No sé ni siquiera por qué dejé que me trajera, pude ser más firme y decir “no".



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En el texto hay: recuentosdelavida, humor amistad dolor perdida

Editado: 10.02.2023

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