Proyecto hormonas

➳Alérgica al queso

Alaska miró su reloj atado en su muñeca y frunció su ceño para luego soltar un bufido, Troy tenía mucho tiempo de retraso para las clases del día, intentó mandarle un mensaje de texto, sin embargo no había registrado su número en los contactos y había eliminado todos los mensajes y llamadas.

Se sentó en el sillón de su sala, recogió sus piernas recargándose en el costado izquierdo y apoyando su mano con el control remoto sobre sus piernas. Prendió la televisión y empezó a buscar un buen programa o algo que la entretuviera un rato mientras esperaba a su tutorado porque sí iba a ir, ¿no es así?

Estúpido chico que cree que puede llegar a la hora que se le hinchen los huevos, esta no es su casa para decidir a la hora a la que va a llegar.

Después de haber terminado el programa, la chica acomodó sus lentes y dirigió su mirada con esperanza hacia la puerta para verlo, pero nada. Y por un momento ella se preguntó sí no tenía planeado asistir por la discusión de ayer, para ella estaba bien, pero eso sería faltar a su palabra en la escuela y para su mala suerte, sus padres la educaron correctamente a lo largo de sus diecisiete años.

Luego de otro rato se dignó por fin que no iba a asistir y eso le molestó, y para reflejarlo, cerró su libro con fuerza y lo dejó caer al sillón.

Su padre quien pasaba enfrente con dirección a la cocina por un vaso de agua se detuvo porque vio a su hija molesta, así que se sentó a su lado y suspiró intentando sacar a la chica de sus pensamientos.

—¿A ti qué mosca te picó? —cuestionó con un tono de voz divertido, ella solo lo miró con una cara de espanto—. Bien, sé que estás enojada y yo quiero saber el por qué, podría ayudarte.

—No creo —cortó de golpe.

—Soy tu padre, y tu padre lo sabe todo, así que platícame que es lo que te fatiga —alentó con una linda sonrisa.

—Es un chico —admitió luego de un tiempo, su padre abrió sus ojos de par en par, asombrado y asustado—. Detén tu caballo, papá —ordenó cuando notó que iba a ir por la escopeta para ir de caza—. No es ese asunto que tengo pendiente con él. Créeme, él sería el último chico de quién yo me enamoraría, pero el asunto es este: Tengo un compromiso al darle tutorías de matemáticas los sábados, pero ayer discutimos y creo que exageré un poco, y ahora no me dice nada si va o no a venir —concluye tomando aire gracias a que lo anterior lo dijo muy rápido.

—Bueno, ¿y qué es lo correcto?

Alaska se detiene a pensar un poco—. ¿Hablarle por teléfono, tragarme mi orgullo e intentar poner todo en orden con él porque di mi palabra con el compromiso y los Turner jamás rompen con sus promesas?

—Esa es mi chica inteligente —admiró su padre con una sonrisa mientras palmeaba la espalda de su hija en señal de orgullo y después plantó un beso en su nuca.

—De acuerdo papá, haré lo correcto —se resignó por un momento mientras observaba a su padre alejarse para seguir con su camino.

Alaska buscó entre los bolsillos del pantalón su celular y marcó a Amanda, la mamá de Troy. Esperó cuatro timbres antes que respondieran.

—¿Aló? —su voz sonó emocionada—. ¿Cómo estás cariño?

—Hola Señora Amanda, estoy muy bien, gracias, ¿y usted?

—También Ally, ¿algo necesitas?

—Pues sólo me estoy preguntando sí Troy se encuentra por ahí, lo que pasa es que no ha llegado a nuestra cita de estudio —explicó tranquilamente mientras se veía sus uñas al natural y un poco largas.

—Ay cielo, Troy ya tiene un tiempo que no vive con nosotros y no tenemos mucho contacto, además no sé porque ya no me responde las llamadas, y... —guardó silencio por un par de segundos cuando se percató que estaba dando más información de la necesaria—. Eso no importa, ¿de acuerdo?. Pero quiero invitarte a ti y a Troy a cenar, por favor que venga, no sé por qué siento que él hace lo que tú pidas.

—¡Oh, no! Él no me hace caso, pero intentaré hacer que asista a su cena, pero el problema es que no sé como contactarlo.

—Te paso la dirección por mensaje para que vayas, y por favor, no vayan a faltar a la cena.

—De acuerdo, Señora Amanda, haré todo lo posible para que Troy asista a su cena.

—Muchas gracias, cariño. Te veo en la noche.

Sin decir una palabra más, la señora colgó la llamada, Alaska jugó con las aplicaciones de su celular esperando el mensaje y cuando llegó, se levantó del sofá y se subió a su habitación brincando las escaleras de dos en dos, entró en su cuarto y aseguró con pestillo. Abrió la puerta de su armario y descolgó un vestido blanco strapless que le llega a medio muslo, también sacó un suéter de lana rayado entre los colores blanco y negro, buscó las medias negras con rombo que usó en la mañana por el piso y cuando las encontró las tomó. Empezó a desvestirse para volver a ponerse el conjunto, se desató su moño mal hecho y lo sustituyó por una trenza de lado, colocó un collar como accesorios y por fin se colocó unas pequeñas botas negras con un pequeño tacón.

Una vez lista, bajó a la planta baja y antes de cruzar la puerta principal se despidió sacudiendo la mano a sus padres que se encontraban acurrucados uno del otro viendo el programa de la televisión encendida, pero antes de cerrar la puerta, su madre la llamó.

—¿A dónde crees que vas tú, señorita hago lo que se me de la gana? —retó su mamá con el ceño fruncido—. Ven aquí, y no me ande haciendo caras que la golpeo.

—¡Ay mamá! —rezongó la joven—. Voy a ir con Troy a darle clases de matemáticas y después iremos a cenar con sus padres por lo que no pongan un plato para mi.

—Troy es un buen muchacho —admitió su madre con una linda sorpresa—, deberías invitarlo para que tu padre lo conozca —sugirió acariciando la rodilla de su señor.

—Mamá, no lo conoces, sólo le dijiste "hola" sólo una vez—rió y colocó ambas manos sobre su barriga—. Ahora me tengo que ir, pero si quieres, después lo invito.




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