Alaska dormía plácidamente en su cama, gruñó un poco entre sus sueños y hacía muecas disgustadas, terminó suspirando como si estuviera enamorada y una pequeña sonrisa se formó en su rostro, típico de ella. Sus padres entraron en puntillas intentando no hacer nada de ruido, colocaron la bandeja llena de comida con panqueques de frambuesa y un vaso leche con chocolate, el desayuno perfecto para una cumpleañera.
Sandra intercambió una mirada cómplice con su mirada, él asistió un par de veces con su cabeza y con los dedos de su mano empezó a contar de reversa a partir del tres, él hizo un movimiento brusco y los dos empezaron a cantar las mañanitas a todo pulmón. Eso estremeció a Alaska y abrió sus ojos asustada, pero se relajó al instante al ver a sus padres y sonrió ampliamente al ver su comida.
Sus padres sin duda no tenían el don de cantar, y podría reventar los tímpanos de cualquiera, pero a Alaska le gustaba escucharlos, especialmente si iba dirigido a ella.
Su madre tomó la bandeja y la llevó al regazo de su hija. Metió una pequeña velita en los panqueques y la encendió.
—Creo que lo hicimos mal —murmuró el hombre en el oído de su esposa—: primero debimos encender la vela, y luego cantar.
—Tienes razón —Sandra frunció el ceño.
—Por más que hablen en bajo, ¡los escucho!. Y esta bien, muchas gracias por acordarse de mi cumpleaños —agradeció con voz ronca, se quitó el cabello de la cara. Extendió su mano hacía el buró e intentó ponerse sus lentes, odiaba ver borroso.
—¿Y cómo no nos vamos a acordar?. Si hoy, quince de enero, hace dieciocho años nació la niña más hermosa del planeta nació y nos trajo a tu madre y a mi paz y alegría. Te amo, además, ¿qué quieres hacer para tu cumpleaños?. Podemos ir al cine, un parque de juegos, tu comida favorita, lo que tu quieras —ofreció Luis, su papá.
Alaska negó simultáneamente la cabeza un par de veces—. No, hoy no puedo. Tengo que ir a trabajar con la Señora Martha al local, me pidió que por favor no faltara, va haber muchos clientes —ella partió un pedazo de sus panqueques y se lo llevo a la nariz para poder olerlo—. Además no se preocupen, estoy bien. No quiero recordar que soy un año vieja.
—¡Podemos ir al lago! —insistió su papá—, o al restaurante que más te guste, no hay problema.
Alaska rió—. Papá, mañana tengo un poco libre la agenda, nada más iré con Troy a almorzar, tengo que seguir avanzando con mi proyecto y él me puede ayudar. Pero hoy la Señora Martha insistió en que no debería faltar por nada del mundo, me hizo prometérselo, y sabes que no me gusta faltar a eso —terminó de hablar con comida en la boca.
Sandra se acercó a ella y se sentó a su lado, la abrazó por los hombros y depositó un beso en su nuca. Su papá imitó la acción y se sentó del otro lado.
—La siguiente semana entras a la escuela y estarás más alejada de nosotras con toda la tarea y checar universidades en la ciudad—comentó su mamá.
—Es el último año, debo de estar más alerta. Y ya estuve revisando las universidad de aquí y que pueda pagar, ese aspecto ya lo tengo arreglado. ¿Sabe?, ustedes me enseñaron que no debo de confiarme, entonces tengo varias opciones. ¡Y nada más faltan cuatro meses para terminar, no me lo puedo creer! —chilló con voz aguda mientras bebía un sorbo de su leche—. ¿Qué hora es?.
—Quince minutos para la una —respondió su padre mirando el reloj en su muñeca.
Alaska abrió sus ojos sorprendida, ¿en serio era tan tarde y había dormido mucho?. Mentira, se quedó hasta muy tarde leyendo, investigando y anotando fichas bibliográficas.
Te odio tiempo, con toda mi alma. Me consumes como el fuego al carbón. Ay, ¿eso correcto?, no sé. Mis parpados pesan tanto que podrían caerse hasta el suelo.
—Bien, muñequita. Te dejamos tranquila por un par de momentos —sus padres besaron la coronilla de su cabeza y salieron de la habitación, llevándose la bandeja sin comida.
Alaska se levantó de la cama y arrastró sus pies hasta el baño para lavarse la cara, se observó en el espejo una vez seca y medio sonrió. Al regresar a su cuarto su celular empezó a sonar, se acercó a su cama y lo desconectó, atendió la llamada sin revisar quién era.
—¿Hola? —preguntó ya no tan dormida.
—¡Feliz, feliz, feliz cumpleaños! —gritó una voz femenina desde el otro lado de la línea.
Alaska se echó a reír y escuchó el lindo canto de una de sus mejores amigas, meneó la cabeza de un lado al otro disfrutando de la melodía, tenía una sonrisa de oreja a oreja y por un momento odio que su pelirroja amiga no tuviera su guitarra a la mano para acompañarla.
Alaska dejó el celular sobre la cama y empezó a aplaudir con fuerza para hacer escandalo—. ¡Muchas gracias, Day! —agradeció cuando acercó su celular a su oído—. Muchas gracias por acordarte de mi cumpleaños, pues estas lejos y todo eso.
—¡Ah!,¿cómo crees que me olvidaré de tu cumpleaños?. Digo, eres mi mejor amiga —la chica de lentes soltó un ruido de ternura, pero fue interrumpido cuando la pelirroja continuó hablando—..., además Facebook nos recuerda el cumpleaños de todas las personas que tenemos agregados.
Alaska bufó indignada—. Así me voy a acordar yo de tu cumpleaños —amenazó—. ¿Cuándo regresas?, la siguiente semana empiezan las clases.
—En un par de días —respondió tartamudeando.
Estás mintiendo, nunca has sido buena para ocultar las cosas. Y menos sí es hacia tu mejor amiga. Pero te voy a dejar tranquila por un par de momentos, para ver qué pasa.
—Esta bien —dijo no muy convencida.
—Bueno Ally, tengo que irme que mis papás me llaman. ¡Que tengas un lindo cumpleaños! —comentó rápido y sin esperar, finalizó la comunicación.
—Vale, algo estás ocultándome —le habló al celular como si tuviera vida propia, agitó su cabeza y su celular otra vez empezó a sonar, vio el nombre de su otra mejor amiga y una sonrisa se formó en sus labios, sin pensar un poco más, atendió.