Proyecto hormonas

➳Otra noche

Dayana estaba ayudando a Paula a colocar la televisión en el escritorio de trabajo de Alaska.

—¿Qué están haciendo con la televisión de la sala en mi cuarto? —preguntó Alaska desde su cama dejando su celular a lado y sentándose cruzando las piernas al frente.

—¡Es que esta televisión esta más grande y después de hacerle ojos tiernos a tu mami, nos dejó! —exclamó Paula y miró a su alrededor—. Te dije que cubrieras la ventana con una cobija negra para que la luz no entrara y para nosotras poder un noche genial de películas —complementó dirigiéndose a su amiga y arrojándola lentamente para que se levantará e hiciera su parte del trabajo.

—Pero estoy tan cansada y tengo bastante sueño, y estoy más que muerta —excusó ella dejándose caer una vez más a la cama.

—Algo te molesta —afirmó Dayana una vez terminando de conectar los cables correctamente. Alaska la miró desentendida—. Por favor, cada vez que hacemos una noche de chicas tú eres la más alocada, la primera en poner música y bailar, la primera en decirnos todo y nunca ha afectado el hecho que no tengas carga en tu batería corporal. Y no estás como ahora; acostada en la cama.

—No, yo... —Alaska fue interrumpida por la pelirroja.

—Alaska Turner —advirtió con voz severa.

Alaska se colocó la almohada sobre la cabeza, intentando ya no escuchar los reproches de sus amigas. Nada más estaba algo agotada, y eso era normal, ¿no es así?.

—Algo te acompleja —volvió a decir la peliblanca—. Ally, nosotras somos tus mejores amigas, puedes confiar en nosotras plenamente.

—Además estás así desde el lunes, te veo media confundida y frustrada. Y no culpes a tu trabajo con la escuela o que la Señora Martha odia las clases porque dejas de trabajar para concentrarte o que ahora debemos cocinar doscientos panqueques para recaudar fondos —añadió Dayana.

—No es eso —insistió Alaska—. Bueno, tal vez sea que para el lunes debemos entregar los pastelillos y no hemos hecho ninguno; ya les dije que mami nos presta sus cuatro hornos para empezar a hacerlos.

—¿Quieres primero hacer algunos pasteles y después vemos las películas?. ¡He escogido puras de terror, y será más interesante si la vemos después de las doce!, además podemos platicar cosas interesantes y todo eso que no hemos platicado. Tu mamá si nos prestará su cocina, ¿verdad? —sugirió Paula.

—Seguro que sí, pero debemos ir a su pequeña cafetería, y ese cuarto esta medio caliente por falta del aire acondicionado, pero igual lo intentamos. Sabes que mamá hace sus pasteles por pedido, así no se tortura, esta trabajando para la inversión del local mucho más estable y con aire acondicionado—sonrió—, espero que cumpla su sueño, ya que esta completamente loca con la repostería.

Dayana extendió su mano hacia su amiga y ella se levantó de la cama. Paula las siguió bajando las escaleras, llegaron a la sala y abrieron la puerta, la peliblanca prendió la luz y en el pequeño cuarta estaba bordeado la pared de la izquierda con dos de los cuatro hornos, y del lado derecho estaban los restantes. Había una mesa un poco alta de metal donde estaban todos los ingredientes que necesitarán, su mamá fue a comprarlos un par de días con una parte del dinero de todo último curso, ya que otro grupo de personas harían otras actividades para vender en losa ratos libres.

—¿Podrían sacar los utensilios?, están en la repica de en frente —pidió de favor mientras leía las instrucciones que su mamá había dejado, pues ella se fue con la familia a cenar. Y para su fortuna, no le pidieron que cuidará a sus primos.

—¿Dónde esta la chica fuego? —preguntó Paula una vez que le pasó las cosas a su mejor amiga.

Alaska levantó la cabeza y miró a su amiga, se encogió de hombros y se quitó los cabellos traviesos que obstruían su visión.

—Aquí esta y fui por la grabadora para escuchar música, esta casa esta demasiado silenciosa —bromeó señalando la grabadora con mucha devoción, como si fuera el objeto más preciado que sus ojos hayan visto.

Dayana buscó donde conectar la grabadora y en cuestión de segundos la encendió, empezó una canción movida cuyo nombre no reconocían, pero tampoco era algo que necesitaban.

—¡Pásame la harina y los huevos! —pidió Alaska.

Paula lo pasó—. ¿Qué primero no es la leche?.

—La repostería no es lo mío, por favor —sus amigas rieron con mucho humor—. ¿Qué les pasa locas?.

—Es que es bastante irónico porque eso es la especialidad de tu mamá —dijo entre risas la pelirroja.

—Por Dios, eso no significa que a mi me gusta o este por mis venas. Yo no nací para esto, es más; ni sé cómo llegamos a aceptar que nosotras haríamos los pasteles.

Esto sí va a ser una tarea un poco dura, y una muy larga noche. Pero ninguna repostería va a poder más que yo, podré con esto. Una tarea fácil más no complicada, y será mucho más sencillo cuando tienes a tus dos mejores amigas que te ayudarán.

—Primero es la azúcar —afirmó la pelirroja, las otras dos la miraron confundida—. ¿Qué?, yo sí miro tutorías de repostería en Youtube.

El resto de la tarde intentaron hacer repostería entre risas. Según Dayana, Alaska no era ni capaz batir un poco de huevo y harina, además ella tampoco ayudaba mucho empujándola levemente provocando que la harina saliera volando. Paula tampoco era de mucho agrado porque estaba revisando si la harina se puede usar con fines de belleza como lo es el maquillaje, intentando sellar el maquillaje e iluminar el rostro.

Alaska intentaba regañarlas, pero no podía ya que le llegaba un ataque de risa y toda la seriedad quedaba en el olvido. Y Dayana untándole la mezcla por toda la cara no ayudaba, además Paula preguntaba la apariencia de su maquillaje con comida, Alaska solo reía mientras Dayana negaba con la cabeza e intentaba huir de la peliblanca ya que quería que las demás lo probaran.

—¿Podemos actuar normales?. ¡Paula deja de maquillarte con la harina!, ¡Dayana, mi cabello ya tiene más mezcla que el propio tazón!. ¿Quién las invitó a cocinar conmigo? —regañó Alaska apagando la música e intentando levantar a Paula de Dayana quién se retorcía abajo para evitar que su cara fuera un pastel.




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