Todos los alumnos salían con desesperación del aula, mientras (como siempre) la chica de lentes se tomaba su debido tiempo, el corazón le latía con fuerza; sus manos sudaban y sentía unas ganas tremendas de ir al baño, sin duda alguna esta nerviosa. Pues el día de hoy se enviaría su proyecto para participar en el concurso de Harvard.
¿Y si no gano?, ¡no quiero echarme la sal y ser pesimista para no ganar!, pero ¿qué oportunidad tengo yo?, ¿y sí hay mejores?, ¿y si votan a la basura la mi proyecto?.
Cuando todos los compañeros ya no se encontraban en el salón, Alaska se acercó a la maestra con cautela y se puso detrás de ella para ver la pantalla de la computadora, y así sus nervios aumenten. La maestra sonrió y asistió cuando sintió a su alumna cerca, podía percibir todas las emociones que la joven estaba sintiendo, pues ella también se sentía de esa manera.
—Estoy nerviosa —confesó la chica mordiéndose las uñas que lo adornaba un barniz negro—. Siento como si mi corazón se va a salir en cualquier momento y huirá de mi.
—Yo me siento de la misma manera, Alaska —admitió la maestra aun tecleando en su computadora—. Es que no puedo creer que estos meses se hayan pasado tan pasado tan rápido, ¡estamos a marzo!. Y en dos meses te gradúas y los resultados los dan a principios de mayo. No a todas las escuelas del país se le dio la oportunidad, sólo a las que resaltan académicamente.
—Sí, parece que fue ayer cuando pisé esta escuela con muchos nervios; era una niña, ahora lo sigo siendo, pero no tanto —aclaró sonriendo, arrugó su nariz y siguió observando la pantalla.
La maestra se dedicó a darle una última leída al proyecto de su estudiante y lo adjuntaba al correo que debía mandar de parte de la escuela. Escribió una pequeña carta donde los saludaba y daba una breve introducción sobre el proyecto.
—¿Quieres hacer tú los honores? —la maestra se movió un poco para que la chica tuviera acceso al ratón, ella asistió nerviosa y se inclinó un poco más para presionar el botón y mandar el correo.
Ambas soltaron un suspiro de alivio.
—Sólo nos queda esperar —afirmó la maestra—. Pero Alaska quiero que recuerdes que sino ganamos esta oportunidad no significa que tu trabajo esta mal, me lo leí varias veces y te digo que todo esta perfecto. Pero en dado caso que pasará esta situación no quiero que te desanimes, velo como una lección de vida. Sin embargo no quiero que me mal interpretes; yo tengo todas las esperanzas puestas porque ganemos, pero los otros alumnos que participarán también son muy buenos, y el simple hecho de convocarte a ti para este proyecto ya te hace una ganadora —la maestra terminó su discurso y sonrió con ternura—. Me ha encantado ser tu maestra por esos seis años.
—Maestra —Alaska absorbió los mocos que amenazaban con salir—. Por favor no se ponga sentimental, deje eso para la graduación —suplicó parpadeando frenéticamente para retener las lagrimas.
—Ay mi niña, sabes que no me gusta llorar en publico —la voz de la maestra se quebró, ella empujó la silla hacia atrás para poder salir y abrazar a su alumna favorita—. No pedo creer lo rápido que suele pasar el tiempo; todavía recuerdo aquel día en donde hicimos las presentaciones, eras tan tímida, pero cambiaste para ser una mejor persona.
Alaska apretó a su maestra con la misma intensidad que ella lo hacía, y suspiró. No tenía ni la menor idea del por qué estaba tan sensible últimamente.
—Bueno Alaska, ya es tiempo que vayas a tu siguiente clase, ya te he retardado mucho —dijo la maestra separándose de ella.
—Gracias, y que tenga un lindo día —se despidió tomando las cosas del banco y dirigiéndose a la puerta para poder marcharse, en un último acto agitó la mano antes de cerrar la puerta detrás de ella.
Alaska caminaba por los pasillos escolares sintiéndose la chica más afortunada del mundo, una oportunidad única que tal vez no volvería a aparecer el resto de su vida. Muchas personas que estaban caminando a su alrededor estaban emocionados, veía carteles pegados en los casilleros, globos, rosas y muchos peluches. ¿Qué era el día de San Valentín?, no. Eso ya fue y ella se la pasó muy bien en una cena con todos sus amigos. ¿Quién dijo que era necesario tener un novio para festejar ese día?.
De pronto escuchó un grito lleno de entusiasmo de parte de una chica, Alaska salió de sus pensamientos y observó la escena; una chica rodeaba con sus brazos el cuello de un chico que traía un letrero en manos que decía: ¿Quieres ir al baile conmigo?.
¡Ay, pero que hermoso!. ¿Yo con quién voy a ir al baile?, ¡ah, ya me acordé! Con el árbol, seguro seré la envidia de todo el mundo. Podría invitar a un hermano de uno de los amigos de mis primitos, pero sería muy extraño porque ni me hablo con él.
Este año decidieron invitar a toda la escuela al baile de graduación para festejar a lo grande que ya cerraban un capítulo de su vida; eso, y que les faltó un poco de dinero para poder rentar el salón que querían, que por cierto era enorme con patio decorado y un kiosco en medio . Y la única salida que el director propuso fue invitar a toda la escuela.
Se dirigió a su siguiente clase que ya había empezado, se disculpó avergonzada por haber llegado tarde y tomó asiento al frente para después adaptarse a la clase.
Al terminar la clase se sintió afortunada porque por fin podría comer y maldijo por no haber desayunado en su casa, ya que tenía un gran apetito. Al llegar a la cafetería se sentó en la mesa donde se encontraban sus amigos y le quitó la galleta de los labios a su amiga pelirroja.
—¡Hey! —se quejó Dayana mirándola mal.
—Lo siento, tengo hambre —se disculpándose mientras masticaba la comida.
Alaska se perdió en su comida que en ningún momento prestó atención a lo que los demás estaban diciendo. Bebió un poco de su leche con chocolate para volver a morder sus tacos.