Proyecto hormonas

➳Caminos opuestos

El reloj de la alarma empezó a aturdir a las tres chicas que se encontraban dormidas en la misma cama, Alaska empezó a removerse entre los brazos de sus amigas porque se encontraba en medio, pero al parecer era una misión casi imposible, además que sus queridas amigas no se despertaban a pesar del odioso ruido, ella bufó fastidiada y en un movimiento brusco de brazos y piernas arrojó a sus dos amigas al suelo. Sonrió satisfecha y finalmente se arrastró por la cama hasta que su brazo pudo alcanzar la alarma para apagarla.

No había notado los berrinches de las chica, pero tampoco le interesaba mucho. De pronto sintió un gran peso aplastar su espalda, soltó quejidos de dolor pero decidió no luchar, pues eran dos contra una. Paula que estaba hasta arriba de la pirámide decidió sentarse a un costado, la pelirroja la siguió y la chica de abajo también lo hizo, la última bostezó y talló sus ojos con las palmas de sus manos.

—¡Hoy es el gran día! —exclamó Paula inclinándose sobre la castaña, colocó sus manos sobre las rodillas de ella. Alaska arrugó la nariz disgustada ante el mal olor mañanero de la boca.

—Lávate esa boca —ordenó con una sonrisa burlona—. Eso pasa cuando la noche anterior comes cebolla y no te cepillas los dientes —reprochó—. Ahora, ¿alguien podría pasarme mis lentes? —pidió amable a la pelirroja que sólo tenía que estirar el brazo para alcanzarlos.

Alaska finalmente se puso sus lentes y tuvo una visión más clara, y pudo captar los ojos rojos e hinchados de sus amigas—. ¿Por qué quieren llorar?.

—¿¡Cómo que por qué!? —gritó la pelirroja soltando sollozos—. Es que hoy es nuestro último día juntas, hay que aprovecharlo porque además hoy es nuestra entrega de papeles y el baile y mañana tu te vas a la Universidad a no sé qué —explicó con más calma.

Alaska sintió cómo su corazón se rompía al escucharla tan débilmente. Lentamente se deslizó hasta quedar más cerca y la abrazó por los hombros, con una mano libre intentó unir al tercer miembro de su grupo y cuando las tres se unieron en un cálido y reconfortante abrazo se pusieron a llorar.

—Nada será como lo es ahora —dijo Paula.

Todas asistieron con la cabeza, concordando con ella y sin poder expresar sus palabras.

—Tengo miedo que no busquemos una a la otra —declaró la pelirroja después de un largo rato de silencio aun sin desunirse.

—Eso no va a pasar en absoluto —absorbió los mocos Alaska y pausadamente se separó—. Nosotras no somos amigas, somos mucho más que eso; nosotras somos hermanas de otra madre. Y aunque queramos separarnos y no toparnos en nuestros caminos, eso no va a pasar. Nosotras siempre buscaremos la manera de estar juntas, aunque yo este en Harvard, aunque Pau vaya a Europa en un año sabático y Dayana vaya a Los Angeles con su familia.

Volvieron a abrazarse y a sollozar un poco más.

—Bien, bola de idiotas quítense de mi que me van a poner más sensible y no quiero ni quieren ir a la graduación todas rojas e hinchadas, en la noche tendremos tiempo para hacerlo, después del baile, por favor —ordenó la peliblanca con una sonrisa débil—. Pero Ally, ¿por qué mañana te vas? —cuestionó cambiando de tema mientras se tranquilizaban.

—Pues la Universidad me pidió para la papelería y el donde quedarme, ósea yo quiero adaptarme, ya saben. Estar sola, conocer un poco la ciudad, las instalaciones de la escuela también quiero —explicó tranquila.

—Pero yo me voy en dos semanas a Europa con mis padres, ¿no puedes quedarte un poco más?.

Alaska negó con la cabeza apenada—. Lo lamento, pero me entregaran las llaves de mi pieza, pero vendré, ustedes irán, ¡no nos dejaremos de ver porque nosotras somos un alma en tres cuerpos y tenemos que juntarnos para estar completos!. Pero basta que ya no quiero llorar más, y hay que bañarnos para desayunar, el gay que contratamos no tardará mucho. Ustedes báñense en mi cuarto que yo iré al de mis padres.

—No —respondió Dayana.

Alaska que terminó de saltar de la cama para marcharse a la habitación de sus padres y la miró mal.

—¿Por qué?.

—Ahorita vamos a ir a arreglar el salón, ¿te acuerdas?. Nos apunté como voluntarios, y terminaremos sudadas y todo eso, mejor terminamos de arreglar eso y nos bañamos para ir al salón de belleza y después cada quien se va para su casa —concluyó Paula.

La chica de lentes se detuvo a pensar un poco y su conclusión fue que la peliblanca tenía toda la razón del mundo, además la noche anterior se había duchado, así que estaba limpia—. De acuerdo, en ese caso nos cambiamos, desayunamos que mi madre ya ha de tener la comida hecha y nos lleva al salón del baile.

Las chicas asistieron mientras se paraban de la cama y buscaban algo de ropa entre los cajos de la castaña. Dayana tomó un pans color gris y una blusa justa. Paula tomó un pantalón de mezclilla y una blusa muy sencilla. Alaska tomó un pans negro y una blusa blanca un poco floja. Las tres lanzaron las cosas en la cama y empezaron a desvestirse para colocarse la ropa limpia.

Las tres bajaron por las escaleras y llegaron a la cocina donde la mamá de Alaska se encontraba terminando de tostar el pan para acompañar a los huevos revueltos que había cocinado. Su papá se encontraba sentado en la mesa con su plato ya servido.

—Buenos días —saludaron las tres chicas a coro.

—Hola niñas, ¿están listas?. Para nada más comer e irnos al salón —habló su mamá.

Las tres se sentaron en los asientos disponibles después de tomar un plato con la comida. Sandra se unió unos minutos más tarde cuando por fin los panes ya estaban listos y se unió a la amena conversación que tenían los cuatro sentados. Al terminar el desayuno Luis, el padre de la castaña tomó las llaves de su carro y ordenó con sutileza a las chicas subir al carro.

Su mujer se quedó en casa arreglando la cocina, además en su carro no había el suficiente espacio para ella, además tenía un montón de cosas para arreglar con su hija ya que el día de mañana dejaba el nido para extender sus grandes alas y volar como las aves majestuosas y llegar hasta la cima.




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