Epílogo
Un año después.
Alaska bajó de su coche y lo aseguró con alarma cuando sus tres mejores amigas se habían salido, a la par las tres empezaron a caminar a la entrada del pequeño restaurante hogareño de la Señora Martha. Alaska sonrió al ver a muchas personas sentadas en las mesas, ocupando la mayoría.
Las cuatro chicas se sentaron en una esquina y en menos de dos minutos ya tenían a un chico de cabello oscuro y ojos marrones con una libreta en mano para anotar rápido el pedido.
—¡Hola, buenas tardes. Soy Saul y este día seré...! —se quedó callado, impactado de ver a su amiga y compañera de trabajo sentada en una de las cuatro sillas—. ¡Alaska, ¿cómo estás?!. Le diré a la Señora Martha para que venga en seguida, te ha extrañado demasiado —se dio una vuelta sobre su eje e iba a avanzar, pero se detuvo al recordar algo muy importante—. ¿¡Pero qué estoy haciendo!? —se reprimió—. ¡Ally, ven aquí y dame un abrazo! —exigió demandante volviendo a girarse.
La castaña con el cabello corto se levantó con una sonrisa burlona y abrazó a su amigo por los hombros, él la estrujó con fuerza. Pues habían perdido la comunicación al pasar los meses; los primeros días se enviaban mensajes muy menudo, pero con el transcurso de los primeros dos meses disminuyó hasta perder el contacto.
—Pero que guapa andas con ese cabello —Saul sonrió pasando su mano por el cabello, acariciándolo—. Te llega hasta los hombros, fue un cambio muy radical pero te queda muy lindo —sonrió mostrando sus dientes.
—Y yo veo que sigues con tu cabello alborotado —sacudió su cabello.
—¿Qué te puedo decir?. Si soy todo un guitarrista —la chica asistió coqueta con la cabeza—. Ahora sí voy a ir por Martha que se volverá loca y querrá amarrarte a la silla para que no te vuelvas a ir —bromeó.
Saul ahora sí se dio la media vuelta para desaparecer de la mirada de las chicas para ir a la parte trasera.
—¡Tienes que contarnos todo! —pidió Paula con una gran sonrisa mientras metía los dedos entre su cabello ahora oscuro como la noche.
—Pues ya les he platicado absolutamente todo. Desde anoche que están conmigo y no han parado de preguntarme. Lo único que he hecho en la Universidad es estudiar, el plan de trabajo en serio esta muy pesado, apenas y tengo tiempo para respirar. Pero me siento muy afortunada en serio, la oportunidad que se me brindó es única y no la desaprovecharía en ningún momento —explicó la castaña acomodándose sus típicos lentes en su rostro—. Mejor, platícame cómo te va, y sobre tu novio —lo último lo dijo con una sonrisa pícara.
—¡Miguel y yo apenas llevamos tres semanas! —murmuró con entusiasmo y colocándose roja—. Es súper atento, siempre me envía mensajes, es muy atento cuando me escucha hablar o cuando me quejo. Y no siempre me da la razón o esta de acuerdo conmigo, él me trae loquita de amor, pero él se fue a Perú con su familia —frunció su ceño.
—¿Tu Miguel es latino, eh? —sonrió Dayana quitando su cabello rojo sobre la cara—. Matthew y yo terminamos, la relación a larga distancia no es bueno en lo absoluto —se quejó—. Realmente extrañó a mi chico, pero nada es para siempre —suspiró triste—, eso sí; aun me trae loquita de amor —se rió sin humor.
—¡Ay, cariño! —Summer negó con la cabeza—. Yo estoy como Ally, apenas y tengo tiempo para respirar, no tengo tiempo para andar pensando en el novio. ¿Qué ha sido de Alan? —indagó sutilmente con una grande curiosidad.
—Yo la siguiente semana iré al centro comercial con ellos a matar el tiempo, ¿quieren ir?. Va a ir Matt —frunció sus cejas y nariz Alaska—. Y Alan tiene una novia en la Universidad, también le va a ir, no sé —hizo una mueca, pues como era de esperarse, ellos perdieron la comunicación.
Summer agachó la mirada dolida cuando escuchó que Alan tenía novia, pero no le afecta tanto porque así era la vida, y no por eso se iba a derrumbar.
Dayana iba a responder, pero un grito la interrumpió—: ¡Mi niña!
Alaska giró su cabeza para encontrar a una señora morenita un poco más bajita que la última vez que la vio, se levantó de la silla nuevamente para ir con ella que le tomó mucho cariño en el transcurso de los meses que trabajó en ese lugar. Martha acunó el rostro de la chica para obligarla agacharse un poco más y examinarla con cuidado.
—Pero tu cabello corto —acarició lo dicho, ¿por qué todo el mundo resalta su melena corta?, sólo es cabello, puede crecer otra vez—. Te queda precioso, ¿por qué has tardado mucho en venir?, ¿qué la Universidad no te da vacaciones? —frunció su ceño acompañado de un gruñido—. ¡Se te extraña mucho! —lloriqueó—. Y Saul a veces no sirve —bromeó mirando de reojo al chico que la acompañaba.
—¡Señora Martha! —se quejó berrinchudo y absorbiendo los mocos que fingían salir—. Por favor.
—No te creas, muchacho. Yo te quiero mucho —sonrió alejándose de la chica—. Bueno Ally, te dejo. Eso sí, debes de venir un día tú tranquila y nos tomamos un café y algo de pan para conversar amenamente. Ahorita estás con tus amigas.
La chica asistió para después volver abrazar a la señora por los hombros y depositar un casto beso en la mejilla para regresar a su asiento.
—Y... —se unió Saul estando apunto de sentarse pero una voz severa lo interrumpió de golpe.
—¡Ni siquiera lo pienses, que tú tienes que trabajar! —fulminó la Martha al joven y le indicó con la cabeza que la siguiera.
De mala gana, Saul fue tras ella hasta desaparecer de la visión de las chicas. Las cuatro empezaron a reír burlonamente y siguieron conversando tranquilamente sobre cómo les estaba yendo; la escuela, nuevas amistades, maestros, proyectos... quizás un poco más de amores.
—¿Entonces Alaska? —cuestionó la pelirroja con una sonrisa—, platícanos sobre tu nuevo proyecto en la escuela, que te mantuvo tan ocupada en diciembre que no tuviste tiempo para visitarnos.