Proyecto Humblood

IX.

El sonido de una llamada entrante me despertó del primer momento en toda la noche en el que estaba descansando y no teniendo pesadillas. Me obligue a intentar dormir por cuenta propia hasta las tres de la mañana, pero sin sentir la mínima cantidad de sueño después de dar vueltas en la cama por alrededor de cuatro horas, pase dos pastillas por mi garganta finalmente cerrando mis ojos. No hubo mucha diferencia de la noche anterior, los mismos sueños con mi padre de protagonistas y el cuerpo de Walsh atormentandome, desafortunadamente cuando mi cerebro decidió cesar con su producción creativa alguien determinó que era buen momento para llamar.

 

Estire mi mano hasta la mesa de noche buscando mi celular pero no tuve éxito. Solté una maldición porque sentía el cansancio intacto en mis huesos y no tenia la fuerza para ponerme de pie. El sonido cesó devolviendo la tranquilidad del silencio por unos segundos antes de que iniciar nuevamente. Arranque la sábana de mi cuerpo poniendo mis pies en el suelo con un suave jadeo. Quien sea que estuviera llamando, esperaba lo hiciera por un motivo realmente importante. 

 

Le di un vistazo a la mesa de noche y recordé que mi celular se quedo en la cartera que use para ir al club. Arrastre mis pies a la silla del escritorio donde reposaba, abrí el cierre y metí la mano extrayendo el aparato que continuaba sonando y vibrando. El número era desconocido, debería contestar porque podía ser del trabajo, pero también existía la posibilidad de ser un vendedor y no tenia paciencia para lidiar con nadie que me ofreciera una tostadora. Observe el celular bostezando hasta que paró, revise el registro de llamadas y era el mismo número que llamo ayer antes del incidente con el auto blanco. 

 

《 ¿Quien es? 》

 

Presione enviar al destinario desconocido. Arroje el celular a mi cama y abrí las cortinas de la habitación. La luz me pego directo al rostro, parpadee y me aleje enfocando el reloj en la pared que marcaba las ocho. Tenía un par de horas de sobra antes de que Aaron viniera a por mi, tomaría un ducha y aprovecharía que Alicia no se encontraba en casa para lavar las cosas en la bolsa de lona. Fui al baño y me metí en el chorro de agua fría para despertarme completamente, tenia que buscar una solución para este problema del sueño pero por mientras, el agua fría serviría. Evite los espejos cuando volvía a mi habitación para colocar ropa limpia en mi cuerpo. Lleve la bolsa hasta el pequeño armario en el fondo de la sala que ocultaba la lavadora y secadora, saque lo que necesitaba ser lavado con urgencia y lo arroje a la maquina colocando detergente. 

 

En la cocina recogí un poco de lo que Alicia dejo regado antes de ir a su turno, me comí un par de frutas e hidrate. Regresaba a la sala cuando el celular volvió a sonar, me dirigí a la habitación a paso rápido y lo tome de la cama. El número desconocido nuevamente. 

 

— ¿Diga? —respondí de una vez por todas. 

 

— ¿Evans? 

 

Me atragante con mi propia saliva al reconocer la voz. 

 

— ¿Tales? —di un par de pasos fuera de la habitación mordiendo la uña de mi dedo pulgar— ¿Cómo conseguiste mi número? 

 

Que no esté llamando para lo que pienso. 

 

— Se lo pedí a Killard. —dijo— ¿Cómo te encuentras? 

 

— Bien, super. —escupi atropellando las palabras— ¿Y tú? 

 

— ¿Segura? —cuestionó— No te veías muy bien antes de dejar el complejo. 

 

Por supuesto que llamaba para eso. 

 

— ¿A que te refieres? —decidí pretender que no lo entendía. 

 

— No pretendas que no sabes de lo que hablo. No sufres de memoria corta o demencia para no recordar el montón de veces que te pregunte si te sucedió algo. —recriminó. 

 

— No paso nada. —reitere— ¿Que podría suceder? 

 

— ¿Por qué dejaste tus botas? —no tuvo pelos en la boca para preguntar. 

 

Solté una exclamación silenciosa. 

 

— No lo hice. 

 

Estaba en efecto atrapada, pero tenia que intentar un poco más desviar el asunto. Aun no me sentía preparada para decir en voz alta lo que vi, y aunque lo hiciera, no habría diferencia alguna porque él ya lo sabia. No era tan sencillo para mi, como lo es para él, lucir cómo fresca lechuga después de ver a un compañero a poco camino de ser decapitado. Necesitaba un poco de tiempo más y él no parecía dispuesto a dármelo. 

 

— No me gusta que me mientan. 

 

— No te gusta que te mientan, pero te encantar mentir y ocultarle cosas a los demás, ¿no es así? —ataqué.  

 

— No te he mentido. Al menos no de la descarada forma en la que tu lo haces. —acusó. 

 

— ¿Y en que te he mentido según tu? 

 

— Dices que no dejaste tus botas cuando claramente las tengo conmigo. 

 

Golpee el piso con mi pie. 

 

— ¿Y por qué no las dejaste en donde las puse?  

 

Hubo un minuto de silencio antes de escuchar su voz de vuelta. 

 

— Tienen sangre y me tienes que explicar porqué. 

 

Abrí mi boca incontable cantidad de veces. Nada salio de mi. 

 

— ¿Evans? —verificó que me encontrará en la línea.  

 

— No se como llego ahí. —solté. 

 

— ¿Que paso, Evans? —puntualizó cada palabra con tono severo. 

 

Inhale aire ruidosamente sintiéndome asfixiada. 

 

— No tengo porque contarte nada, Tales. Tu no me cuentas nada, y yo tampoco lo haré. —tomé otro camino— Siempre soy la que habla y tu escuchas. Si quieres saber algo, será  parte y parte. Yo suelto y tu sueltas, de otra forma no se va a poder. 

 

— ¿Entonces si sucedió algo? —inquirió. 

 

— ¿Por qué los hombres solo escuchan lo que quieren? —hable para mi— No, no dije eso. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.