Tan pronto como el sonido de la puerta cerrándose hizo eco en mis oídos, me puse de pie y comencé a alistarme para ir nuevamente a verificar a mi madre. Alicia visitaría a Aaron toda la mañana lo que era asombroso y me daría el tiempo que necesitaba para no ser descubierta. Me asegure de colocar una pistola paralizante en mi bolso solo por un leve sentimiento de paranoia que me atacaba repentinamente. Alicia me distraía, pero tambien hacia su parte volviendome paranoica. Salí del edificio con cuidado de no ser vista por el portero ya que acostumbraba a dejar en descubierto a muchas personas cuando tenían una actitud que le parecía sospechosa. Mire a todos lados en la calle verificando que ningún auto blanco viniera a por mi trasero apretando mi paso alcanzando la parada de autobús.
Aguarde por aproximadamente diez minutos hasta que cruzó en la esquina, enseñe mi dedo en señal de que subiría y se detuvo en seco frente a mi. Al ser la única, el autobús avanzó al segundo que tome asiento. Observe la ciudad a través de la ventana sintiendo mis ojos cerrarse involuntariamente. Por supuesto que anoche tampoco pude dormir, nadie podría con tanto problema rondando libremente por la cabeza. Deseaba hallar la solución para volver a dormir como bebé, no obstante temía que en lugar de encontrar la solución indagando en lo que sucedía en el complejo terminaría con algo muchísimo más grande a lo que actualmente me enfrentaba. Y honestamente yo solo quería cerrar mis ojos y sentir tranquilidad.
Baje tendiendo un billete al conductor. Johnny no estaba en la caseta mientras caminaba para entrar al edificio. No era raro, a esta hora se debía encontrar con alguien tomando desayuno. Me pare frente a la puerta de Juliana rascando mi cabeza. ¿Por qué no me tocó una madre que fuese capaz de llenar lo zapatos de una y que no me hiciese sentir como una niñera? Gire el pomo y cedió sin restricciones. No necesitaba más señal que esa para saber que no se encontraba en casa. Otra vez. Pase y recorrí el espacio viendo todo como el día anterior. ¿Donde demonios se metió esa mujer?
Me puse de rodillas en una esquina de la cocina y removi el pedazo de madera podrido de su piso donde tendía a guardar su pasaporte y fotos. Todo continuaba intacto. Un momento de enojo me llevo a lanzar la tabla de madera provocando que esta chocará contra la pared produciendo un nuevo agujero. Mierda, comenzaba a parecer uno de esos idiotas con problemas de ira. Regrese a mis pies y me acerque a tomar el pedazo de madera para dejarlo donde tenía que estar. Lo ajustaba en su sitio y el viejo álbum de fotos atrajo mi atención. Fotos de los momentos en que mi madre se aferraba un mínimo de tiempo a su control y no apestaba casi a alcohol... y de Peter.
Deje reposando el pequeño álbum en la mesa de la cocina tapando el agujero con el trozo de madera. Sacudi mis manos y arrastre una silla para hacer espacio y sentarme. La primera foto me hizo soltar un bufido. Peter cargandome en el hospital. La incomoda sonrisa en su rostro gritaba que alguien le sugirió que mostrará su alegría para la foto. En mi opinión, lucia constipado. Si no hubiese sonreído seria más creíble para mi que no pensó en lanzarme por un retrete. La siguiente no obtuvo reacción alguna, éramos mi madre y yo junto a un árbol de navidad. Sin embargo, eso no fue lo que me mantuvo seria. La cerveza en su mano era la razón. Ella sonreía tontamente por su estado de ebriedad, yo replicaba mi expresión actual. Seria a muerte. Quería su atención pero mamá solo se enfocaba en terminar cerveza tras cerveza.
Pase la página. La foto de la celebración de mis seis años me produjo nostalgia, no tenía el diente delantero haciendo que mi sonrisa fuera horrible. Tiernamente horrible. Peter me miraba desde el fondo de la foto con su uniforme perfectamente planchado arruinando completamente la toma. La seriedad y fastidio lo acompañaban. ¿Cómo no me pude dar cuenta? Todas esas veces que corría a recibirlo a la puerta y él me rechazaba de un empujón con la excusa que mientras estuviera en uniforme las muestras de afecto eran prohibidas. Nunca estaba fuera de su uniforme. Los dibujos que iban a parar a la basura, su ausencia en los días del padre en la escuela y el montón de oportunidades en las que lo recordaba pasando de mi mientras lloraba pidiendo su amor.
El leve sonido del golpe de la lágrima contra el álbum me hizo volver a la realidad. Despeje mis ojos parpadeando rápido. De nada servía llorar, no solucionaría, cambiaría o arreglaría nada. No lo hice mientras crecía y el mundo se me vino encima, ahora siendo una mujer, mucho menos. Repase mis dientes con la lengua carraspeando. Esto es basura. Recorrí la cocina y la sala una y otra vez con mis manos en las caderas. La puerta se abrió de golpe y mi madre avanzó entre pasos torpes.
— Mama. —dije.
Volteó viéndome estupefacta.
— Estas aquí. —pronunció con emoción.
Me acerque y la guíe a la silla donde estaba anteriormente obligandola a tomar asiento.
— ¿Donde has estado? —examine su rostro buscando índices de ebriedad.
— Te he estado buscando, hija.
Llevo sus manos a mi rostro. Temblando, sudorosa y fría como era característico desde pequeña.
— Te dije que me iba. —cubrí sus manos con las mías— ¿Fuiste a rehabilitación?
Apartó la mirada dejándola en un punto muerto a mis espaldas.
— Mama. —insisti.
— Tu padre...—balbuceo— Tu padre, él, ¿que te dijo?
Unió miradas conmigo. Desolada y esperanzada a la vez.
— Él no habló casi conmigo. —di una respuesta vaga— Fue todo muy profesional. Sabes como es.
Quito las manos y estas cayeron en su regazo.
— Bastardo. —escupió con rabia— Tuve que darte en adopción. No mereces esta mierda de padres.