Proyecto Humblood

XI.

Me mantuve en el mismo estado lo que resto de mis días en casa. La habitación era mi lugar seguro, donde Alicia no podía verme por incómodos minutos hasta que una palabra decidiera salir de mi boca o preguntar un millón de cosas con la esperanza de que me animará a contestar. Llame a Tales incontable cantidad de veces pero siempre me enviaba al buzón o directamente rechazaba la llamada, y a Lloyd ni de chiste pensaría molestarlo aún. Esa era mi opción de emergencia. Navegue en el internet todas las posibles variables de proyecto humblood; al derecho, al revés y en otros idiomas, pero obtenía nada como resultado. Tampoco es como que esperará que fuese a salir todo en una página mágicamente, era clasificado a final de cuentas. Sin embargo, prefería descartar que dar por sentado o asumir. 

 

Mi nariz y ojos aun tenían una sombra de coloración amarillenta y marrón resultado de los golpes que con tanto gusto me proporcionó uno de los hombres que me atacó. Mi nariz por suerte no se rompió, pero dolia como el demonio. Los dolores de cabeza que tuve posteriormente me llevaron a viajes consecutivos al hospital para recibir medicacion. Nada mejoraba para mi. El suceso se volvio borroso con el pasar de los días, lo que narre en el interrogatorio del policía ya no me parecía tan acertado. No porque recordará otra cosa sino porque no lo recordaba en lo absoluto. Los rostros se pintaban en mi mente distrocionados y no era capaz de describir más allá de cosas simples; la gorra y lentes de sol se quedaron pegados en mi cabeza siendo lo único que podía asegurar con plena certeza. La policía no insistió en la investigación alegando que si no recordaba nada cualquier cosa que dijera tenia más probabilidades de ser un invento creado por el trauma que la realidad en cuestión. Me acusaron entre murmullos de imaginar todo, a pesar de la puerta destruida. Lo que más me hizo reír internamente fueron los comentarios sugerentes de los vecinos sobre lo bien que me haria visitar un psiquiátrico, recibiendo como respuesta un puertazo en la narices de Alicia. 

 

Mañana regresaría al complejo y me verían. Quizás una avalancha de preguntas por el estado de mi rostro me recibiría, o quizás pasarían de largo como si mi rostro estuviese inmaculado. Lo que si sabia es que antes de cualquier respuesta, Tales recibiría mi puño. No podía concebir el hecho de haberlo llamado todos estos días y ser ignorada sin disimulo alguno. Entendía que existía la posibilidad de que se encontrase ocupado, pero para ello existían los mensajes. Era gratis hacerme saber que no era momento de hablar. No obstante, él prefería enviarme al buzón o colgar. 

 

Por otra parte, regresar me tenía los pelos de punta. La idea de estar en ese lugar sin saber verdaderamente lo que estaba detrás de esas paredes me revolvía el estomago y aceleraba mi respiración. Eso, y también ver a Peter me tenía en mis nervios. Averiguar lo que estaba en el complejo era mi meta y presentía que era tan grande que me tomaría mi tiempo para procesar y desmenuzar la información para que mi cerebro la aceptase. 

 

La bolsa de lona se llenó con todos mis uniformes rápidamente. Me encontraba sola así que no había momento más perfecto que ese para completar la tarea. Alicia por primera vez desde el ataque se despegó de la puerta y abandonó el apartamento para ir a comprar alimentos, aunque el tiempo era limitado porque apostaba con altos chances de ganar que arrojaria todo en la cesta para volver cuanto antes. Revise todo por última vez en la bolsa asegurando que lo que necesitaba estuviese empacado, la deje descansando junto a mi puerta y me senté en mi cama sin más que hacer. Le di un vistazo a mi celular verificando que no tuviese ninguna llamada perdida. Nada. Suspire ruidosamente. Esta necesidad de Tales de no soltar información comenzaba a tocar cierta tecla que apreciaba estuviera quieta. Conocí el estomago de Walsh, le conté lo del sargento, escucho a Mallory, y aun después de la gran cantidad de veces que me vi involucrada en el tema él todavía pensaba que era mejor que no supiera nada. ¿Cómo era mejor que no supiera algo que afectaba a todos? No es como que tuviera un equipo de seguridad protegiendome en el complejo. Estaba en condiciones iguales a los demás, asumiendo los mismos riesgo. ¿No merecía saber lo que podría atacarme por la espalda? 

 

Presione su número llamando por quizás la vez número mil en la semana. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos. Su llamada será redirigida al buzón de mensajes. Insulte la pantalla del celular con todas la groserías que vinieron a mi mente y posteriormente colgué. Salí de mi habitación al mismo tiempo que la puerta de entrada se abría. Alicia y yo nos detuvimos en nuestros lugares expectantes del siguiente movimiento de la otra. Era obvio que nos sentíamos extrañas, no habíamos hablado hace un tiempo. Me aproxime sacando de sus manos un par de bolsas para ayudarla. Ubicamos todo en su lugar en completo silencio. 

 

— ¿Que tengo que hacer para que me hables? —su voz sonó entrecortada. 

 

La enfoque encontrando las lágrimas colgando de sus ojos. Era una perra de primera por tenerla culpandose las semanas que transcurrieron. No lo merecía. 

 

— Nada, Alicia. —expulse el aire de mis pulmones— No estoy hablando porque me encuentro pensando en lo que sucedió. Sabes que soy tan tonta que no funcionó para hacer dos cosas a la vez. 

 

Rompí la tensión bromeando. La lágrimas en sus ojos comenzaron a correr mientras una sonrisa de alivio se formaba. Abrió sus brazos pidiendo permiso en silencio para abrazarme, afirme con la cabeza y eso bastó para tenerla sobre mi. 

 

— Más de una semana sin hablar. —sollozo— No me lo hagas de nuevo. 

 

— Pero si hemos estado quince días sin saber la una de la otra, incluso más tiempo. 

 

— Es diferente. —se separó un poco para verme a la cara— Estabas trabajando y a salvo. En este caso, estas conmigo toda magullada en consecuencia de tu casi asesinato y no me dejas saber lo que piensas o sientes. 




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