Proyecto Humblood

XII.

La luz blanca daba directo en mis ojos al intentar abrirlos. ¿Esta era la luz de la que hablaban cuando pasas a la mejor vida? Trate nuevamente pero aun seguía apuntando sin piedad haciéndome arrugar todo el rostro. ¿Cómo quería Dios que caminará hacia la luz, si la luz no me permitía ver? Me removi y un jadeo dolorido escapo de mis labios. Me encontraba de camino al cielo, o eso suponía, donde hallaría el alivio. No era mi caso en vista de como me sentía, cada mísera parte de mi cuerpo dolía. Dolía al punto de hacerme pensar que me arrancaban extremidad por extremidad. Si nunca he llorado, esta era una buena excusa para hacerlo y desahogarme por todo lo demás. 

 

— ¿Evans? 

 

Llamó alguien a la distancia. No identifiqué la voz. Moví mis labios para responder pero salio un gruñido. 

 

— Llamen al medico. —ordenó la voz. 

 

Hice el amago de levantar mi mano y asi poder tapar la luz pero el dolor ganó. 

 

— No te muevas. 

 

— La...—mi garganta se sentía seca— La luz. 

 

Pasos se alejaron y el brillo murió. 

 

— ¿Donde estoy? —mi voz apenas salía. Parpadee e intente levantarme. Error— ¡Mierda! 

 

Me devolvieron a la posición inicial empujandome lentamente por los hombros. Estaba en una cama. 

 

— ¿Que parte de, "no te muevas", es tan difícil para ti de comprender? —regaño entre dientes— Tienes que quedarte tranquila. 

 

Busque el rostro de quien me sermoneaba. 

 

— ¿Quien...—pestañee para alejar lo borroso en mi vista— No puede ser. 

 

Se cruzó de brazos observandome con fastidió. Estaba segura de haber perdido el color en mi rostro. Ignorando el dolor pase mis puños por los ojos. Seguía ahí, no soñaba. Tiene que ser la poca luz. 

 

— Abre la cortina un poco más. —pedí mientras deseaba que la cama me tragara. 

 

— Seguiré siendo yo, con más luz o sin ella. 

 

Se aproximó a la ventana y apartó las cortinas. Ahora lo veía mejor. 

 

— ¿Ves? —abrió sus brazos— Sigo siendo yo. 

 

Carraspee incomoda. De repente las paredes se cerraban. 

 

— ¿Que hace aquí, Coronel Lloyd? —inquiri.

 

— Tu padre se molesto porque no llegaste a tu turno hace cuatro días. —explico recargando su peso en la pared— Me envió en tu búsqueda y mira como te encontré. 

 

Incliné mi cabeza confundida por unos minutos. No pude unir hilos para determinar de que hablaba hasta que un ligero pinchazo de dolor en mi abdomen bajo me ayudó a traer todo de vuelta. Tyler, Daniel y Mallory. Cada momento se reprodujo en mi cabeza tal película en una pantalla grande. Mallory pidiendo una aspirina, Tyler y Daniel entrando al apartamento, la conversacion, lo raro de su apariencia, Daniel perdiendo su mierda atacando a todos, Mallory muerta y yo... también. 

 

— ¿No morí? —toque ligeramente mi rostro, brazos y abdomen. 

 

— Si me consideras un ángel, entonces si. —respondió— Sin embargo, aunque lo consideres así, lamento informarte que estas tan viva cómo yo. 

 

Estire mis brazos. Tenia múltiples cortadas, algunas con puntos y otras no los necesitaron. Me moví un poco sintiendo mi espalda. 

 

— No te muevas, maldita sea. 

 

— ¿Como no me mato? —me encontraba incrédula— Me golpeó hasta sacar todo de mi. 

 

— Tienes puntos en la cabeza, espalda, brazos y abdomen. —informó— Estabas en un charco de sangre cuando llegaron los policías. 

 

Sentí mi cabeza. Maldije por la molestia dejando el espacio herido en paz. 

 

— ¿Cómo lo detuvieron? —indague— Mi arma no le hizo nada días atrás.  

 

Lloyd elevó una ceja. 

 

— ¿Cómo dices? 

 

— Me atacaron al tercer día de llegar a casa, me persiguieron y vacíe dos cartuchos contra ellos. —relate— En este ataque me hicieron saber que los deje como colador y que me harían pagar por eso. 

 

Un poco de diversión cruzó sus ojos. 

 

— ¿Y por qué no le dijiste a tu padre? 

 

— ¿Por qué le diría algo a él? 

 

— Eso no es algo que te digan tus atacantes todos los días. —razonó— Y eres su hija, haría algo para hacerlos pagar, ¿no crees? 

 

Reí pero pare al sentir mi abdomen. 

 

— Tales y tu tienen este rasgo en común de hacerse los graciosos. —sostuve mi herida— Entiendo porque eran amigos. 

 

Lloyd entrecerro sus ojos. 

 

— ¿"Eran"? ¿Que te hace pensar que no somos amigos ahora? —dio dos pasos hacia la cama. 

 

— No me voy a puños con mis amigos. —comenté sarcástica— Y él no se refiere a ti con palabras muy lindas. 

 

Cruce las manos en mi regazo con superioridad. No iba a continuar jugando al paso de los demás, volvería este mi juego y alguno cantaría todo al final de la partida. 

 

— ¿Que te dijo? ¿Te contó sobre el complejo? —interrogó. 

 

— Él, al igual que tu, piensa que soy tonta, ciega y sorda, o en su defecto pretenden que ignoren lo que sucede y viva cómo si nada después de recibir dos palizas que casi me envían con el padre celestial. —escupi con rabia. 

 

— ¿Lo tenias reprimido? —se burló. 

 

— Tu sabes a que me refiero cuando hablo de los hombres que salieron perfectamente ilesos de mis balas. —ignore su réplica— Además de eso, sabes lo que sucede en el complejo que también tiene que ver con los hombres. 

 

Lloyd suspiro aburrido. 

 

— ¿Por qué no la callaron para siempre? —hablo para sí. 

 

— Besa traseros. —dije con desdén. 

 

— Tu te has junto mucho con Tales. 

 

— Que bueno que sabes de donde viene. 




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