Proyecto Humblood

XIV.

Todos en el dormitorio guardaron silencio al vernos a Tales y a mi cruzar el umbral. Sus rostros hablaron por si solos reflejando molestia en sus facciones. Quedaban en total unas tres horas antes de asumir el turno, así que no podía culparlos por querer ejecutar a alguien. El descanso era sagrado y a nadie le gustaba desperdiciar ni un segundo, menos si no les daban una razón coherente por la repentina alarma que seguro envío a más de uno a parar al piso. Aguardaron pacientemente que Tales me colocará en la cama para comenzar con la bomba de preguntas. 

 

— ¿Que sucedió? ¿fallaron los sistemas otra vez? 

 

Ahora notaba que existía cierta ambigüedad en su hablar. Algo más debajo de esa pregunta que se presentaba tan sencilla. Tales suspiró con pesadez llevando las manos a sus caderas. 

 

— Lo sabe. —soltó sin preámbulos. 

 

Los ojos de todos fueron a parar en mi posición con intensidad. 

 

— ¿Y esta con su padre o con nosotros? —inquirió Marlee.

 

Tales abrió su boca para responder pero me adelante. Era yo quien debía aclararlo. 

 

— No me parece bien lo que le hacen a esos soldados malheridos. —comunique. 

 

— ¿Y eso significa? 

 

— Significa que no estoy de acuerdo con mi padre. 

 

— ¿Y por qué deberíamos confiar en ti? —se metió otro. 

 

— No espero que lo hagan. —me encogi de hombros— Mi padre es un bastardo, y lo más lógico es que su hija lo sea también, ¿no? Si quiero que confíen en mi debo demostrar que no soy como él, pero no puedo pensar una forma ahora mismo. Les prometo que no estoy aquí para llevar información a Peter, sin embargo. 

 

Se vieron entre sí para determinar si no los engañaba. 

 

— Suena sincera, y no ha sido una perra en el tiempo que lleva con nosotros. —razonó Marlee. 

 

El grupo de hombres exclamó en acuerdo. 

 

— Bien, esperemos al resto del equipo para seguir hablando de esto. —los corto Tales. 

 

Sostuvo la radio en su mano y ladro la ordenes de reunirse en el dormitorio. Unos minutos después el lugar se encontraba abarrotado. 

 

— Bien, atención. —Tales llevo la vista de todos hacia él— La alarma se activo porque, nuevamente, se libero un soldado Humblood. 

 

— ¿Que es lo que está haciendo Lloyd? —se quejo Killard— No es tan difícil contener a esas cosas. 

 

— El Humblood casi ataca a Evans. —prosiguió— Lloyd lo detuvo por pocos segundos. 

 

— Eso no es lo que parece. —murmuró con desdén Nomes— ¿Que te paso Evans? 

 

— Me atacaron dos de ellos en mi casa. —respondí. 

 

— Dijiste que te habían asaltado. —recordó un integrante del nocturno. 

 

— No pensé que todos ustedes supieran sobre los Humblood. —me excuse— No podía simplemente decirlo de buenas a primeras. 

 

— ¿Y no le dijiste a tu padre? —indago Howard. 

 

— No haría diferencia, le importa muy poco lo que me pase. 

 

— Me negaba a creerlo, pero ahora veo que si. —Howard se cruzó de brazos— Me parecía un poco extremo que ni siquiera le importase su propia sangre, ¿pero ahora? El mensaje me queda muy claro. 

 

— ¿Cual mensaje? —arrugue el ceño. 

 

Tales relamio sus labios enfocandome. 

 

— ¿Recuerdas que te dije que traerte aquí fue con el propósito de darnos un mensaje? —afirme con la cabeza— No muchos lo creyeron. A pesar de todo lo que sabemos de tu padre nos parecía muy loco, y prefirieron creer que estabas aquí para espiar. 

 

— ¿Cual es ese mensaje? 

 

Tales me vio indeciso. Lo anime en silencio a continuar. 

 

— Nadie nunca podrá detener a Peter Evans, ni siquiera su propia sangre. Arriesgaría todo por este lugar y no le importa que su familia se vea afectada. 

 

— En resumen, si le vale tan poco la vida de su hija, la de nosotros es nula para él. —lo secundo Killard. 

 

— Mierda. —fue lo único que atine a decir. 

 

No me sorprendía para nada, pero la perturbación de saber que ese hombre llegaría a tales extremos me hizo sentir ansiosa. No era novedad cuan poco le importaba, me hacía una idea desde que me abandono a los doce. Esto sólo era la confirmación final y la demostración de lo mal de la cabeza que se encontraba. 

 

— Evans. —distingui la pena en la voz de Tales. 

 

— Ni te atrevas a sentir lastima por mi, Tales. —lo amenace con el dedo— Ese viejo hijo de puta me importa tan poco también que si un misil le explotará encima haría una fiesta. 

 

— Es tu padre. —cuestionó Killard. 

 

— No, no. Él nunca fue o será mi padre. Y con esto que me acabo de enterar prefiero regresarle su sucio apellido. —agite mis manos cansada— No necesito a más nadie tocando en mi puerta para darme una paliza. 

 

— Tenemos que esperar que se reúna con el viejo. Estoy tan seguro como que me llamó Howard que tratará de ponerla de su lado. 

 

— No sería de extrañar. —concordó Tales— El siempre intenta que todos acepten sus maniáticos planes. 

 

— No lo haré. —aseguré— Ni con el mejor soborno estaré de acuerdo con algo tan perturbador y sanguinario. 

 

— Eso lo dices ahora. —Howard descanso su espalda contra la pared— Tu padre es bastante persuasivo. Busca los puntos débiles de cada persona y los utiliza a su favor para ponerlos de su lado. 

 

— Puedo manejarlo. —dije con seguridad. 

 

Levanto una ceja incrédulo. 

 

— Muchos han dicho lo mismo. 

 

— No me des tantos ánimos, por favor. —reproche sarcástica. 

 

— Estoy advirtiendote. —justificó— Notó que sabes tan poco de tu padre que crees que es sencillo manejarlo.  




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