Proyecto Humblood

XVIII.

— Creo que hoy quiero ir a Delta. 

 

Me aproxime a Tales antes de salir de los dormitorios para el turno de hoy. Mire sobre mi hombro para verificar que nadie escuchó lo que salió de mi boca, no necesitaba a Killard o Howard en mi nuca con sus bromas tontas. O a alguien cuestionando. Suficiente con tener que escabullirme como rata sin que ninguno de mis superiores pusiera un ojo sobre mi. La idea de Lloyd, Tales o West atrapandome en el acto me tenía inquieta. Era difícil para mi, ninguno es estúpido o nació ayer. Mucho menos el hombre que tenia frente a mi con la negativa rozando sus labios. 

 

— Siento que debo ir. —suplique sin dejarlo hablar— ¿Figuras todo esto de "enfrentar lo que te atormenta"? Bien, eso quiero hacer yendo hoy a Delta. 

 

El miedo y los nervios se reflejaban en mis manos sudando. No encontraba más que pasarlas por mis pantalones limpiandolas una y otra vez. 

 

— No estas en condiciones de andar sola, aun tienes heridas que sanar. 

 

— Te mantendré informado por la radio. 

 

Acomodó la gorra en su cabeza reacio a la idea. 

 

— La última vez no sirvieron de nada. 

 

— No puedo estar todo el tiempo contigo, Tales. Debo hacer las cosas por mi cuenta. 

 

Mi bota chocaba contra el piso con impaciencia. Tenia un punto muy bueno. Un punto que si supiera la razón real por la que quería ir a Delta, lo mantendría hasta el último momento y ni en mis sueños iría a ningún lado. No es como que estuviera muy emocionada por la travesía, de todas formas. Sin embargo, era información que, si no entendí mal, ni Peter sabía. Haría con ella lo que quisiera hasta que él supiera y si estaba en mis manos trataría de que nunca llegue a sus oídos. El Doctor Kitsch estaba quemado. Por supuesto que lo que tenia al hombre dando saltos de emoción no era revertir lo que se hacía en las torres. Claro que no. Era algo tan retorcido que mi mente nunca podría descifrarlo por si sola, él era quien me lo dejaría saber de primera mano. 

 

— Hemos estado los últimos días juntos, ¿por qué es un problema hoy? —cuestionó. 

 

Resople sin poder estructurar una respuesta que no me pusiera en evidencia. 

 

— Ya sabes, esto...—comencé a balbucear. Mire a todos lados y mi vista paró en Killard dándome una excusa al instante— Los chicos se están tomando esto por un camino muy erróneo. Imaginate que West lo note, muy poco profesional, ¿no te parece? 

 

El ceño de Tales se frunció. 

 

— ¿Camino erróneo? ¿Cómo es que esto...—señaló entre el y yo— es erróneo? Solo estamos hablando, no hay mucho de lo que sacar de aquí.  

 

— Hacen bromas. Unas muy fuera de lugar, debo decir. 

 

— Esto es personal militar, Evans. ¿De que esperas que hablen? Toman todo lo que tienen y lo transforman en bromas tontas. No te lo tomes a pecho. 

 

— No lo hago. Solo no quiero que se creen malentendidos por no atacar esto a tiempo. 

 

Tales carcajeo. 

 

— ¿Te estás escuchando? Hablas como si nos hubieran encontrando en el baño teniendo relaciones.  

 

El dormitorio entero cayó en silencio por sus palabras. Apreté mi mandíbula avergonzada. 

 

— Solo enviame a Delta, ¿si? —corte la conversación dirigiendome a él entre dientes— Estaré en la zona central. 

 

Recogí el arma que reposaba en mi cama y la puse en la pistolera en mi muslo. Salí de allí antes de que las preguntas comenzarán a saltar en el aire. No había sido la mejor forma de desviar su atención, pero pensaba había servido para el propósito inicial. Quede como una mimada, si, pero lo superaría. No me molestaban las bromas, mucho menos estar con Tales pero sinceramente no pude pensar en otra manera de que me permitiera ir a Delta. Más tarde le dejaría en claro que no eran un problema para mi, y si la información valía la pena para compartir, la traería a colación y todo quedaría más claro. Era mala para la excusas, mentiras y todo lo que me pusiera en una posición de presión. Me agrada la verdad, pero en este juego mentir era el motor para avanzar. La honestidad no figuraba en este tablero. 

 

Pronto el equipo llego a donde esperaba. Tales inicio su palabrería de cada mañana y posteriormente a ladrar las posiciones del día.  

 

— Evans. —juntamos miradas. Le di un asentimiento para que supiera le prestaba atención— Delta. 

 

Levante mi pulgar y me puse en marcha. Pasaba junto a él cuando su mano se enganchó en mi brazo deteniendo mi paso. 

 

— Se supone que soy el que no habla. —dijo en voz baja para que solo ambos pudiéramos escuchar— La peor de las excusas que ha salido de tu boca. Haz lo que tengas que hacer y hablamos. 

 

Quite sus dedos uno por uno deshaciendo el agarre. 

 

— ¿Por qué siempre crees saberlo todo? —ataqué. Me gustaba molestarlo. 

 

— No lo sé todo, tu eres un libro abierto. Dos cosas muy diferentes, Gala. 

 

Rodé los ojos.

 

— Cómo digas, Clayton. 

 

Nuestros brazos rozaron mientras me iba. Dos silbidos se escucharon a mis espaldas pero no trate de ver quienes eran los dueños de tal acción. Era tan obvio como que el cielo era azul. Me hallaba enfocada en una tarea con la cual no estaría satisfecha hasta que saliera de ahí con la información fresca en mi cerebro. Tan mala para mentir, como pésima para resistirme a descubrí más mierda de este lugar. ¿Se imaginan si fuera del tipo regular? De esos que empacarian sus pertenencias y adiós. No me extrañen. Lo que suceda o no aquí me importa tan poco como a Peter le importan el montón de familias que esta destruyendo. En serio, ¿se lo imaginan? En el caribe con una nueva identidad. Algo así como María López. No estaría aquí perdiendo un cabello cada microsegundo. Eso es seguro.




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