Proyecto Humblood

XXIII.

La cama se sentía particularmente cómoda ese día. Abrí mis ojos y di un bostezo gigantesco, podría seguir durmiendo pero quería hacer un par de cosas hoy. Me estire para sacar la pereza de mi cuerpo y fui a mis pies sobando mi barriga que pedía a gritos comida. Luego de la conversación con Lloyd, me había quedado en mi habitación meditando un poco la situación. Lo único que pude concluir fue que tenía que ocultar mejor esa memoria USB, si daba la casualidad que alguien decidiera venir al apartamento a hacer un poco de desastre el colchón siempre era el objetivo principal de todo asaltante. Esperaba no fuese nuestro caso, ya pasamos por suficiente, pero nunca esta de más asegurarse. Saque la memoria y ya no estaba debajo del colchón sino dentro de el. Si, dentro. Con un cuchillo creé un agujero perfecto donde encajaba la memoria y la deposite allí. ¿Alguna vez escucharon de un ladrón que buscará dentro de un colchón? Absolutamente no. Aunque si decidía que mi colchón era muy suave podría llevárselo... mejor no lo pienso demasiado. 

 

Posterior a mi maravilloso plan, Alicia y Aaron llegaron a casa con la comida. Fue tanto lo que pasamos a nuestros estómagos que nos sentamos todo lo que resto del día en el sofá a hablar de cualquier tontería posible y cuando el reloj marcó las siete estaba fuera de ahí, dándome una ducha y lista para dormir sin darle mucha importancia a la cena. Comí como para alimentar a la generacion siguente entera, no quería saber nada mas de comida. Doce horas más tarde, mi estómago hacia una huelga por falta de alimentos como si el día anterior no estuve a punto de rodar a la cama. 

 

Abrí la puerta de mi cuarto y me asomé con precaución. Nunca supe si Aaron se fue a su casa, lo bueno es que caí muerta y si hicieron algo en la noche no fui consciente de ello. Agudice mi oído a los sonidos, pero no escuche nada. En puntillas llegue al baño, lave mis dientes y rostro. Me encamine a la cocina con el mismo silencio y saque del refrigerador un yogurt de Alicia. Me mataría porque eran estrictamente para llevar a su trabajo como merienda, pero no podía esperar a hacer los panqueques y tocino. Demasiado tiempo para soportar los lloriqueos de mi sistema. Saque una cuchara de la gaveta y la metí en el envase de yogurt sacando una porción cargada que paró en mi boca. Prendí la cocina y puse los sartenes que utilizaría, me estire y alcance la mezcla para panqueques comenzando a hacer mi desayuno. 

 

- Buenos días. 

 

El yogurt casi se desliza de mis manos por el saludo repentino. Trague lo último en mi boca y me deshice del envase vacío. 

 

- Hola, Aaron. -sonreí dando la vuelta para verlo. 

 

Su cabello estaba revuelto, era una vista poco habitual. Siempre estaba inmaculado, sin arrugas o desorden. Todo lo opuesto a Alicia. 

 

- Alicia esta noqueada en la cama. -se sentó bostezando. 

 

- Despertarse temprano no es su fuerte. -le di mi atención a los panqueques virtiendo en el sarten la mezcla- ¿Quieres comer o tienes que irte? 

 

- ¿Que hora es? -preguntó. 

 

- Casi las ocho. -informé. 

 

- Tengo que estar en el hospital a las diez. Puedo comer aquí, si no es molestia. 

 

Agite la cabeza despreocupada. 

 

- Unos minutos y te sirvo tu desayuno.

 

- Gracias, Gala. 

 

Sonreí por sobre mi hombro dejandole saber que no era problema. Me acerque a la nevera y saque el tocino. 

 

- ¿Tocino o solo panqueques? 

 

- Solo panqueques.

 

- Listo para ti. 

 

Le pase el plato con su desayuno, agradeció una vez más y los lleno de la miel que Alicia acostumbraba a dejar en la mesa en una linda jarra pequeña de vidrio. 

 

- ¿Volverás a la milicia? -saco conversación. 

 

- Es complicado. -alejé mi tocino del fuego y coloque lo de Alicia- En algún momento, tal vez. Ahora no, sin embargo. 

 

- ¿Por qué no haces otro trabajo? -inquirió. 

 

Reí suavemente. 

 

- Esto es lo único que conozco. -me eleve de hombros sirviendo mi plato- No se hacer otra cosa. 

 

- Puedo darte un empleó. -ofreció.

 

- Dime más. -lo anime a continuar recargando mi peso en la encimera comiendo lo que estaba en mi plato. 

 

- Necesito una asistente. 

 

Hice una mueca pasando el alimentó con dificultad. 

 

- No, no puedo. -negué- A duras penas recuerdo mis cosas, imaginate si tuviera que manejar las de otro. No quiero ser la causa de tu fracaso, gracias de todas formas. 

 

- Es sencillo, solo tendrías que atender llamadas y anotar citas. No es nada del otro mundo. -explicó. 

 

- Odio la monotonía. -admiti. Apague la cocina cuando el desayuno de Alicia estuvo listo y lo acomode todo en un plato- Me gusta el cambio que sucede día a día en la milicia. Te despiertas y no sabes si vas a tener que controlar a un grupo de insurgentes o correr de una bomba. No sirvo para estar... ya sabes, encerrada en una oficina haciendo más de lo mismo. 

 

Como si en el complejo no hiciese más de lo mismo. Era hilarante lo contrariado de mis palabras. 

 

- Entiendo. -dio un asentimiento en comprensión- Amaba ser médico en la milicia porque la adrenalina que sentía en esos momentos no se compara con lo que siento estando en emergencias en la ciudad. Allá me querían para salvar un vida en estado crítico, y aquí para aliviar un dolor de cabeza. 

 

Reí suavemente. 

 

- Eso es un gran cambio. 

 

- Es lo que es. 

 

- ¿Por qué te fuiste? 

 

Su espalda cayó en el respaldar y apartó la mirada unos segundos. 

 

- Mi familia me necesitaba. -se limitó a decir. 




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