- Gala.
Me agitaron un poco sacándome de mi estado dormido.
- ¿Mm? -solté en respuesta.
- Ya me voy a mi turno. -hablo en tono bajo- Por favor no vayas a salir a ninguna parte, ¿si?
- Enten...dido. -solo podía balbucear, estaba medio dormida aún.
¿Que hora es?
- No se que dijiste pero espero sea una afirmación. -se enderezó.
Me di la vuelta alcanzando el celular en la mesa de noche. Mi expresión decayó al ver la hora.
- Son las cinco de la mañana. -me queje poniendo las sabanas sobre mi cabeza- Ya vete y dejame dormir.
- Solo me aseguro de que no cometas una locura.
- Ya, como digas. -me puse de lado disfrutando del calor de mi cama- Lindo día.
- Te deje el desayuno en el microondas. -escuche sus pasos alejarse- Esta un poco quemado pero te gustará, tanto como el yogur que me robaste.
La puerta de mi habitación se cerró y posteriormente la principal también. No me tomo mucho volver a dormir y para cuando desperté por cuenta propia el reloj en mi celular marcaba las nueve. Me puse de pie e hice mi rutina habitual a paso de tortuga. En la cocina, saque el plato que Alicia había dejado en el microondas para mi y reí ligeramente. Las tostadas estaban bien, el huevo sin embargo... mejor ni describirlo. Abrí uno de los gabinetes superiores y saque la jalea, puse un poco en el pan y lo comí sin mucha complicación. Los huevos, aunque me sintiera mal por desperdiciar comida, estaban a un punto en el que no sabias si te daría diarrea o la muerte. Prefería no arriesgarme. Tome un poco de agua, lave los platos y regrese a mi habitación por la bolsa de lona que cargaba una tonelada de ropa sucia. La arrastre todo el camino hasta el armario que ocultaba la lavadora y secadora, tome asiento en el piso y separe lo que necesitaba ser lavado urgente antes de mutar por la cantidad de sucio y lo que podía esperar un poco más. Coloque la primera tanda, jabón e inicie el ciclo de lavado.
Me tire en el sofá completamente aburrida. Bueno, no aburrida en todo el sentido de la palabra porque había bastante acción ocurriendo, más bien diría que aburrida en el sentido de no tener nada normal que hacer porque lo único que ocupaba mi lista era cuidar de mi lastimoso trasero. Sin dinero, con un padre de psiquiátrico que insistía en hacerme la vida de cuadros, una mujer que cree quiero la atención del padre de su hijo, un doctor que quiere experimentar con niños, y mi más recién adquisición, un maldito degenerado que toma fotos de mi y me deja mensajes amenazantes. Dame un respiro vida, ¿no crees? Quería estar aburrida en el sentido de ir a un club y pasar el rato. Seguro si asistía a uno me quedaría plantada en medio de la pista de baile pensando si alguna de esas personas me iba a atacar porque, ¡sorpresa!, mi padre le arruinó la vida. ¿Por qué no podía tener la clase de preocupaciones de una persona normal? Como Alicia que perdía la cabeza pensando si una bufanda o un adorno para el hogar era lo indicado para impresionar a la madre de su novio. Todo un día discutiendo si es el regalo correcto o no, debía darle puntos al menos por distraerme un rato y hacerme olvidar del lio que era mi vida.
Se sintió bien ser promedio por un tiempo, pero nada es para siempre y aquí me tenían. Sentada en mi sofá uniendo hilos para descifrar la razón por la que mi padre canceló mi cuenta o quien demonios tomaba fotos de mi. Para mi alivio, nunca me paseaba desnuda por la habitación. No obstante, nunca se sabe y todo es posible en estos días para mi. En cuanto a la cuenta bancaria, si pudo lograr que la cerrarán sin la más mínima discusión o sin consultarme, claro que lo haría con otras. Me quedaría por un tiempo tranquila con ese asunto, no valía la pena perder la cabeza porque si me lo preguntaban ahora mismo creía que su objetivo era ese. Hacerme temer y retroceder, o quizá era un aviso de que él estaba por delante de mi. No tenía ni idea, pero me inclinaba mayormente a la idea de volverme loca. De por sí, ya temía de él, sacarme de mis casillas no le costaría demasiado y tenia que hacer lo posible porque no alcance su objetivo. Me sentaría y viviría de Alicia... aunque me hacía sentir como una carga. Más adelante se lo pagaría y agradecía un millón de veces. Es lo que es.
La lavadora chilló dejándome saber que terminó con la ropa. Expulse el aire de mis pulmones poniéndome de pie, camine unos pasos y saque la ropa de la lavadora arrojandola en la secadora entre malabares para que nada se cayera. Cerré con mi pie cuando todo estuvo dentro y la encendí. Tres toques inesperados y duros en la puerta principal me tomaron desprevenida provocando que mi cabeza se volteara rápidamente hacia la dirección de donde provenía el sonido. Aguarde unos segundos agudizando mi oído para ver si escuchaba algo más pero solo fue un silencio total. Acorte la distancia entre la entrada y yo con pasos lentos y cautelosos para no anunciar mi presencia en el apartamento. Me puse en puntillas y vi a través del ojo de la puerta. No había nadie. Retrocedi extrañada y cuando me alejaba un quejido adolorido llamo mi atención. Vi a través del ojo una vez más y continuaba siendo un pasillo vacío. Otro quejido llego a mis oídos y colocando la cadena que sólo permitía abrir un poco la puerta, gire la perilla e inspeccione el pasillo. Mi mandíbula cayó al conectar miradas con la persona desparramada en el piso, cerré la puerta quitando la cadena y la abrí por completo.
- ¡Mamá! -me agache examinando su aspecto.
Se hallaba tirada en toda la entrada con un pequeño corte en su labio, ebria y con raspaduras en su costado izquierdo.
- ¿Gala? -trató de levantar su mano para tocar mi rostro pero la aparte con cuidado- ¿Donde estoy?