Proyecto Humblood

XXVII.

Los primeros rayos de sol entraron pegando directamente a una esquina en el fondo de la habitación. Todo era visible, ya no podía pretender que estaba en orden. Ya no podía sentarme en mi cama, en estado ausente y aguardar por una mágica solución. O siquiera rogar en silencio que fuera un mal sueño, no podia. La realidad era lo que ahora veía, el desastre a unos metros de mi, la USB pérdida, los niños huérfanos a solo unas cuentas llamadas de ser tomados y sometidos en un proyecto retorcido que aún no había sido capaz de detener. 

 

Decepción, rabia, tristeza, determinación. Un montón de emociones luchaban por el puesto principal para hacerme sentir algo más que esta confusión que llevaba saltando de lado a lado en mi cabeza. La confusión que te hace pensar que quizá lo que estas haciendo no te corresponde y no eres el héroe de una historieta que renace de las cenizas luego del golpe final del enemigo. Era humana, de carne y hueso. Propensa a la muerta, muy propensa. Era claro que si Peter decidía arremeter con todas sus fuerzas contra mi, las chances de sobrevivir eran parecidas a la de una planta olvidada en el balcón de un apartamento abandonado, con el sol directo y nada de agua. No obstante, afortunadamente cuando callar a esa fastidiosa voz en mi cabeza que me pedía desistir. Todavía tenia fuerza y no pararía hasta agotar mis recursos. ¿Una mala decisión? Claro que si ¿pero quien no ha tomado malas decisiónes que terminan en algo bueno porque verdaderamente creía que era así? Capaz no era tan influyente como Peter, o no tenia la cantidad de contactos de los que él disponía pero algo más me empujaba a seguir, algo que descubrí y pude darle nombre hace un par de horas mientras me ahogaba en mi cabeza.

 

Me avergonzada el reconocerlo, lo ignoraba o empujaba al fondo de mi cabeza, no tenía idea, pero reconocía que estuvo allí todo el tiempo siendo al menos una pequeña parte de lo que me animaba a continuar. Odiaba ser subestimada, mi vida entera se basó en demostrar que era más de lo que aparentaba, y aquí estaba una vez más, probando a un hombre que me tiene en los más bajo de su lista de prioridades que lo que sea que me hiciese atravesar, seria capaz de superarlo. Me lanzó a los lobos nombrandome dirigente del complejo, me uso de cebo. Un premio de consolación para los afectados ¿que perdía al usarme? La inminente debilidad y vulnerabilidad que creía me caracterizaban libraría su cuello de los miles que pedían un trozo de el por al menos un tiempo. Un error de su parte, porque nadie pondría sus manos sobre mi tan fácilmente. 

 

Peter se las vería difícil para librarse de mi. Sus intentos por volverme lo que él esperaba que fuese desde un inicio se volvían cada vez más desesperados y ridículos. Hacerme trabajar en condiciones deplorables, sin paga o cuentas bancarias. Él era consciente de su error, no esperaba que fuese tan resistente. Seria un dolor en el culo como mejor sabia serlo, porque ningún ser sobre la faz de la tierra me iba a subestimar dos veces nuevamente. Estaba harta de ser tratada como porquería por quienes eran la porquería en cuestión. Me quedaría, recibiría los golpes, caería y me levantaría con las mismas. Era suficiente, mucho más que suficiente. Se lo demostraría a Peter aunque me hiciera sentir la persona más tonta tener que hacerlo, lo vería caer ante mi y seria quien lo vería arrastrarse también. Arrastrarse y besar mi maldito trasero por piedad. Tal vez el odio me movía un poco, sin embargo no permitiría que fuese la gasolina de mi motor. Ya tenía bastante con que trabajar con el cincuenta - cincuenta de mi espíritu heroico y la necesidad de mostrar un punto absurdo. 

 

El reloj de mi celular marcaba las cinco de la mañana y la maldición que atravesó mis labios fue imparable. Definitivamente anoche no había dormido absolutamente nada y la lentitud en mis movimientos hacia el baño lo dejaba claro. De igual manera, no tenía sueño y tampoco las intenciones de intentar dormir. Honestamente solo me sentía drenada por pensar la noche completa y quería liberar un poco de la tensión que apresaba mis músculos y por primera vez en mucho tiempo la solución llego a mi sin tener que sufrir demasiado. En la ducha ignore por completo la llave de agua caliente y abrí hasta el tope la llave opuesta. El frío me golpeó y tuve que sostenerme de las paredes para no caerme al comenzar a temblar, recogí el jabón e hice lo mio con velocidad. Al volver podría lavar a fondo cada centímetro de piel, por mientras me aseguraría de no oler mal. Envolviendo mi cuerpo en la toalla, puse junta la ropa que usaba antes del baño y pasando de largo por el espejo sin siquiera dar un vistazo salí de ahí. La puerta de Alicia se abrió y nos encontramos de frente provocando que detuviera mis pasos de golpe. 

 

— ¿Por qué no estas durmiendo? —cuestionó bostezando. 

 

— Voy al gimnasio. 

 

— ¿A donde? 

 

— Al gimnasio. —repetí más alto. 

 

Retrocedió viéndome con extrañeza. 

 

— ¿Por qué? 

 

— Quiero liberar un poco de tensión. 

 

— ¿Haciendo que? ¿pesas? 

 

— No hago pesas. 

 

— No me digas que vas a...—dejó la frase en el aire. 

 

— Así es. —me límite a decir. 

 

— Siempre que lo haces acabas con las manos hechas trizas. 

 

— No quiero seguir teniendo estos repentinos vómitos o ataques nerviosos. 

 

— Eres humana y estas pasando por una situación estresante. Es completamente normal. —mostró su desacuerdo. 

 

— Me ayudaré a liberar un poco. —continúe— Siempre que lo hago vuelvo más relajada, ¿recuerdas? 

 

— Y con las manos en mal estado. 

 

— Prometo que no. 

 

— No prometas a la ligera. —regaño. 

 

Exhale apartando la mirada aburrida de la conversación. 




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