— Alicia. —llame mientras caminaba a mi habitación.
— ¿Si?
Me pare en el umbral viéndola completamente entretenida con el yeso.
— ¿Disfrutando de la tarea? —apoyé mi peso en el marco de brazos cruzados.
— Y de la conversación. —añadió sin vergüenza.
— Ya sabes a que vengo entonces.
— Si.
— ¿No dirás nada más?
Alicia suspiro bajando el yeso para enfocar mi rostro.
— No voy a ser un problema para que logres tu meta.
— Pensé que al menos te quejarías. —la pique— No me siento querida.
— Cállate.
Ambas reímos y luego de unos minutos la seriedad volvió.
— ¿Me llamarás todos los días?
— No me voy por mucho tiempo.
— Ni siquiera lo sabes.
— Volveré en quizá dos días. —comunique segura.
— ¿Dos días? —repitió en negación— Eso no te va a tomar dos días.
— ¿Como sabes que no?
— Dos días toma ponerse al corriente con una amiga que no veías hace mucho tiempo —mostró su punto—, hablar con un hombre que conoce a tu padre y tiene un movimiento contra él... Gala, yo creo que eso te va a tomar tus días restantes de descanso.
— No tengo esperanzas de conseguir demasiado. —admiti.
— Por algo Tales te llevará, ¿no? —razonó— No creo que aún estén en la etapa de conocer a los padres de cada uno.
— No empieces. —cubrí mi rostro con una mano.
— ¿Cuando te iras? —indago medio riendo.
— Mañana.
— Perfecto. —dio dos saltos en su lugar emocionada— Así terminaré de arreglar tu pared y tal vez cuando vuelvas te haya instalado unas lindas cortinas.
— Sobre volver... —vi por mi hombro antes de entrar a la habitación. Me acerque y musite—: No puedes decir a nadie donde estoy.
— Define nadie.
— Nadie. —reitere firme— Humano, animal, espíritu... nadie.
— ¿Nadie de nadie? —hizo una mueca.
Sabia por donde iba.
— Ni siquiera a Aaron. —solté.
— ¿Y como quieres que lleve tu partida?
— Háblale a la almohada, helado, chocolates. —enumere con mis dedos— No le puedes decir a nadie que me fui con Tales y Lloyd, o incluso que me fui. No se quien esta dando la información a mi padre de lo que hago, si nos esta escuchando ahora mismo, o viendo en alta definición tal vez. No lo sé, Alicia. No me puedo arriesgar, ni tu, ni Tales, ni Lloyd, absolutamente ninguno se pude arriesgar.
— Entiendo. —dio un asentimiento lento lo que significaba que su mente le arrojaba ideas— ¿Y que le digo a Aaron si pregunta por ti?
— Haz parecer que estoy aquí contigo.
— ¿Quieres que haga un muñeco de ti?
— Dirás que me la estoy pasando encerrada en mi habitación. —seguí— Que estoy enojada con el mundo, haciendo un berrinche, cualquiera de esas cosas que hace la gente normal ante estas situaciones.
— Le diré que estas constipada. —simplifico.
— No le dirás que tengo diarrea.
— Constipado puede significar muchas cosas, entre esas que estas enferma.
— Pedirá verme, es doctor. —le hice ver.
— Yo soy enfermera. —se señaló con orgullo— No puede desacreditar mi cuidado.
Golpee mi pie contra el piso no muy convencida.
— ¿Segura que funcionará?
— Más que decir que una mujer que fue golpeada casi hasta la muerte y luego se fue a trabajar como si nada ahora está haciendo un berrinche, si, funcionará.
Mostré mi pulgar en aprobación sin ánimos de seguir discutiendo el tema.
— Tengo dos grandes hombres allá afuera viéndose con expresión asesina desde lados opuestos de la habitación. —me di la vuelta— Iré a terminar de solucionar esto.
Abandone la habitación y percibí como Alicia se pegó a mis talones. En la sala, Tales había tomado asiento en el sofá mientras que Lloyd descansaba su espalda contra la pared. Se echaban miradas de reojo, sin soltar ni una sola palabra. Eran tremendamente ridículos.
— He hablado con Alicia. —anuncie rompiendo el silencio de los dos— No tiene problema en que vaya.
— Estirado, te puedes sentar. —ofreció Alicia— Ha sido un día largo y no te haría mal.
Lloyd miró el sofá y a su ocupante negando con la cabeza.
— Estoy bien de pie, señorita. —declinó amablemente.
Alicia se aproximó y detuvo muy cerca de mi.
— ¿Se odian por la razón que pienso o... —susurró en mi oído.
— No se cual sea la razón que piensas, pero si es la que creo, no tiene nada ver. —repliqué— Es un asunto personal de ellos.
Enseñó sus manos inocente.
— No tienes que saltar en mi cuello.
— No salté en tu cuello.
— Sentí el filo de tu lengua cortando mi yugular.
Voltee la cabeza pestañeando.
— Basta.
— ¿Lo ves?
Exhale ruidosamente.
— A la cocina. —la despache.
— No tengo nada que hacer en la cocina. —juntó las cejas.
— Ve a ver que tenemos para comer. —la empuje.
— Eres una...
— Ve. —la corté.
Saco la lengua y se fue a paso apresurado. Llené mis pulmones de aires y encare a los dos hombres.
— Hace unos días busque la caja que le pertenecía a mi padre, ¿la recuerdan? —envíe el enfoque a otro tema para evitar hablar del momento entre Alicia y yo.