La mezcla del olor de la gasolina y el humo se coló por mi nariz provocando una mueca en mi rostro. Me incliné tomando del suelo de nuestro auto el rifle, que seguramente fue a parar ahí cuando caí o Lloyd lo recogió junto conmigo. Algunas partes de mi cuerpo dolían pero no era algo por lo que hacer mucha queja. Lo soportaría, luego del ataque que sufrí hace unas semanas ningún dolor seria comparable.
Nos acercamos a paso lento a el BMW al mismo tiempo que los soldados de Todd se encargaban del suyo. Aun no podia creer lo que mis ojos habian visto y se repetía en mi cabeza sin intenciones de olvidarlo en un tiempo cercano. Fue de los más épico que presencié en mi vida, y alguna vez lo tendría que intentar. Eso seguro.
— ¡Se está moviendo! —bramo Howard.
Levantamos los rifles en una misma dirección atentos a los movimientos. Desde nuestra posición la visibilidad del conductor era perfecta, lo teníamos en el blanco sin ninguna interferencia, pero por otra parte, si el tirador seguía vivo, no lo sabríamos.
— Killard y Howard hagan una revisión del pasajero. —escupi el comando— Lloyd y yo tenemos a este.
— En ello, señora. —sin rechistar se desplazaron para cumplir.
Junto a Lloyd nos acercamos y fue él quien dio la orden inicial:
— Manos arriba si no quieres quemarte con este maldito auto.
El conductor se hallaba bastante jodido. Pequeños cortes por todo el rostro le provocaban rastros de sangre que corrían en gotas y su mano derecha no parecía estar en el lugar que se supone debería estar. Honestamente, aunque jodido, podría haber sido peor. Estos hijos de puta con la maldad en su cuerpo, tendían a sobrevivir más mierda que cualquier ser humano bueno. Apostaría a que si fuera otro en su lugar, no quedaría ni un cabello para el reconocimiento. La ironía de la vida.
— No me importa. —se mostró indiferente.
Vi a Lloyd por un momento y él hacia lo mismo. No era la respuesta que esperábamos.
— ¿No te importa? —me adelante soltando el aire y con dificultad me agache para estar a su altura— ¿No te importa una muerte lenta, en la que cada parte de tu cuerpo se va a quemar o en su defecto explotará? Hombre, no se tú, pero al menos me gustaría morir de un forma un poco más decente después de tal persecución, ¿no te parece?
Sonrió con amargura enseñando sus dientes cubiertos de sangre. Un maldito maniático.
— Cumplí mi propósito.
— ¿Ah, sí? —acomode el rifle y medio reí— ¿Tu propósito es estar de cabeza?
Tragó con dificultad ocultando un jadeo adolorido que se reflejo en su expresión. Que buen propósito el de estos hombres. Patético.
— Voy a sacarlo. —intervino Lloyd— No hay tiempo para jugar a la mierda retorcida de este.
No discutí y me hice a un lado dándole paso. Tampoco estaba de ánimo para persuadirlo. Le daría un nuevo propósito una vez estuviese fuera de ese auto, y ese sería cantar con pájaro la razón por la que estaba aquí. A mis espaldas, Tales frenó su camioneta de golpe y la pisadas avisaron de su llegada.
— ¿Estas bien? —puso su mano en mi brazo.
— ¿Tu lo estas?
— Si, lo estoy.
Quité su mano con delicadeza.
— También lo estoy. ¿Ayudarías a Lloyd a sacar a ese bastardo?
Me examinó y dio un asentimiento.
— En ello.
Desde el otro lado aparecieron Killard y Howard trayendo a rastras al pasajero. Me sentí un poco mal porque eso no le ayudaría en su situación.
— No está consciente, pero tiene pulso y respira. —Killard lo soltó— Un poco de agua fría a la cara y revive. Estoy seguro.
— Esperemos a por lo que quiera hacer Todd. —eche un vistazo fugaz en dirección al otro auto donde terminaban de sacar a los demás.
Tales y Lloyd hicieron tracción sacando al conductor que lanzaba manotazos para que lo dejaran en paz. El primero de estos, harto del comportamiento desenfrenado, cortó un pedazo del cinturón de seguridad y lo amarró en las muñecas del conductor. Los quejidos de dolor no se hicieron esperar y se vieron satisfechos de verlo romperse. Segundos después la todo terreno de Todd aparcó a unos metros y uno de los soldados que lo acompañaba bajo para recoger a los que faltaban.
— El General Todd quiere que nos sigan. —limpió sus manos en el pantalón cuando acabó de subirlos en el maletero. Muy clínico, por si me lo preguntan— Iremos al centro para tratarlos y hacer un interrogatorio.
— No se diga más. —Tales se encaminó a su camioneta y abrió la puerta del pasajero— Vamos, Gala.
— Si insistes. —no me hice de rogar y subí.
Los autos se pusieron en marcha en un caravana y a metros del sitio donde aconteció la persecución una explosión retumbo por el cielo haciéndome girar la cabeza en impresión.
— Salimos justo a tiempo, que suerte. —vio por el retrovisor.
Si, suerte.
— Ni siquiera me nombres a esa perra.
Me acomode en el asiento exhalando ruidosamente. Saqué la capucha y la gorra poniendo un poco de orden en mi cabello.
— La encontraste.
Su atención estaba en regazo y comprendí que se refería a la gorra.
— Así es, tienes que ponértela. —se la pase y negó con la cabeza.
— Puedes quedartela.
Me pegue al respaldar del asiento.
— Es tuya, siempre la usas. —argumente— No sería...
— ¿Profesional? —finalizó incorrectamente.
— No sería lógico. —aclaré.
Rió suavemente.