Proyecto Humblood

XLVIII.

— Bienvenida a la torre tres. —canturreo— Que maravilla he creado en este lugar.

Eche un vistazo intentando ver la maravilla que él veía. No, nada, vacío y oscuro. Suponía que se trataba de un depósito.

— ¿Que? —se plantó frente a mí— ¿Vas a aplicar la leí del hielo?

Negué con la cabeza. Seria una excelente idea a decir verdad, pero jamás logre cumplir tal leí con éxito. Mi boca terminaba metiéndome en problemas de una forma u otra, sumándole a eso, que todavía trataba de recuperarme de mi estado atontado y el filtro no funcionaba apropiadamente. Dos descargas y un golpe, agradecía lograr mantener los ojos abiertos.

— Buscó esa maravilla. —arrastre las palabras— Además de las telarañas colgando en cada esquina, no, no veo nada.

Inhalo irritado.

— Nunca paras, ¿no es así?

Pase saliva por mi garganta seca.

— ¿A que te refieres?

— Ten un poco más de respeto por quien tiene tu vida en sus manos.

— Persona equivocada.

Cerró la boca escogiendo sus palabras.

— Nunca te he entendido.

— Somos dos.

— He sido un libro abierto. —añadió.

— Seguro en mandarín o en algún idioma de esos que, si no te crías hablandolo, ni siquiera intentarias aprenderlo. —comente con ironía.

Sentido de la preservación, Gala. Lo estas haciendo enojar.

— Eres fuerte. —reconoció con genuina admiración— Murió tu amigo, usamos un teaser, y mírate, aún insistes en tocarme el nervio.

— Soy bastante tratable, padre. —le seguí el juego, divertida— La cosa está en que la otra persona tiene que dejar de ser un imbécil.

La cachetada volteó mi rostro y probé el sabor de mi propia sangre. Eso no traeria de vuelta el filtro. No sentía nada, una cosquilla provocaría más.

— Deja de ser insolente.

Limpie la sangre de mi labio lentamente viéndolo a los ojos.

— No es insolencia, solo soy yo. Lo sabrías de haberte quedado más de doce años.

— Tu madre hizo un trabajo asqueroso con tu crianza.

— Si dos participan en el baile, dos deben finalizarlo, es lógica básica. No culpes a la pobre mujer por no querer ver al egendro que le metiste dentro sin su consentimiento.

— Señor, puedo conseguir cinta. —ofreció el soldado.

— Silencio. —rechazó y me dio plena atención escudriñando mi rostro— ¿Que estas intentado?

— Nada. —eleve mis hombros— ¿Por que lo preguntas?

— Esto no es un juego, Gala, no uno que vayas a ganar actuando de esta forma.

— No hay tal cosa, solo trató de hacer volver mis cinco sentidos. Dame un respiro.

Los soldados arrastraron a Lloyd y Tales que luchaban contra las ataduras en sus muñecas. Miré al Coronel por una fracción de segundo en busca de una señal, sin embargo, estaba demasiado ocupado maldiciendo al soldado que lucía entretenido por tenerlo neutralizado. Lo único seguro era el micrófono en mi bolsillo, aunque con el movimiento brusco y la sangre tal vez no serviría de nada.

— Te puedo dar otra descarga.

— Si es lo que quieres.

Puso las manos en su cadera.

— Debí decirle a Conrad que te asesinara en el hospital.

— ¿Te refieres a cuando me atacaron?

— Así es.

— ¿Y por qué no lo hiciste?

— Eras útil...

— Cómo cortina de humo. —terminé por él— Por el altísimo, Peter, que mal personal tienes. Eso de andar por las unidades en despliegue inyectando tu porquería... que bajo.

— Tienen fe en esto.

— ¿Fe en que? —me acomode en la silla gruñendo— Los soldados Humblood son un fracaso, abre los ojos. Ten fe en que la corte marcial se apiade de tu trasero molesto.

— Estas dando por sentado que tu plan funcionará.

— Es bueno. —aseguré— Lo sabrías de no ser así.

— No has ejecutado nada.

— Eso dices tu.

— Además de obviamente follarte a mi personal, ¿que hiciste en Colorado?

— Primero —alcé un dedo—, no tuve sexo con nadie, y segundo, no es tu asunto.

— Es mi asunto si quieres destruir mi vida.

— ¿Tu vida? —reí— La audacia, Peter. ¿Que hay de las miles que tu destruiste? ¿esas no te importan?

— Son medios para un fin.

— Que asco me das.

— Eso no pensaste al llamarme rogando por un trabajo.

— No empieces con eso. —rodé los ojos— Me arrepiento a igual medida que tu.

Peter sonrió y enfocó al par a unos metros.

— ¿Sabían que intento quitarse la vida?

Clave mis ojos en un punto muerto de la pared con los cables haciendo corto circuito. Traer a colación ese tipo de cosas era patético, no tenía relevancia.

— ¿Por qué no los miras? —sujetó mi cabeza y me obligó a ver al par— Sé honesta.

Inhale profundamente.

— Intenté ahogarme en la bañera por problemas financieros. —mi tono sonó plano y sin emoción— Estaba hasta el cuello de facturas y no sabia como solucionarlo luego de mi despido de la arma.

Peter soltó una carcajada. Ellos sólo me observaron, sin compasión o lastima. Él quería hacerlo ver como una debilidad, algo que me ponía en sus retorcidos ideales mucho escalones por debajo. No era débil, estaba enferma, busque ayuda y lo superé. Punto. Él no tendría hilo con el que tejer sobre ese tema.

— Has evolucionado bastante bien, Gala. —dio dos palmadas cual perro en mi cabeza— Al menos no usaste el alcohol, eso me sorprendió.

— Aléjate. —pronuncie entre dientes.

— ¿Te toque el nervio? —se mofo— Lo que es igual, no es trampa.

Me pegué al respaldar de la silla creando distancia con el rostro arrugado en disgusto.

— Disfrutaré verte tras las rejas.

— Gala, deja de pretender que tu plan tendrá éxito. Estas en mis manos.

— No me necesitan para seguir adelante con el plan. —deje saber— Puedes poner una bala en mi frente, y aun así, seguirá.

Rodeó la silla con las manos tras su espalda saliendo de mi campo de visión.




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