— Hemos aterrizado, señores.
Tales levantó el pulgar para que el piloto supiera que los habíamos escuchado y bajamos de un salto con la cabeza agachada protegiendonos de las aspas. Minutos más tarde, aterrizó el helicóptero que transportaba el verdadero paquete valioso interrumpiendo las presentaciones de los soldados que aguardaban por nosotros en la base.
— Traigan el paquete aquí. —ladre— Revisen las esposas y cadenas.
— Copiado, señora. —acato uno de los soldados.
Dos camionetas blindadas condujeron en nuestra dirección a través de la pista de aterrizaje vacía deteniéndose a un par de metros. Las puertas se abrieron y reconocí al conductor de inmediato.
— Capitán Parris. —saludé— ¿Que tal todo?
Cada posible parte de él que pudiera evidenciar la peculiaridad de su aspecto había sido cubierta a la perfección. El sol comenzaba a esconderse y Colorado no era caluroso en lo absoluto, afortunadamente. En otro caso, me sentiría terrible por él, aunque no debe ser demasiado emocionante esconderse a sí mismo por miedo a ser juzgado.
— Eso se lo pregunto a usted, Sargento. —estrechó mi mano y posteriormente la de Tales, Lloyd y Howard. Echó un vistazo al trío de rodillas en el piso y se dirigió a mí—: El valioso paquete.
— En efecto. —confirmé y los señale pausadamente— Supongo que ya conoces a Peter Evans. Conrad Evans y el Doctor Kitsch son los añadidos.
— ¿Conrad Evans?
— Mi más reciente adquisición. —comenté con ironía— Un hermano.
Me miró incrédulo y negué con la cabeza. Teníamos trabajo que hacer.
— Como quiera. —se guardó las preguntas— Las órdenes de Todd fueron llevarlos al centro y encerrarlos en las jaulas.
— Correcto.
— Irán conmigo. —prosiguió— Ustedes ocuparán la otra camioneta.
— Prefiero ir contigo, tengo que mantener mis ojos en ellos.
— Veo que estas un tanto...
— ¿Paranoica? —completé por él— Lo estoy.
— Te aferras a esa arma como salvavidas.
Baje la mirada enfocando el rifle por un momento.
— Son un paquete valioso, Parris. Uno que tratará de luchar para salirse con la suya y jodernos. No me puedo tomar esto a la ligera.
Dio un asentimiento en comprensión.
— ¿También querrás formar parte de las rondas de vigilancia?
Lo tenían todo arreglado.
— Eso suena magnífico, me apunto. —acepté.
— Bien, llevemos a estos malnacidos a las jaulas.
Parris se aproximó a los soldados pidiéndoles cargar el paquete y Kitsch lo vio con intensa curiosidad remarcada en sus ojos.
— Me iré con él, muchachos. —anuncié llegando al grupo— Nos vemos en el centro.
— No hay problema.
— ¿Me pasas mi bolsa? —pedí a Tales— Tengo que dar con mi celular.
Entregó la bolsa y la colgué en mi hombro.
— Hablando de celulares —dijo Lloyd—, ¿cuando haremos esas llamadas?
— Una vez estén en las jaulas, comenzaremos a ejecutar esa parte. —indiqué— Por ahora, le enviaré un mensaje a Alicia.
— ¿Ya sabes donde esta? —quiso saber Howard.
— Según Conrad, en Miami.
Sus expresiones variaron entre escepticismo e impacto.
— ¿Y le crees?
— El mensaje me ayudara a esclarecer un poco todo y así podré llamarla. Si ella no responde, entonces se verá en apuros.
— ¿Que más te dijo ese bastardo? —indago Tales.
— Su madre no tiene nada que ver, Alicia cree él que me está ayudando y espera mi llamado para saber que todo está bien y que hemos terminado. —resumi— La golpeare por dejarse engañar tan fácilmente.
— No puedes culparla. —Lloyd la defendió— Ni siquiera tu esperabas que él tuviera algo que ver en esto. Nadie lo vio venir.
— De todas formas, le daré un golpe.
Rieron con ganas por la terquedad. Parris, a mis espaldas, llamó mi atención y ajuste mi agarre en la bolsa.
— Nos vemos en el centro. —me despedí.
— Tendremos un ojo sobre ti. —prometió Tales— No te lo pienses para usar ese rifle, ¿bien?
— No tienes que decirlo.
Trote alcanzando a Parris quien abrió la puerta del pasajero y ocupé el asiento depositando la bolsa en mis pies. Ubique el rifle en mi regazo y enfoque por el retrovisor al trío.
— ¿Que? —escupió Peter— ¿Que ves?
— Relájate. —lo piqué— No hay motivos para ser agresivos.
Extrañamente cerró la boca y no emitió palabra. Escogía sus movimientos con precisión e inteligencia, él no quería demostrar vulnerabilidad. Parris encendió la camioneta y abandonamos la base sin perder más tiempo adentrándonos en el tráfico. Mi vista osciló entre la carretera y las tres personas en la parte trasera en intervalos variados, ya que evitar que ellos lo notarán era la prioridad. Si se arriesgaban a planear cualquier mínima cosa, no lo harían conmigo respirando en sus nucas. Lo mejor es que creyeran que estábamos confiados y así tendría la excusa para darles uno que otro golpe antes de mandarlos a cumplir su condena.
Tras media hora de sortear automóviles, los altos árboles nos dieron la bienvenida. El terreno irregular y baches traían devuelta recuerdos no muy agradables de una caida que me costó olvidar. Reiría si la situación fuese adecuada. La estructura del centro se alzó en el oscuro cielo iluminado por la luna y Conrad silbo en admiración. Parris hizo una señal disimulada pidiéndome seguirlo y baje de la camioneta cerrando la puerta de un toque.
— Tendremos que llevarlos nosotros. —comunicó— Los otros soldados no pueden prometer estar calmados, y con la droga...
Agite mis manos, despreocupada. No los culpaba, tampoco creería poder controlarme.
— Hay que pedirle ayuda a los muchachos. —propuse— Sacaré a Peter, tu ve por Tales para que él lleve a Conrad.
— ¿Que hay del tal Kitsch?
— ¿Podrías llevarlo tu? Le inyecte la droga en un altercado y normalmente es inestable, con la droga, pues, no quiero tomar riesgos.