Proyecto Humblood

EPÍLOGO.

Un año después.

Una fuerte brisa corrió y la arena se pegó a mi sudorosa frente. Vi a través de la mira del rifle ubicando al blanco principal y lo seguí mientras ladraba órdenes a otras personas alrededor de la habitación que no eran visibles desde mi posición.

— Tenemos cuatro latidos. —dijeron por el auricular.

Presione el botón para trasmitir mi voz a los demás.

— Confirmen. —pedí.

El hombre se veía enojado. No quería ser atrapado.

— Afirmativo, Coronel, cuatro latidos.

— ¿Tenemos control del resto? —verifique.

Ninguno debía salir, si llegaba a suceder sería nuestra primera misión fallida, y eso, no lo iba a permitir. No después de cazar a este maldito por tres meses.

— En efecto, señora. Esperamos por su orden para derribarlos.

Saqué el seguro y di una larga respiración.

— Adelante.

El primer disparo sonó y el hombre comenzó a buscar la fuente, desesperado. No nos encontrarás, hijo de perra.

— Uno menos.

Otros tres disparos en simultáneo hicieron eco y el hombre se agachó en el intento de desplazarse fuera.

— Terminemos con esto. —murmure para mi misma.

Puse mi dedo en el gatillo y tiré sin pensarlo demasiado. El cuerpo impactó contra la puerta dejando una mancha de sangre en el rumbo de su caída.

— Sin latidos, señora.

Me separé del rifle satisfecha y fui a mis pies sacudiendo la arena.

— Señores, hemos terminado. Hagan contacto con la central. —comuniqué.

— En ello, Coronel.

Bajé por las escaleras del viejo edificio con Parris aguardando por mi al final de estas.

— Gala.

— Te escucho.

Pase por su lado y abrí la puerta del auto blindado tomando la cantimplora para lavar mi rostro. No soportaba la arena.

— Otra misión cumplida a la lista.

— Y las que nos faltan, Parris.

— ¿Quieres que te sea honesto?

— Es como espero que seas siempre, hombre.

Río.

— No creí atrapar a ese maldito.

— Iba por el mismo camino. —admiti— Tres meses en la cacería, espero que no nos envíen a este lugar en un tiempo.

— Eres muy optimista.

Lo vi de reojo secando el agua con mi camiseta. Eso no sonaba como lo que dirías luego de capturar a uno de los hombres más buscados, merecíamos un descanso.

— No me digas que llamaron.

— Lo hicieron.

— ¿Que dijeron?

— ¿Quieres lo bueno o lo malo?

— Lo que no me haga querer sacarles la cabeza.

Inhalo.

— No nos tendremos que quedar aquí.

Un alivio recorrió mi cuerpo. Tenia meses sin ir a casa, eran las festividades y quería estar con Alicia.

— ¿Y entonces?

Se vio contrariado. Oh, no.

— Quieren verte.

— ¿Quienes?

— La cúpula de altos mandos.

Resople.

— ¿Para qué?

— Quieren tener una reunión contigo.

— Siempre quieren tener reuniones conmigo. —ajuste la correa del rifle con brusquedad— Eres mi segundo al mando, irás.

— Me adelanté a eso.

— ¿Y qué? ¿exigieron mi presencia?

— En efecto.

Tomó todo de mí no reír.

— No les quiero ver sus estiradas caras.

— Tendrás que hacerlo.

— ¿Y qué pasa si no voy?

— Yo te pido que vayas.

Lo enfrenté, preocupada.

— ¿Que pasa?

— Todd, eso pasa.

No supe de él nunca más. Al menos, no desde la muerte de mi padre.

— ¿Volvió?

— Mi cara lo dice todo.

Afirme con la cabeza. No debía verme diferente, la mera mención de Todd era como un golpe al estómago por varias razones.

— Si, te ves constipado.

— La cosa es que, no fueron demasiado comunicativos.

— Nunca es buena señal.

— Ya lo sé.

— ¿Y bien? —animé a seguir.

— Dijeron que estarían a la espera de tu llegada a la base de Colorado.

Mi estomago se contrajo.

— ¿Por qué Colorado?

— Es el lugar de mayor accesibilidad para los altos mandos.

— Vivo en Texas.

— ¿Quieres que les diga que no irás a la reunión si no es en Texas? —leyó mi mente.

— Por favor.

— Los quieres joder. —acusó, divertido.

— Ellos hacen lo mismo. —me defendí— Saben que quería ir a casa para las festividades y salen con esto.

Puso su mano en mi hombro brevemente en apoyo.

— Recibiste tus tres estrella hace unas semanas, sácale provecho.

— No tienes ni que decirlo. Siendo Capitán, por obvias razones, tenía que guardar mis opiniones, pero ahora no cerrare la boca. Le provocará una jaqueca a esos bastardos.

— Respecto a Todd...

— ¿Que?

— No me da buena espina.

— A nadie.

— Luego de la muerte de tu padre, desapareció sin dejar rastro y fue sospechoso como el demonio.

— Luego de eso, muchos huyeron. Solo que no son tan osados como él para regresar e ir con los altos mandos para lo que sea que se traiga entre manos.

Propinó un suave codazo.

— ¿Quedarse aquí no suena tan mal, eh?

— Ni de chiste, el mismísimo Peter podría haber revivido y aún así me iría de aquí. No soporto un segundo más de arena en lugares donde no debería estar.

Echó un par de carcajadas.

— Iremos a casa entonces.

— Así parece.

Un soldado troto en nuestra dirección y se plantó a unos metros asumiendo la posición de respeto.

— Coronel Tyseley.

— Descanse, soldado.

— Hemos informado a la central del éxito de la misión. Debemos desplazarnos a la base para ser recogidos por el avión que nos llevará a Texas.

— Ocupen sus autos. —ordené— Nos vamos.

— Copiado, señora.

Marchó con rapidez y Parris alargó su mano.

— ¿Que?

Mire su palma, confundida.

— Dame las llaves.

— Quiero conducir.




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