No entendía lo que me estaba diciendo, pero algo en su voz me gritaba que me estaba metiendo en la boca del lobo. Literalmente. Y lo peor es que una parte de mí quería entrar.
Iba a preguntarle qué demonios significaba todo eso de "tu poder" y "tu verdad", pero antes de que pudiera abrir la boca, Nikolai Gravdal selló sus labios con los míos.
Fue un beso fugaz, pero cálido. Como si quisiera transmitirme que me odiaba... pero que no podía soportar tenerme lejos. Su boca sabía a tormenta, a recuerdos que no pedí revivir, y a un verano que aún me dolía.
—Nikolai, esto no es correcto —murmuré sobre sus labios, sin fuerza, sin convicción.
Pero el imbécil no se separó. Al contrario, profundizó el beso como si el tiempo no hubiera pasado.
¡¿OS LO PODÉIS CREER?! Nikolai Gravdal, el chico que pensé que había muerto, me estaba besando como si no hubiera desaparecido de mi vida durante años.
Sentí sus manos deslizarse lentamente hacia mis caderas. Tuve que pisarle el pie. Conociéndolo, no se detendría si no lo detenía a la fuerza. Me alejé unos cuantos pasos, con el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón.
—Vaya, enana —dijo con la voz ronca, divertida—. La Lilith de hace unos años no me habría pisado el pie. Me estaría pidiendo a gritos que siguiera.
Sentí que mis mejillas se encendían. Maldito sea. Siempre sabía cómo hacerme perder el control. Y lo peor es que lo disfrutaba.
—Estás demente. ¿No ves que está lloviendo como si el cielo estuviera en huelga? —dije con la voz entrecortada—. Además, no puedes desaparecer varios años de mi vida y besarme como si no hubiese pasado nada.
Nikolai se volvió a acercar. Invadió mi espacio personal como si fuera suyo. En cuestión de segundos, sus ojos verdes —esos que me obsesionaban en el pasado— se oscurecieron. Como si fueran un agujero negro sin fondo.
—No vine a pedir permiso, Lili. Vine a devolverte lo que te quitaron.
—¿Y qué se supone que me quitaron? ¿Mi dignidad? Porque eso lo estás destruyendo bastante bien tú solito.
Él sonrió. Esa sonrisa torcida que siempre me hacía temblar. No por ternura, sino por peligro.
—Tu historia. Tu verdad. Tu poder —repitió, como si fuera un mantra.
—¿Mi poder? ¿Qué eres ahora, un gurú místico con complejo de salvador?
—No —respondió, sin perder la sonrisa—. Soy el chico que vio cómo te apagaban. Y el que va a encenderte otra vez, aunque tengas que arder.
Su voz tenía algo... algo que me hacía querer creerle, aunque mi cerebro gritara que corriera.
Y entonces, como si el universo quisiera burlarse de mí, un trueno iluminó el bosque. Por un segundo, vi su rostro completo. No era el mismo Nikolai. Había algo más. Algo que no era humano del todo.
—¿Qué eres tú? —susurré, sin darme cuenta.
—Lo que tú también eres. Solo que aún no lo sabes.
La lluvia se volvió más intensa. El bosque parecía cerrarse sobre nosotros.
Nikolai no se movía. Su mirada me atravesaba como si pudiera leer cada rincón de mi mente, incluso los que yo misma había olvidado.
—¿Qué quieres de mí? —pregunté, con la voz más firme de lo que sentía.
—Quiero que recuerdes. Que despiertes. Que dejes de vivir como si fueras una versión editada de ti misma.
—¿Y tú qué sabes de mí? —espeté, cruzándome de brazos, aunque temblaba por dentro.
—Sé que no eres normal. Que tu familia te ha mentido. Que lo que compraste no fue un error... fue una llave.
—¿Una llave?
—A lo que eres. A lo que puedes hacer. A lo que vendrá.
Me reí. No pude evitarlo. Una carcajada seca, incrédula.
—¿Y qué vendrá, Nikolai? ¿El apocalipsis? ¿Mi despertar espiritual? ¿Un ejército de zombis?
—Algo peor —respondió, sin humor esta vez—. Algo que ya empezó.
Me quedé en silencio. La lluvia seguía cayendo, empapándome hasta los huesos. Nikolai me miraba como si esperara que tomara una decisión. Pero no podía. No aún.
—Necesito pensar —dije al fin, dando un paso atrás.
Él asintió, sin decir nada más. Me di la vuelta y caminé hacia el coche, con el corazón latiendo como un tambor de guerra. No miré atrás. No quería ver si él seguía allí. No quería confirmar que todo esto era real.
Conduje de regreso a casa bajo la lluvia, con la cabeza hecha un caos y el alma temblando. Sabía que algo había cambiado. Que algo se había activado.Y que, aunque intentara ignorarlo... ya no había vuelta atrás.