Proyecto Landas

Capítulo 2 : Estrellas, café y teorías conspirativas

El despertador sonó a las 6:30 a.m. como si fuera una alarma de fin del mundo.
Lo apagué con la misma energía con la que ignoré mis problemas anoche: fingiendo que no existían.

Primer día en la universidad. Carrera de astrofísica.
Sí, lo sé. Suena impresionante. Pero en realidad, lo único que me impresionaba era cómo mi cerebro seguía funcionando después de lo que pasó en el bosque.

Me arrastré fuera de la cama como si fuera una astronauta saliendo de una cápsula espacial.
La lluvia había cesado, pero el cielo seguía gris. París parecía suspirar conmigo.

Mientras me vestía, no podía dejar de pensar en Nikolai.
Su voz. Su mirada. Su maldita frase: "Ya estás dentro. Ya no hay vuelta atrás."

¿Dentro de qué? ¿Una secta? ¿Un videojuego? ¿Una telenovela paranormal?

Me reí sola.
—Perfecto, Lili. Ahora hablas contigo misma. Nivel: loca funcional.

Bajé a desayunar. Mi madre ya no estaban , lo supe porque dejó una nota en la mesa:

"Buen primer día, mi amor. Sé brillante. Te amo. PD: No olvides el paraguas."

Demasiado tarde para el paraguas. Demasiado tarde para todo.

(...)

La universidad estaba llena de gente que parecía saber exactamente quiénes eran.
Yo solo sabía que tenía una mochila, un horario, y un cerebro lleno de preguntas existenciales.

Entré a la clase de Introducción a la Cosmología. El profesor tenía el entusiasmo de alguien que cree que el universo le habla directamente.
—Las estrellas no solo brillan. Nos cuentan historias. Nos revelan lo que fuimos y lo que seremos.—dijo el profe con alegría.

Genial. Otro que habla en acertijos. ¿Era una epidemia?

Me senté al fondo, abrí mi cuaderno y fingí tomar notas.
En realidad, dibujaba espirales. Como las que sentía en el estómago desde anoche.

Nikolai dijo que lo que compré era una llave.
¿Una llave a qué? ¿A mi pasado? ¿A un poder oculto? ¿A una dimensión paralela donde no tengo que madrugar?

—Lilith, ¿puedes leer la cita de Carl Sagan que aparece en la diapositiva?

Me sobresalté.
—¿Eh? Sí, claro... —dije, buscando la pantalla como si fuera un mapa del tesoro.

"Somos polvo de estrellas que piensa sobre las estrellas."

Perfecto. Polvo pensante.
Yo era polvo confundido. Polvo con traumas. Polvo con un amor de verano perdido que reaparece en medio de un bosque como si fuera un personaje desbloqueado.

(...)

En el descanso, fui a la cafetería. Pedí un café que sabía a decisiones equivocadas.
Me senté sola, como siempre. Aunque esta vez no me molestaba. Necesitaba silencio para ordenar el caos.

Saqué mi móvil. Ningún mensaje. Ninguna llamada.
¿Y si todo había sido un sueño? ¿Una alucinación inducida por la culpa?

Pero entonces vi algo en mi mochila.
Un papel doblado. No estaba allí antes.

Lo abrí con manos temblorosas.

"No ignores las señales. Esta noche, 22:00. Mismo lugar."

No había firma. No hacía falta.

Nikolai.

Suspiré.
—¿Y si me meto en astronomía para escapar de la oscuridad... y resulta que la oscuridad me persigue?

Tomé otro sorbo de café.
La noche me esperaba. Y esta vez, no iba a correr.

Me levanté de la mesa, lista para volver a clase, cuando noté algo extraño en la pantalla de mi móvil. Una notificación. Pero no era un mensaje. Era una imagen.

Sin remitente. Sin texto. Solo una foto.

Era yo. Sentada en esa misma mesa. Tomando café. Hace menos de un minuto.

Me giré de golpe. Miré a mi alrededor. Nadie parecía prestarme atención. Nadie parecía sospechoso. Pero alguien había estado allí. Alguien me estaba observando.

Tragué saliva. Guardé el móvil. Intenté convencerme de que era una broma. Una coincidencia. Una paranoia más.

Volví a clase. Fingí escuchar. Fingí entender. Fingí estar bien.

Pero no lo estaba.

Me senté en la misma fila del fondo, donde nadie molesta y nadie pregunta. Saqué mi cuaderno, lista para seguir dibujando espirales existenciales, cuando alguien se acercó.

—¿Está ocupado? —preguntó una voz suave, masculina.

Levanté la vista. Era un chico que no había visto antes. De piel oscura, con una sonrisa tranquila y unos ojos azules eléctricos que parecían sacados de una simulación. No como los ojos verde esmeralda de Nikolai, que me quemaban. Los de él... me calmaban.

—No, puedes sentarte —respondí, sorprendida por lo rápido que mi voz sonó normal.

Se acomodó a mi lado con una elegancia silenciosa. No dijo nada más. Solo abrió su cuaderno y empezó a escribir con una letra perfecta, como si el universo le dictara directamente.

—Soy Malik —dijo de pronto, sin mirarme—. Primer día también. Astrofísica. Aunque no sé si vine por las estrellas o por las preguntas.

Lo miré de reojo. ¿Quién habla así en su primer día? ¿Y por qué me parecía agradable?

—Lilith —respondí—. Y sí, las preguntas son más peligrosas que las estrellas.

Él sonrió. —Pero más necesarias.

Por primera vez en horas, sentí que podía respirar. Malik no parecía saber nada de mí. No parecía parte de ningún juego. No parecía tener secretos. Solo parecía... presente.

Durante el resto de la clase, no hablamos mucho. Pero su presencia era cómoda, como si el universo me hubiera dado un pequeño respiro entre tanta locura.
A veces me sorprendía mirándolo de reojo. Él tomaba apuntes con una concentración casi hipnótica. Y aunque no decía nada extraño, había algo en él que me hacía sentir... observada. Pero no en el mal sentido. Más bien como si alguien, por fin, me viera sin juzgar.

Cuando terminó la clase, nos despedimos con un gesto simple. Nada raro. Nada intenso. Solo dos personas que compartieron una fila y un par de frases.

Salí del edificio con la intención de irme a casa, tomar una ducha caliente y fingir que todo estaba bien.
Pero entonces vibró mi móvil.



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En el texto hay: pasado oculto

Editado: 15.10.2025

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