Proyecto Landas

Capítulo 4: Café, chistes malos y una caja que no debía abrir

Me desperté con la cabeza hecha un caos. No por sueños proféticos ni visiones místicas. Por ansiedad. Por miedo. Por esa sensación de que algo está mal y no sabes exactamente qué.

El papel seguía en mi escritorio. La dirección. El número. Como si me estuviera esperando. Como si supiera que yo no podía ignorarlo.

Me quedé mirando el techo durante diez minutos, preguntándome si era posible que alguien me estuviera manipulando. ¿Y si todo esto era una trampa? ¿Y si Nikolai no era quien decía ser? ¿Y si yo no era tan lista como pensaba?

Suspiré. Me levanté. Me puse la ropa más normal que encontré, como si eso pudiera convencer al universo de que yo también era normal. Spoiler: no funcionó.

(...)

La universidad olía a café barato y a desesperación académica. Primer año de astronomía. Y ya tenía que fingir que todo estaba bien. Así yo no lo tenía planeado querría ceros distracciones.

Entré a clase y me senté en mi lugar habitual: la fila del fondo, donde los que no quieren llamar la atención se esconden. Malik llegó unos minutos después, con esa sonrisa tranquila que parecía decir "todo está bien" aunque el mundo se estuviera cayendo a pedazos.

—Buenos días, polvo de estrellas —dijo, acomodándose a mi lado.

—Buenos días, agujero negro con piernas —respondí.Nos conocímos ayer y es como si nos hubieramos conocido de hace años. Él se rió. Yo también. Aunque mi chiste era malo. Muy malo.

—¿Sabías que los agujeros negros pueden cantar? —preguntó, mientras sacaba su cuaderno.

—¿En serio? ¿Qué género? ¿Ópera galáctica? ¿Reguetón cósmico?

—Más bien vibraciones de ondas gravitacionales. NASA lo grabó hace poco. Suena como un coro de ballenas deprimidas.

—¡Como si "llovieran perros y gatos", pero versión anfibia! —bromeé—. Aunque suene loco, lo de las ranas cayendo del cielo es real. A veces, una tromba marina o un tornado pasa por encima de lagos o estanques llenos de ranas, y los vientos funcionan como aspiradoras gigantes. Las levantan junto con agua y hojas, las llevan volando en las nubes... y luego, cuando la tormenta se calma, ¡pum! Lluvia de ranas. Literalmente.

—Entonces los agujeros negros cantan, pero no para nosotros. Cantan para el universo. Para que no se le olvide que existen.—dije mirando el techo.

Malik me miró con una mezcla de sorpresa y admiración.

—Eso fue... poético.

—Gracias —dije, encogiendome de hombros—. Me salió sin querer, como cuando dices algo profundo mientras esperas que el microondas termine de calentar tu sopa.

(...)

La clase pasó entre fórmulas que no entendía del todo y teorías que me hacían pensar en cosas que no quería pensar. Como cajas misteriosas. Como fotos sin remitente. Como hombres con abrigos grises que aparecen en bosques.

Al salir, Malik me alcanzó en la entrada.

—¿Tienes planes? —preguntó.

—¿Además de sobrepensar mi existencia y evitar abrir cajas sospechosas? No, nada.

—Perfecto. Hay una cafetería nueva cerca del Sena. Tienen tartas con nombres de constelaciones. ¿Te apuntas?

—¿Tarta de Orión? ¿Pastel de Casiopea? ¿Y tú? Suena como una cita. Pero sin presión. Y sin expectativas. Y sin besos. A menos que la tarta esté muy buena.

Malik se rió.

—Es solo una salida. Pero si la tarta canta reguetón cósmico, te dejo besar el tenedor.

(...)

La cafetería era pequeña, con decoración de planetas colgantes y una carta que parecía escrita por un astrónomo con hambre. Pedimos dos cafés y una porción de "Nebulosa de chocolate". No sabía a nebulosa, pero sí a felicidad.

—¿Y tú por qué estudias astronomía? —pregunté.

—Porque quiero entender lo que no se ve. Lo que está ahí, pero nadie mira.

—¿Como los sentimientos? ¿O los calcetines perdidos?

—O los secretos—dijo, mirándome con esos ojos que parecían saber más de lo que decían.

Me quedé en silencio. Porque si hablaba, tendría que decir que yo también estaba buscando algo. Algo que no sabía cómo nombrar.

—¿Sabías que la estrella más cercana está a 4 años luz? —dije, intentando cambiar de tema.

—¿Y tú sabías que tu sentido del humor está a 4 años luz de ser gracioso?

—Lo sé. Pero es parte de mi encanto.

Malik sonrió, revolviendo su café con una cucharita que parecía demasiado elegante para el líquido marrón que contenía.

—Entonces tu encanto es intergaláctico. ¿Debería preocuparme?

—Solo si empiezas a ver ovnis cada vez que me río —respondí, dándole un sorbo a mi café—. Aunque, honestamente, este café podría ser una forma de vida alienígena.

—Tiene textura de materia oscura —bromeó él.

—Y sabor a agujero negro. Absorbe toda esperanza de que hoy sea un buen día.

Nos reímos. No mucho. Pero lo suficiente como para que el silencio entre nosotros se sintiera cómodo.

—¿Crees que hay vida en otros planetas? —preguntó Malik, apoyando la barbilla en su mano.

—Sí. Y probablemente tienen mejores cafeterías que esta.

—¿Y si nos están observando ahora mismo?

—Entonces espero que estén tomando notas. Porque esto —dije señalando la "Nebulosa de chocolate"— es lo más emocionante que ha pasado en mi semana.

Malik me miró con una expresión que no supe descifrar. Como si estuviera buscando algo en mí. O reconociéndolo.

—A veces pienso que lo que buscamos allá afuera... es solo una excusa para no mirar lo que tenemos aquí —dijo.

—¿Aquí como en la mesa? ¿O aquí como en el corazón? Porque si es lo segundo, necesito otro café para procesarlo.

—Aquí como en ti —respondió, sin perder la calma.

Me quedé quieta. No por incomodidad. Sino porque, por un momento, sentí que alguien me estaba viendo de verdad. No como Lilith la estudiante. Ni Lilith la chica del bosque. Solo... yo.

—¿Siempre eres así de intenso en las primeras salidas? —pregunté, intentando recuperar el control.



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En el texto hay: pasado oculto

Editado: 15.10.2025

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