Proyecto "milord" (serie: Acuerdos Matrimoniales 03)

Inesperado

Buenas! Espero que estén pasandolo bien en estos tiempos y que hayan tenido lindas Pascuas. 

Capítulo VIII: Inesperado

 

El amargo sabor de la derrota no era algo a lo que Jannis estuviese habituado, pero conforme las horas fueron pasando sin noticias del extraño forastero, tuvo que masticar su frustración y dejar la posada de mala gana. Por supuesto que eso no significaba que se estuviera dando por vencido, ¡claro que no! Aquello no era más que un pequeño contratiempo, algo que resolvería al día siguiente o al siguiente de ese, de ser necesario.  

La idea de volver a su residencia de soltero con las manos vacías, le fastidiaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Había sido paciente durante mucho tiempo, había aprendido a fuerza de voluntad a poner un alto a su deseo desde que era poco más que un muchacho escapando de su tutor y topándose por primera vez con una mujer hermosa. Pero eso no podía continuar del mismo modo, ya era lo bastante adulto como para admitir sus sentimientos y cuando la ocasión llegase —porque llegaría—, no iba a aceptar el rechazo sin presentar batalla.

Aquella resolución lo había mantenido vivo mientras luchaba por su patria en el frente. El saber que volvería a verla fue el único motor que mantuvo su cuerpo lo bastante fuerte como para seguir adelante. Y no estaba listo para renunciar, había esperado lo suficiente como para darse por vencido a metros de la llegada.

Al instante en que ese pensamiento tocó su mente, notó la extraña figura encapuchada que caminaba furtivamente hacía él y por un largo segundo, no supo cómo reaccionar. Pero entonces la mujer dio un pequeño tirón de su capucha, al tiempo que elevaba el rostro para cruzar sus miradas y enfrentarlo con gesto decidido. Jannis hizo un alto en su avance y así mismo lo hizo ella, quedando a una distancia de casi dos metros de él.

No que necesitara tenerla más cerca, la había reconocido ni bien aquellos ojos verdes fueron iluminados por las farolas de la calle.

—Miss Amira —dijo con una leve inclinación de su cabeza, tras recuperarse del inicial estupor.

—Señor Bell —saludó con voz pequeña.

Jannis sonrió con suavidad, la chica era la criatura más tímida que el creador había puesto en la tierra. Nunca alcanzaba a decirle más que un par de palabras, antes de que ella se tornara completamente roja y vacilante.

—¿Se dirige a la posada? —inquirió, al ver que ella no daba muestras de continuar la conversación.

Amira Clemens echó una rápida mirada más allá de él, estudiando la posada como si súbitamente se diera cuenta de dónde se encontraba.

—Ah… no —respondió, bajando sus ojos al suelo. Jannis frunció el ceño ligeramente, miró también la posada sin comprender del todo su actitud y luego volvió su atención hacia la chica.

—¿A dónde va?

Ella se balanceó sobre sus talones como si estuviese midiendo sus posibilidades de huir sin tener que responderle, pero tras un calculado segundo de vacilación le devolvió el escrutinio con renovada resolución.

—¿Va a su casa?

Jannis parpadeó ante el nada sutil cambio de tema. 

—Mm… sí, ¿us…?

—Le acompaño —lo cortó ella, dando un elocuente paso hacia al costado para invitarlo a seguirla. Jannis no se movió.

—Miss Amira, ¿no sería más adecuado que yo la acompañara a usted? No creo que sea conveniente que una mujer camine sola a estas horas.

—Todavía es temprano.

Jannis estudió el cielo con un ligero elevamiento de su cabeza. Hacía al menos media hora que el sol se había ocultado por completo, a esas horas las personas estaban afanosas por llegar a sus casas o ya estaban allí, disfrutando de la cena y preparándose para algún evento nocturno de ser posible.

—La acompañaré —dijo con firmeza, dejando en claro que no iba a tomarse la molestia de discutir por ese asunto. Ella vaciló, deslizó sus ojos hacia la posada como si intentara encontrar una respuesta allí y una vez más volvió a mirarlo con ese pequeño gestillo de rebeldía que parecía haber escogido para esa noche.

—No voy a mi casa —explicó a toda prisa. Jannis la escrutó con intensidad, intentando comprender qué diantres le estaba pasando a esa chica. Por regla general, Amira Clemens no contradecía a nadie y mucho menos a él, jamás siquiera le decía más de cinco frases seguidas sin comenzar a tartamudear. No comprendía y eso era algo que estaba comenzando a picar su curiosidad—. Yo… esto…

—¿A dónde va? —volvió a insistir.

Ella hizo una exagerada pausa para tragar.

—Voy al parque… —musitó dudosa—. Al parque a… ver a mi hermana.

—¿Miss Maia? —inquirió súbitamente. Amira negó, bajando la mirada.

—No, voy a ver a Emma. —Ella mentía. No había que ser un experto en interrogatorios para saber que ella le estaba mintiendo de forma descarada. Y él no comprendía porqué, pero lo averiguaría—. Veré a Emma en el parque.

—¿A estas horas?

—Sí.

Él asintió; a pesar de que ella estuviese mintiéndole Jannis estaba dispuesto a darle algo de crédito, era la primera vez que hablaban tanto luego del tonto incidente en la iglesia cuando eran unos jovencillos. Amira había quedado tan avergonzada después de ello, que prácticamente huía cada vez que sus miradas se encontraban. Jannis había querido decirle cientos de veces que no era la gran cosa, pero ella nunca le dio la oportunidad. En ese momento solo podía esperar que los años y la madurez la hubiesen ayudado a dejar atrás aquel insignificante momento.




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