Proyecto "milord" (serie: Acuerdos Matrimoniales 03)

Un cercano desconocido

¡Buenas tardes/noches! Espero que estén bien y sin más preambulos, capítulo...

Capítulo XIV: Un cercano desconocido

 

Amira no era una cobarde, simplemente evitaba meterse en situaciones de las cuales ya conocía la respuesta. No necesitaba confesarse a Jannis —por segunda vez— para saber cuál sería la reacción del caballero en cuestión. Y no tenía sentido hacerse ilusiones al respecto como sugería Emma, era feliz estimándolo desde el anonimato que le habían otorgado los años. Jannis pensaba que ella había superado su enamoramiento juvenil y eso estaba bien, Jannis no necesitaba cargar con la responsabilidad de no poder corresponderle.

Un amor unilateral era triste, pero ser compadecida por el hombre al que se ama era incluso peor. Así que nunca se lo diría, porque entonces él intentaría rechazarla amablemente y Amira no podría soportar su caballerosa compasión. No otra vez, al menos.

El sonido amortiguado de un faetón acercándose por el irregular camino que llevaba al coto de caza de su tío, la obligó a abandonar esos pensamientos. Amira observó el andar perezoso del caballo y no pudo evitar sentir una nota de pesar por el animal, el cual había sido sacado al frío exterior en un horario que cualquier mortal juzgaría de inhumano.

Aquella muestra de simpatía hacia el equino que estaba obligado a acompañarlos en esa travesía, fue fácilmente eclipsada por el hombre que brincó del pescante, frotándose afanosamente las manos en un intento por trasmitirle algo de calor a los entumecidos dedos que llevaban las riendas.

—¡Miss Amira! —la saludó él con una de esas sonrisas que habían comprometido a más de un corazón inocente en los bailes. El de ella incluido.

Amira empujó esa idea lejos de su mente, limitándose a ofrecerle un seco asentimiento como único gesto de reconocimiento de su persona. Algo que, claramente, no pasó desapercibido para Jannis.

—¿Sigue molesta conmigo? —inquirió, poniendo el rostro de lado para equiparar sus miradas. Amira negó impertérrita, esperando a que él se hiciera a un lado para poder subirse al carro e ir de una vez en busca de su hermana; búsqueda que, a su parecer, ya había sido lo suficientemente retrasada por deseo (o imposición) de su compañero de viaje—. ¿Entonces por qué no me mira?

Ella suspiró lentamente, alzando la mirada lo suficiente como encontrarse con esos insistentes ojos azules. Insistentes, porque había perdido la cuenta de las veces que la habían atormentado en sueños.

—Solo quiero partir cuanto antes señor Bell.

Jannis pestañeó un par de veces, dándole así la posibilidad de escapar de su escrutinio.

—Y lo haremos —prometió él, siguiéndola hacia el lateral del carro para volver a cortarle el paso—. Pero dado que yo he aceptado esta inusual sociedad, al menos merezco que se me trate adecuadamente.

Amira jadeó, dándole una mirada indignada.

—¿Es que acaso le he faltado el respeto?

Jannis sonrió.

—No me ha saludado correctamente, no puede esperar que trabaje sin el incentivo adecuado, ¿o sí? —En contra de lo que dictaba su mejor juicio, Ami no pudo evitar sonreírle de regreso—. Eso está mejor —concedió Jannis, complacido—. No la quiero seria y taciturna, tengo suficiente de eso en mi casa.

Amira evitó indagar sobre esa cuestión, sabiendo que Jannis no diría nada que hiciera que sus ánimos decayeran en ese momento.

—Entonces partamos ahora o de lo contario seria y taciturna es todo lo que obtendrá de mí.

—Antes de eso… —dijo él, inclinándose hacia el pescante para rescatar una caja que llevaba correctamente envuelta—. Para usted.

Claramente Amira no hizo ningún intento por tomar la caja, ésta era demasiado grande como para contener dulces y era imposible que Jannis guardara flores o libros dentro. Lo cual significaba una sola cosa, debía rechazar el presente.

—No puedo tomarlo y lo sabe. —Como toda respuesta él bufó, empujando la caja hacia sus reticentes manos—. ¡Señor Bell!

—No voy a permitirte salir al campo con esos zapatitos de seda, Amira —le espetó, contundente—. Nadie tiene que saber de dónde los obtuviste, solo póntelos y acabemos con esto.

Ella no podía hacerlo. Le habían enseñando desde muy pequeña a no aceptar obsequios de caballeros que no fueran parte de su familia o que no planearan serlo en un futuro cercano. Y ella sabía bien que Jannis no tenía esos planes, que le estaba dando unas botas resistentes y prácticas para que pudiera andar sin temor a que alguna rama atravesara el material hasta llegar su pie. Pero eso no quitaba que seguía siendo un regalo inapropiado.

—No es apropiado —intentó protestar, pero sus manos ya estaban trabajando sobre el envoltorio, revelando unas botas de color granate bellísimas. Lo miró con ojos suplicantes—. No puedo aceptarlas y lo sabe.

—¿Las quieres? —Ella no respondió, pero sus ojos se demoraron un buen par de segundos en el bello diseño del calzado. Hacía tanto tiempo que no estrenaba algo, hacía más tiempo incluso que no se ponía algo bonito y aquello la sobrecogió de un modo que no supo explicar—. ¿Amira?

Parpadeó apartando el estúpido velo de lágrimas que humedecía sus ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.