Proyecto "milord" (serie: Acuerdos Matrimoniales 03)

Medias verdades

Bueno, esta historia llevaba pausada medio siglo. Probablemente ya nadie se acuerde de qué va o siquiera les interese seguir leyendo, pero voy a dejar esto por acá y a pedir disculpas por tardarme tanto en volver. La verdad es que la pandemia simplemente me sacó todas las ganas de escribir, no sentía que tuviese nada bueno para transmitir y por eso decidí parar. Pero acá estoy, volví y veremos qué pasa ahora. 

Besos y gracias por el apoyo que me dieron a pesar de mi ausencia. 

Capítulo XV: Medias verdades

 

—¿Tuvo suerte? —Jannis enarcó una ceja hacia los intensos ojos verdes que lo escrutaban impacientes, ella suspiró con fastidio antes de rectificarse—: ¿Tuviste suerte?

Una pequeña sonrisa triunfante surcó sus labios. Amira era tan reacia a ser informal con él, como él era reacio a mantener una distancia que le parecía absurda. La conocía de toda la vida, por Dios del cielo, podía ser su hermana. E incluso entonces, se sentía más cercano a todas las hermanas Clemens que aquellas con las que compartía sangre y apellido.

—La verdad es que no. —Los hombros de Amira cayeron unos cinco centímetros tras oírlo—. Me parece extraño.

—¿Qué cosa?

—No hay tantos caminos que tomar, alguien tendría que haber visto algo y sin embargo… —No se molestó en completar la frase, mientras dejaba que su mente divagara en la poca información que Amira y Emma habían compartido con él. Claramente le estaban ocultando algo, pues no habría otro motivo para la insistencia de ambas a dejar que una lo acompañara en la búsqueda. Y él podría intentar sonsacárselo a Amira sin mucho esfuerzo por su parte, pero se negaba a jugar sucio con alguien inocente. Al menos de momento, después de todo la paciencia de un hombre solo podía llegar hasta cierto punto.

—¿Y si él estuviese evitando los caminos? —Jannis la observó de soslayo sin decir nada, logrando que ella se sacudiera incomoda sobre sus pies y clavara los ojos en el punto más apartado de los suyos—. Digo… bueno… después de todo, él ha… ¡Oh deja de mirarme así!

Jannis parpadeó, confuso.

—¿Así cómo?

—Así como si… estuvieses hurgando en mi alma en busca de mentiras. —Inconscientemente la chica cruzó uno de sus brazos frente a su pecho de manera protectora—. No me gusta, no lo hagas.

Él no supo si sonreír o molestarse por el significado que subyacía tras aquella protesta. Amira acababa de hacer evidente el hecho de que le estaba mintiendo, o al menos que le ocultaba algo.  

—¿Acaso tienes algo que ocultar? —le lanzó sin pensárselo, logrando que la mujer reculara un paso ante el peso de su escrutinio—. ¿Qué no me estás diciendo?

—Nada —masculló ella al instante, demasiado rápido para ser justos.

—Amira —insistió, avanzando el paso que ella había retrocedido.

—Dije que nada —repitió, aunque la confianza en su timbre decayó considerablemente.

Por supuesto que Jannis no le creía y el método aprendido en la guerra para sacarle información no iba a serle útil; aunque también contaba con su segundo gran método —aprendido en lugares mucho más sórdidos que la guerra—, pero al menos que estuviese dispuesto a seducir a una joven que probablemente todavía no había recibido su primer beso, iba a tener que dejarlo correr. Solo conocía una forma de hacer que las mujeres fueran honestas con él y definitivamente, ni en sus sueños más locos, pensaría en hacer eso con Amira.

—Como sea —musitó al cabo de un breve silencio, haciéndole un gesto con su mano para que lo siguiera—. Nos conseguí un cuarto en la posada para pasar la noche. Probablemente no es a lo que estés acostumbrada, pero es mejor que la intemperie.

—¿Un cuarto? —Él se detuvo al escucharla, volviéndose lo suficiente como para ofrecerle un rápido asentimiento—. ¿Un cuarto?

Jannis se volvió por completo, percatándose de la evidente nota de rigidez en su voz.

—¿Hay algún problema con ello? —Amira sacudió la cabeza de un modo poco convincente, a lo cual él no pudo más que sonreír—. Debes saber que en esta época hay mucho movimiento, las posadas están al tope. Tuvimos suerte de conseguir un cuarto.

—Claro… —susurró ella en acuerdo, mirando al suelo en uno de sus gestos predilectos—. Suerte, sí.

—¿Amira? —Jannis aguardó pacientemente, pero ella no pareció oírlo—. Si lo que te preocupa es tu reputación, déjame decirte que ya me encargué del asunto.

Aquello sí bastó para hacerlo acreedor de su atención.

—¿A qué te refieres?

Jannis sonrió abiertamente.

—Le dije al posadero que acabamos de casarnos y que me avergonzaba mucho tener que hacerte pasar tu noche de bodas en el camino.

Ella parpadeó, claramente tomada por sorpresa.

—¿Por…? ¿Por qué… le dirías algo así?

De ser posible su sonrisa creció incluso más ante la contemplación de su arrobo.

—¿No esperabas que dijese la verdad o si?

Los ojos de Amira destellaron con una emoción difícil de descifrar, para un momento después retomar su habitual y distante dignidad.




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