Desde que vio sus manos entrelazadas, Dan supo que la había perdido.
Conocía a Natalia desde la universidad y, desde entonces, había albergado fuertes sentimientos por ella. Por años, se había conformado con ser solo su amigo, apoyándola en cada una de sus locuras. Incluso la había ayudado a convencer al director del hospital para que la trasladara al área de neurología, con tal de que trabajara junto a él. Esto era antes de que la vida de Natalia se convirtiera en un reality show y él tuviera que pedirle que fingiera ser la novia de Bastián.
Para Natalia, verlo de pie frente a ella tampoco fue alentador. El aire se volvió denso, cargado de memorias y de una verdad que ahora debía ocultar.
— ¿Es amigo tuyo? —Susurró Bastián al oído de Natalia, sintiendo la mano de ella apretar la suya con fuerza.
— Su nombre es Dan, es amigo mío desde la universidad —Respondió la enfermera con una melancolía palpable en su voz.
— Hicimos todo juntos, incluso trabajar en este recinto.
— ¿Crees que causará problemas con nuestro plan? —Cuestionó el actor, aún enfocado en su objetivo principal, la preocupación marcándole el rostro.
— No lo creo —Afirmó Natalia, aunque la duda bailaba en sus ojos.
— Dan siempre supo que estaba enamorada de BLAIZE. Siempre externé mi admiración y “amor” por ti en este hospital. Todos aquí saben que te amaba… incluso él.
Por si fuera poco, la punzada de dolor que sintió al volver a ver a lo que a la persona que amaba en secreto, se intensificó al tener que recorrer todos los pasillos del hospital que conocía demasiado bien. Cada sala, cada pasillo, cada cuarto era un recordatorio vivo de lo feliz que fue antes, y ahora, a pesar de tener fama y proyectos jugosos, no poseía lo que siempre había anhelado: libertad y felicidad.
Natalia, al haber trabajado como enfermera en este lugar, conocía cada rincón del hospital, incluso sus lugares secretos que alguien ajeno al personal del hospital nunca podría descubrir.
Necesitaba desesperadamente volver a su "lugar feliz", un pequeño santuario que consistía en una sala con una camilla y un escritorio abandonado. Siempre estuvo cerrada, pero nunca atrancada. Natalia conocía muy bien cómo abrirla con un giro particular de la muñeca. Allí era donde despejaba su mente cuando se sentía abrumada en los turnos del hospital.
Nadie de la producción, inmersa en la logística del rodaje, parecía conocer este lugar. Por eso, con una necesidad apremiante, Natalia decidió ocultar sus lágrimas allí, en el único sitio donde solía calmarse a solas y donde ahora podía permitirse el lujo de la tristeza genuina.
Pero esta vez, este lugar se encontraba ocupado. Sentado en la camilla abandonada, con el rostro hundido entre las manos, había un médico que también mostraba profundo dolor en su mirada. Era Dan.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó el neurólogo, levantando la vista, sorprendido de ver a quien solía sonreír cuando él estaba acomplejado. La "Naty" de los carteles estaba allí, en su refugio personal.
— Creo que me equivoqué de sala, lo siento —Mintió la enfermera, la voz apenas un susurro al darse cuenta de que no estaba sola en su santuario.
Dan también estaba allí, y no solo ocupaba el lugar, sino que estaba sumido en una profunda tristeza que Natalia desconocía.
— ¡Naty, por favor, espera! —Suplicó el médico, su voz cargada de urgencia, mientras la tomaba del brazo y hacía que se detuviera, dándole la espalda.
Para Natalia, escuchar ese cariñoso apodo, que solo Annie y él solían usar, fue una punzada directa a su corazón. Ese apodo ya no les pertenecía; ni siquiera a ella misma. Ese apodo ahora tenía un nuevo y siniestro dueño: Starts.
— Por favor, nunca vuelvas a llamarme de esa manera —Pidió con una mezcla de furia y dolor en su voz.
No quería escuchar un apodo que ahora le causaba repulsión en boca de alguien a quien había admirado tanto, alguien que, aunque nunca lo hubiera externado, hacía que su corazón latiera con una fuerza incontrolable cada vez que él estaba cerca.
— Lo lamento… veo que ya no eres la misma Natalia que conozco —Susurró Dan con una pizca de decepción en su voz. Su mano soltó el brazo de ella.
— Debes estar muy feliz, ahora perteneces a Starts, eres actriz, eres famosa y… ¡ahora eres novia de tu actor favorito! Es un gran avance para tu vida, te felicito...
— No es como piensas —Susurró la enfermera, aun dándole la espalda al doctor.
Natalia tenía la esperanza de que esas palabras no fueran escuchadas por Dan, pero no fue así.
— Natalia, ¿estás bien? ¿A qué estás jugando? —Cuestionó Dan en un susurro, su voz ahora cargada de preocupación y una comprensión inquietante. Ella odiaba que la conociera demasiado bien.
— Mírame a los ojos — Ordenó Dan
Natalia no quería girarse. Si lo hacía, Dan notaría que todo este tiempo había estado derramando pequeñas lágrimas silenciosas.
— Mírame, Natalia — Suplicó nuevamente.
Natalia no tuvo otra opción. Se giró y vio sus bellos ojos oscuros adornados con la vitrina transparente que sus anteojos otorgaban. Su corazón se aceleró al verlo tan cerca, pero… Bastián sacrificó su corazón por este plan, ella debería hacer lo mismo, así que… la farsa debía continuar.
— No sucede nada y sí, estoy feliz. Es tal como dices, tengo fama, proyectos, y ahora estoy saliendo con la persona de la que siempre estuve enamorada. Por cierto, debo volver con él o se preocupará si no me encuentra. Fue un gusto verte de nuevo, Dan.
Acto seguido, Natalia corrió lejos de su verdadero amor para buscar al falso. Podía mentirla a Dan, a Starts, a los fans, incluso a ella misma en la superficie… pero imposible mentirle a su corazón.
Los días pasaban dolorosamente y el secreto se hacía cada vez más difícil de ocultar. Especialmente para Natalia, que tenía a la persona que hacía que su corazón latiera como loco en el mismo edificio de grabación. Quería decirle la verdad, pero… era demasiado arriesgado.