Proyecto Satan

Babosas

Babosas

Un estudiante universitario se muda a un edificio antiguo para continuar sus estudios. El edificio no estaba en sus mejores condiciones: era húmedo, frío y un poco descuidado, pero era lo único que podía pagar si quería seguir estudiando. La temperatura en su habitación bajaba mucho en las noches. Su habitación era pequeña y fría, carecía de muebles y tenía olores raros. Contaba únicamente con una cama no tan limpia, una pequeña cocina de dos quemadores, un baño diminuto con una ducha, y nada más que un piso de madera vieja que le faltaba trapear. No era un lugar bonito… pero, aun así, lo aceptó.

Pasaron los días y el estudiante se acostumbró a su nueva vida en ese pequeño apartamento. Pero a lo que no podía acostumbrarse era a que, cada vez con más frecuencia, aparecían babosas por doquier. Las babosas eran los animales que más odiaba. Cada vez que veía una, les vertía sal encima, haciendo que murieran al instante. Este acto se volvió un hábito diario: cada día encontraba nuevas babosas y las eliminaba, incluso comenzando a disfrutarlo en vez de odiarlo, siendo incontables las babosas que murieron por sus manos.

Una mañana despertó con una babosa sobre su cabeza. Con gran asco, se la quitó rápidamente. En ese momento se cansó por completo de la situación. Comenzó a esparcir sal por todos lados, intentando evitar que entraran más babosas. Pero, aun así, las babosas seguían apareciendo, subiendo por su cama hasta llegar a él. Parecía como si las babosas fueran atraídas por su presencia.

Cansado de esta invasión, intentó llamar a un exterminador, pero el precio era demasiado alto y no podía permitírselo. Así que probó varios métodos caseros para combatirlas: espolvoreó sal por todas las rendijas, todas las esquinas del cuarto e incluso cubrió su cama con una ligera capa de sal, esperando evitar que subieran.

Al día siguiente no encontró babosas, lo cual fue un alivio… pero sí encontró rastros de que habían pasado cerca de él, e incluso encima de su cuerpo mientras dormía. Asqueado, corrió a la ducha y se dio un baño muy largo, fregándose una y otra vez para quitarse la sensación repugnante. Pero, en medio del baño, empezaron a caer babosas del grifo, una tras otra. Lanzó un grito desgarrador, que retumbó por todo el edificio.

Los vecinos le llamaron la atención por los gritos. Él intentó explicar lo que había pasado, pero no le creyeron y lo dejaron solo con una advertencia. Al darse cuenta de que las babosas tal vez llegaban por la ducha, intentó sellar su camino… pero eso no funcionó.

El miedo no lo dejaba dormir. Intentó quedarse despierto para vigilar si su solución había funcionado, pero el cansancio acumulado por los estudios y el temor constante fue demasiado fuerte, y finalmente se quedó dormido.

Al despertar… su cuerpo estaba cubierto de babosas. Miles y miles de ellas cubriendo cada parte de su cuerpo. Intentó moverse y gritar, pero no podía. Cada vez que abría la boca, las babosas se metían en ella. Entraban por la nariz y los oídos. Solo se podían ver sus ojos, temblando de dolor y miedo, como si pidieran ayuda desesperadamente… pero la ayuda nunca llegó.

Pasaron varios días, y un olor repulsivo comenzó a emanar de su habitación. Los vecinos, alarmados, comenzaron a golpear la puerta fuertemente, pero nadie respondía. Llamaron al casero y abrieron la puerta. Al entrar, encontraron un cuerpo seco y sin vida. Sus ojos habían desaparecido por completo, dejando solo dos agujeros negros. Su cuerpo estaba prácticamente en los huesos. Las babosas lo habían consumido por completo.

Pero no había ni rastro de ellas, salvo la baba que habían dejado sobre su cuerpo. Al llegar la policía para recoger el cuerpo para las investigaciones, los oficiales, asustados, empezaron a salir del cuarto rápidamente, con fuertes ganas de vomitar, ya que observaban cómo del cuerpo empezaban a salir numerosas babosas de su nariz, ojos, boca y oídos.

Así finaliza la historia de las babosas. Aunque me dio un poco de asco, no estuvo tan mal como esperaba, aunque fue más corta que la anterior y su forma narrativa fue distinta por lo que veo cada historia tiene su propio ritmo no comparten la misma narrativa poniéndose como historias independientes como si fueran escritas por distintas personas . Hasta ahora, las historias que he leído son típicas de cuentos de horror, nada más. Aunque debo admitir que, en medio de la historia, empecé a sentir como si alguien me observara. Tal vez fue por la historia de El Imitador, que me puso ansioso… o al menos, eso creo.

Por ahora tomaré un descanso y continuaré mañana. Hoy es 6 de agosto. Seguiré mañana con la siguiente historia.

7 de agosto Hoy, 7 de agosto, continúo con mi “Proyecto Satán”. Hasta ahora he leído dos historias del “Libro Satán” y las he analizado, esperando que haya algún cambio o algo paranormal. Debo recalcar que, desde que leí las dos historias —“El Imitador” y “Babosas”—, me he sentido observado. Además, he encontrado en mi cuarto un par de babosas.

Sin embargo, no atribuyo esto a algo paranormal. Más bien, creo que gracias a estas dos historias me he dado cuenta de cosas que ya estaban allí desde antes: con la historia de Babosas, me percaté de que ya había babosas en mi entorno, solo que no me había fijado. Mientras que con la historia de El Imitador, sentí que me hizo notar más a la gente que me observa.

Mucha gente sabe que estoy investigando sobre el “Libro Satán”, y eso les llama mucho la atención. Por eso, atribuyo a este hecho la sensación de estar observado, y no le doy ningún mérito paranormal a este fenómeno… o al menos, todavía no lo veo así.

Con eso dicho, comenzaré nuevamente con la siguiente historia, titulada:




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