El Cuarto Oscuro
La fotografía a veces revela más de lo que uno puede ver.
“¡Una mañana tan buena no hay que desperdiciarla!”, decía con una voz alegre y llena de energía Tomás, un fotógrafo profesional que pasaba los días tomando foto tras foto y publicándolas en revistas exclusivas.
Tomás, con amor a su trabajo y mucha pasión, era uno de los mejores fotógrafos que había. Él tomaba fotos no por dinero, sino por amor a la profesión, ya que realmente lo disfrutaba.
Tomás fue invitado a un evento de beneficencia.
Él, con gran gusto, aceptó, con una sola condición: tomar todas las fotos que quisiera durante el evento.
Los organizadores aceptaron alegremente, ya que eso representaba una excelente publicidad para ellos.
Tomás, preparándose para el evento, se puso un traje negro a medida, con zapatos brillantes, y en su cuello colgaba su inseparable cámara.
El evento comenzó. Muchas personas llegaban: famosos, periodistas, grandes empresarios, incluso estrellas del cine.
Y entre ellos estaba Tomás, tomando sin fin de fotos.
Al comienzo del evento todo transcurrió con normalidad.
Comenzaron a subastar algunos objetos donados: entre ellos, joyas, pinturas y antigüedades.
Pero uno de los objetos destacaba sobre todos: una piedra con jeroglíficos antiguos de una civilización desconocida.
Tomás empezaba a tomar fotos de todo lo que veía, hasta que la piedra fue subastada.
La puja por ese objeto subía cada vez más y más, hasta que se escuchó una voz muy suave, pero firme:
—Ofrezco 50.000.
Tomás, con curiosidad, miró para ver de quién se trataba… y al verla se quedó completamente sorprendido por la belleza que contemplaba.
Era una mujer con un vestido rojo, muy hermosa, de cabello largo y castaño.
Su belleza atraía toda la atención hacia ella, incluida la de Tomás.
—Esta es… una musa —susurró, fascinado.
La subasta continuó y la mujer misteriosa del vestido rojo ganó la piedra antigua.
En ese momento tomó la piedra y siguió su camino, alejándose entre la multitud.
Tomás, al verla alejarse, se dio cuenta de que no había podido tomarle ni una sola foto, repitiendo en su cabeza lo idiota que había sido al perder esa oportunidad.
Intentó buscarla por todas partes, pero no la encontraba.
Preguntó de un lado a otro, pero no había señales de ella…
Hasta que preguntó a una camarera, de quien obtuvo la respuesta que buscaba:
—La señorita que está buscando ya se fue al subsuelo a tomar su auto —dijo con calma.
Tomás, rápidamente, corrió con todas sus fuerzas esperando alcanzarla.
Bajó al subsuelo, y ahí pudo verla desde lejos.
Solo estaban ellos dos en ese lugar.
Rápidamente preparó su cámara mientras se acercaba, pero al escuchar susurros, se detuvo.
La mujer del vestido rojo estaba hablando… pero en una lengua desconocida que él no podía entender ni asociar con ningún idioma que hubiera escuchado antes.
Con gran curiosidad, se acercó sigilosamente hacia ella, ocultándose entre los autos.
Comenzó a tomarle fotos a escondidas, hasta que la piedra empezó a vibrar en las manos de la chica.
Tomás no entendía lo que sucedía.
Miraba cómo la mujer la llevaba con total normalidad, aun cuando la piedra vibraba a gran velocidad.
Las luces del subsuelo comenzaron a fallar, parpadeando débilmente…
Y aun así, la mujer seguía caminando como si nada.
Tomás aprovechó esos momentos: activó el flash de la cámara y desactivó el sonido, comenzando a fotografiarla cada vez más cerca… hasta que la chica, de repente, se detuvo en medio del camino.
Tomás pensó que lo habían descubierto e intentó ocultarse nuevamente, pero al ver que ella todavía no se movía, decidió pasar entre los autos para verla de frente.
Con cuidado, se colocó detrás de un auto, frente a ella.
Al mirarla, su corazón empezó a palpitar fuertemente, comenzó a sudar frío…
La cara de la chica era distinta a lo que había visto antes:
Sus ojos eran completamente negros, vacíos y perdidos.
Mostraba una sonrisa extraña, con unos labios negros.
Tomás, asustado pero a la vez intrigado, tomó su cámara… y empezó a fotografiarla.
Foto tras foto, Tomás siguió fotografiando… hasta que se acabó el rollo.
Al intentar cambiarlo, la luz se apagó repentinamente.
Cuando volvió, la chica había desaparecido por completo, sin dejar ni un solo rastro.
Tomás, frustrado por haberla perdido, se fue del evento rápidamente, con ansias de revelar las nuevas fotos que había tomado de ella, sin entender del todo lo que acababa de suceder.
Al llegar a casa, rápidamente se quitó la chaqueta del traje y se dirigió directo al cuarto oscuro para revelar las fotografías.
Las fotos comenzaron a salir una tras otra…
Pero lo que más ansiaba Tomás eran las imágenes de aquella misteriosa mujer.
Empezó a revelarlas, dejando todo lo demás de lado, concentrándose únicamente en el sector de las fotos que quería.
Así pasó toda la noche revelando foto tras foto.
Al terminar el trabajo, se fue a descansar, esperando que a la mañana siguiente estarían todas reveladas.
Hasta que un ruido lo despertó.
Al ver el reloj, eran las 3:04 de la madrugada.
El sonido venía desde su cuarto oscuro.
Preocupado por el estado de sus fotografías, corrió rápidamente a revisar.
Al entrar, no había nada a su alrededor.
Buscó por todas partes, pero no encontraba de dónde provenía el sonido.
Entonces, se percató de que las fotos ya habían sido reveladas, así que comenzó a revisarlas una por una.
Las primeras imágenes mostraban a la mujer caminando hacia la salida con la piedra en las manos.
Una foto tras otra… hasta que llegó a las fotos en las que ella se quedaba completamente quieta.
Cada vez que veía una nueva imagen, era como si la mujer se acercara más a la cámara.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Tomás.
Su corazón empezó a latir con fuerza, resonando en todo el cuarto oscuro…
Pero aun así, no se detuvo.
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Editado: 14.10.2025