Proyecto Vesta

Abigail

1955

Se había dedicado a la alquimia desde que era una niña, sus padres eran una pareja de paleontólogos y arqueólogos que, en cada uno de sus viajes de descubrimientos, regresaban a casa para entregarle a su pequeña algún souvenir, por lo general, piedras preciosas o encriptadas. Abby, las cuidaba a sabiendas de que lo que estaba en su poder no era algo normal sino un objeto digno de estar puesto en una vidriera para ser apreciado por el mundo, pero sus progenitores habían decidido que ella fuera parte de ello, porque sentían que ella estaba destinada a algo importante.

Gracias al sacrificio de ellos por siempre darle lo mejor y estimularla en sus actividades, Abby consiguió ser uno de los mejores promedios de su escuela, llegó a ser premiada por su universidad luego de haberlos representado en las Olimpíadas de Ciencias, en donde se jactó de descubrir una nueva bacteria a la que denominó "bacteria de Vulcano", basándose en el dios romano, Vulcano, debido a que ésta se hallaba en maderas y metales, siendo muy común en carpinterías y herrerías; gracias a éste descubrimiento, hizo equipo junto con otros jóvenes eruditos en la materia y lograron crear un tratamiento para que ésta no se reproduzca a tan alta velocidad.

Ahora, a sus veintisiete años, sentía que el estar relegada a ser una simple asistente de oficina, no le hacía justicia. Había conseguido el éxito demasiado joven y no podía desprenderse de aquella etapa de éxito, seguía con la idea de que "estaba destinada a más". Mientras tanto, sus padres seguían con sus viajes en equipo, desenterrando algún que otro especímen, y enviándole cartas con fotografías de los eventos a los que asistían por colaborar en distintos museos. Pero, Abby, nunca tenía nada nuevo que contarles, no sólo porque nada interesante sucedía en su vida sino que, además, tenía prohibido revelar información relacionada con la empresa, pues todo era confidencial.

― ¿Alguien tiene idea de lo que estamos viendo? -Preguntaba uno de los científicos, tomando con pinzas una extraña mucosidad que se desprendía de uno de los tubos de ensayo.

Los allí presentes negaron con la cabeza y alguno que otro bajaba la mirada para simular que escribía. Sin embargo, Abby respondió, ya a ése punto no le avergonzaba que la trataran de cerebrito, quería ser escuchada.

― Es una parte del citoplasma del Filineo, que resultó ser una evolución de la Bacteria de Vulcano, estudié mucho sobre ellos y ni yo ni mi equipo pudimos dar con una cura para ese nuevo germen.

― Así es, señorita Jenner ¿Y recuerda cómo deshacer los restos de éste Filineo?

― Si, doctor, con fuego.

― Muy bien, sin embargo, hace un par de días, un grupo de científicos halló una alternativa para que nadie sufriera daños, dijeron que si ésta mucosidad era expuesta al frío podía perder parte de lo que la hacía maligna para el ser humano y, en su lugar, resultaba hasta beneficioso para el cuerpo, dotándolo de un aumento en sus plaquetas de manera que, podía cicatrizar heridas en cuestión de segundos. Hoy en día se planea utilizarlo como fines curatorios, pero...

― ¿Hay un 'pero'? -Preguntó uno de los jóvenes científicos.

― Parece que esto les es contraproducente a las farmacias, podríamos estar hablando de la extinción de medicamentos, y ya saben lo caótico que sería.

Sentenció, y regresó el citoplasma al tubo de ensayo, protegiéndolo dentro de una vitrina para que nadie pudiera acercarse. Así, finalizó la pequeña clase y cada uno de los espectadores abandonó el laboratorio para regresar a su trabajo regular, aunque a Abby le hubiese encantado quedarse, sabía que debía regresar a la oficina, llevar y traer papeles, y dar algún que otro informe.

Al entrar, su jefe, Felix Bellini, quien era el presidente de la compañía Raff por aquel entonces, se encontraba debatiendo un asunto muy importante con uno de sus empleados al que Abby siempre encontraba polulando por los pasillos, pero nunca lo veía trabajar, y ella era experta en notar a los que se esforzaban y a los perezosos, éste muchacho entraba en el último grupo.

― No quiero volver a hablar del tema, se terminó -Decía el Sr. Bellini, con su típica voz de mando. Abby, se mantuvo tras la puerta, escuchando con atención lo que conversaban.

― Anda ¿Por qué te cuesta tanto?

― ¿Qué por qué me cuesta? Tanto tú como yo sabemos que no puedes hacer esto, no tienes experiencia, no sabes ni siquiera lo que es un átomo ¿Cómo pretendes colaborar?

― Soy buen actor, para algo estudié artes escénicas, puedo llevar a cabo cualquier farsa -El jefe, resopló, y el joven insistió -. Déjame demostrarte que no soy un inútil.

― No pienso que seas un inútil.

― Pues parece que sí, cada vez que me ves por aquí me haces caras..., sólo dame una oportunidad.

Abby consideró que fue el momento oportuno para golpear e ingresar a la oficina, por lo menos le daría un tiempo de descanso a los dos. El joven en cuestión no tendría más de treinta, era alto, de cabello castaño oscuro, nariz recta, y sus ojos verdes llamaron la atención de la chica, no podía negar que era atractivo, pero su actitud la hacía perder el interés.

― Piénsalo -Le dijo al Sr. Bellini, y se retiró, ignorando a la secretaria.

― ¿Es un mal momento? -Preguntó a su jefe.

― No, todo lo contrario, llegaste justo a tiempo ¿Tienes las copias que te encargué?




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