2005
La hija menor de los Levigne, había salido temprano de la escuela y ya había avisado que se desviaría de su camino regular para ir a la casa de una de sus amigas aunque, en realidad, tenía planeado ir hasta el ciber para hablar por chat con un chico de la escuela del que se había enamorado.
Sería sencillo, era sólo entrar, intercambiar unas palabras cariñosas, y regresaría a casa como si nada hubiese pasado. Era algo inocente, no pasaría de un "me pareces muy lindo", y se marcharía sintiendo que había cometido la peor de las travesuras porque estaba decidida a no contárselo a sus padres jamás, al menos, hasta que su relación fuera una realidad.
Sin embargo, no tenía para nada planeado lo que pasaría ése día: el 28 de octubre de 2005, a pocos días de Halloween y, a pocos días de la fiesta en donde planeaba dar su primer beso.
― ¡No-puede-ser! -Se oyó la voz de otra niña, Hattie la buscó con la mirada, y entonces los rizos dorados de la misma se asomaron sobre una de las computadoras - ¡¿Harriet Levigne?! -Exclamó, y ya con sólo mencionar su nombre completo, era obvio que no era de su círculo íntimo, sólo una niña de su curso con la que no se llevaba bien.
Hattie saludó moviendo su mano con timidez, pero la otra tenía intenciones de seguir conversando.
― ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en casa? -Bromeó, aunque ella tampoco debería estar ahí, y a Hattie no le hizo mucha gracia.
― Sólo venía a jugar, la pc de casa no funciona.
― ¿Por qué será que no te creo? -Preguntó, masticando con fuerza su chicle.
― Ése es tu problema -Le respondió, encogiéndose de hombros -, con permiso.
Dijo, y entonces notó que la máquina que le habían asignado, estaba contra la pared y en un área en la cual su compañera podría notar lo que hacía.
Ingresó a una página web de juegos y, aparte, abrió el chat pero achicó la pestaña con la intención de que no se notara. Sin embargo, en cuanto le llegó el primer mensaje, se giró y, su compañera de curso, le sonrió a la distancia, con picardía. Prefirió ignorarla, y siguió escribiéndole al muchacho...
Marky:
HolaAAA, es zona segura?
Hattie:
Eh? Si lo dices por mis padres sí
Es zona segura
Cuando nos vemos?
Marky:
En la fiesta, iré de pirata ¿Y tú?
Hattie:
De Minnie tal vez o es muy cliché?
Marky:
Mmmm
Pirata con ratona no combinan
Mejor de dama antigua como una damisela en apuros
Hattie:
Me besarás?
Envió y, al instante, quitó las manos del teclado, esperando su respuesta, pero cuando se dispuso a minimizar la pantalla, ya era tarde, tenía detrás a la chica que la había saludado, Lía Jones.
― ¿En serio te besarás con Marcus? -Preguntó, riéndose - ¡Vaya, mírenla a Harriet! Creí que eras la más tranquila del salón.
― No, no me besaré con él, fue sólo un chiste -Respondió, cerrando la sesión y todas las ventanas.
― ¿Qué dirán en clase cuando se enteren?
― ¡No! -Chilló con miedo, pero esto no hacía más que regocijar a la otra - Por favor..., no le digas a nadie.
― Por dios, Levigne, eres patética -Se mofó y, con la sonrisa marcada en su cara, salió del local, orgullosa del chisme que tenía preparado para contar en la escuela al día siguiente.
Por un momento, Hattie sintió que su vida acababa de hacerse añicos, se quedó allí de pie frente a la máquina, temblando de los nervios..., salió a los pocos minutos, encapuchada para esconder su vergüenza, y tomó un camino diferente, el más largo, porque sabía que necesitaba tomárselo con calma antes de entrar a casa o sus padres sospecharían.
De golpe, un viento gélido y violento la azotó, justo cuando doblaba por la calle N°33, sintió su cuerpo vibrar al pasar por "la casona sombría", justo una rama cayó y el viento la llevó al interior de los jardines, Hattie se quedó estática, casi hipnotizada por lo que sea que se halle dentro de ésa casa abandonada, pero sus padres solían decirle que sólo eran cuentos para espantar a los niños, y ella tomó aire y suspiró, diciéndose a sí misma que no debía tener miedo y que las casas malditas no existían.
Siguió su camino, a simple vista todo lucía igual, salvo que ahora las primeras gotas de lluvia caían sobre su rostro, parece ser que el servicio de clima se había equivocado porque por la mañana anunciaron un día soleado.
Para cuando llegó a las tres cuadras comenzó a notar cambios minúsculos, algunas paredes que antes se veían pintadas, ahora habían perdido el color, incluso las casas cambiaron demasiado. No fue hasta que llegó a la suya que se enteró de la verdad.
Colocó sus llaves en la cerradura, pero parecían no encajar, lo intentó de las mil maneras hasta que se rindió y tocó timbre.
― ¿Sí? -Le atendió una señora anciana, la niña no la había visto en su vida, pensó que podría tratarse de alguna invitada y su madre estaría ocupada o habría salido por unos minutos.
― Disculpe, soy Hattie -La anciana asintió esperando más -, vivo aquí -Añadió, pero la mujer arrugó la frente.
― ¿Me tomas por estúpida acaso, niña? Sólo yo vivo aquí.
― Pero...
Chequeó el número: 3258, era ése, eran las mismas ventanas, la misma puerta..., nada había cambiado salvo las paredes gastadas.