1
¿Eran posibles los viajes en el tiempo? Todos coincidimos en que sólo es posible en los libros y las películas, al menos eso era lo que Hattie pensaba hasta que cayó en la cuenta de que había viajado.
No recuerda qué fue lo que le dijo a Curtis, quizás no dijo nada, sólo huyó, necesitaba pensar, no sabía dónde iba a pasar la noche ni tampoco a quién acudir, todos no sólo se le hacían extraños sino que lucían sospechosos, como si de repente todos supieran quién era…, y justo cuando creyó sentirse en paz, un vagabundo que iba caminando con su carrito lleno de aparatos rotos y cartones, la señaló:
― Tú no deberías estar aquí.
Ella miró hacia sus costados, con la esperanza de que aquel comentario fue dirigido hacia otra persona, pero era obvio que le hablaba a ella.
― Sí, tú, no deberías estar aquí –Le repitió, clavando sus ojos en los suyos.
La niña, tomó su mochila y, otra vez, debió huir, con la diferencia de que ésta vez se chocó con un par de adolescentes, eran dos jovencitas que estaban muy metidas en una conversación sobre citas y maquillaje, hasta que se toparon con la menor.
― Oye, linda, cuidado –Le dijo una de las chicas - ¿Qué tienes? –Preguntó, al verla con lágrimas en los ojos.
― Es…, estoy perdida –Confesó, finalmente, después de tanto dar vueltas.
― ¿Dónde vives? –Le preguntó, la otra - ¿Dónde están tus padres?
― No están… -Niega con la cabeza, no encontraba palabras para expresar lo que sentía. Sus padres debían tener la edad de esas chicas, o incluso menos, no lo sabía a ciencia cierta, pero lo único que sabía era que sus padres, como los conocía, no existían, se encontraba sola… como una huérfana -, no tengo.
― Pobrecita.
― Será mejor que busquemos ayuda, ven, te llevaremos a la estación de policía, quizás ahí sepan qué hacer.
2
La Comisaría N°31 se encontraba a unos pasos de donde las chicas se habían cruzado; al entrar no había rastros de ningún oficial, sólo oficinistas, una de las adolescentes se aproximó a uno de los escritorios en busca de información, mientras que la otra se quedó sentada junto a la niña para tranquilizarla, pues parecía ser que le había dado un brote al notarse sin nadie.
― ¿Dé dónde vienes? ¿Cómo te llamas? –Le preguntó, la joven que tenía cabellos dorados y abultados, y vestía con una camisa verde, falda escocesa y unas sandalias blancas que hacían juego con sus medias bucaneras del mismo color.
― Hattie…, vengo de… -Se detuvo a pensar, pues no podía decir que venía del futuro, sería ilógico – alguna parte.
― ¿Qué pasó? ¿Te golpeaste la cabeza o algo? –La inspeccionó con preocupación.
― No, sólo… creo que tuve un accidente, no recuerdo bien, pero sé que mis padres no están.
― Tranquila, nos aseguraremos de que puedas pasar la noche en algún lugar.
― Eso espero.
― ¿Y… salías de la escuela cuando te accidentaste? –Inquiere al observar su uniforme, Hattie también le echó un vistazo.
― Sí, al parecer sí.
La muchacha prefirió no preguntarle más, sólo se mantuvo en silencio hasta que su amiga regresó con la información de que pronto serían atendidas por el comisario en cuanto volviera de un allanamiento. Las dos llamaron a sus casas para avisar que se demorarían para acompañar a la niña y así no quedara sola al anochecer.
— ¿Billy no se molestará? -Le preguntó la rubia a la morena.
— ¿Por qué? Cómo si él no me cancelara nunca.
Al cabo de una hora que se les hizo interminable, llegó el comisario y llamó a la pequeña a la sala de interrogatorios. Hattie les dedicó una última mirada al par de adolescentes, que eran escoltadas por un par de oficiales hasta la salida que, al parecer, les aseguraban que ella estaba en buenas manos.
— Entonces... -Comenzó a hablarle el señor uniformado y robusto, que lucía bastante cansado y sin ánimos de estar allí - ¿Tu nombre?
— Harriet, señor, pero me dicen Hattie.
— ¿Ah sí? ¿Por alguna razón?
— Sé que a mi hermano le costaba pronunciar mi nombre y sólo decía Hattie...y quedó.
— Así que tienes un hermano.
— Tenía -Aclaró, sin olvidar su situación -, creo que se fué con ellos.
— ¿Hablas de tus padres? -Ella asintió - ¿Y qué puedes decirme de ellos?
— Eran...buenos -Sonríe lastimosamente -, me querían mucho, me daban demasiada libertad, pero sabían cuando ponerse firmes -Recordó y sus ojos se llenaron de lágrimas, era probable que no pudiera volver a verlos -..., los necesito..., no sé qué hacer.
— Descuida, tranquila, iré a traerte un vaso de agua.
El hombre la dejó sola por unos diez minutos en ése pequeño cuarto, y se quedó analizándola detrás del vidrio junto a otros dos compañeros.
— ¿Y? -Le preguntó a la pareja de detectives.
— No parece mentir -Dice la mujer -, pero no podemos soltarla sin más, necesita un lugar de resguardo hasta encontrar a sus padres.