1
El Sr. Bellini se presentó en el hogar de la Sra. Collins una semana después de su visita, ésta vez, traía consigo una fotografía de su hijo y su pareja, junto con una nota escrita a mano por Jacob, creía que con esto bastaría, pero por si la Sra. Collins se atrevía a aplicarle una nueva traba, también contaba con la documentación de los dos. Ésta pareja eran Jacob y Abigail, que por primera vez, a manos del Sr. Bellini, estaban siendo presentados al mundo como un matrimonio ideal que buscaba extender el árbol familiar.
La Sra. Collins, revisó toda la información que el visitante le presentó, si bien seguía observándolo con cierta desconfianza, parecía no notar nada extraño en lo que éste le enseñaba, además, Jacob y Abigail habían hecho un buen trabajo en pretender ser una ‘pareja feliz’. Hattie, escondida detrás de la pared, escuchaba y prestaba atención a lo que los adultos hablaban, se asomó en el momento justo en que el Sr. Bellini alzó la vista y los dos se miraron, enseguida, ella regresó a su escondite, y él simplemente fingió que nada había pasado, pero la recordaría al final de su charla con la dueña del hogar.
― Si bien su hijo y su esposa lucen como un matrimonio decente –Evaluaba, la Sra. Collins -, insisto en que debo verlos en persona ¿Están tan ocupados?
― Ambos trabajan en mi compañía, es un trabajo duro, pero se gana bien, y entre los dos podrían mantener a todos los niños de éste lugar, claro que se conforman sólo con uno.
― ¿Algo en especial?
― Quizás… una niña –Dijo, fijando su vista en el rincón en donde se ocultaba Hattie -, como la que está escuchándonos.
La Sra. Collins se asustó y se giró de golpe, encontrándose con la menor, de pie, sin saber a dónde meterse. La hizo acercarse y, para su sorpresa, la incluyó en la conversación dejándola tomar asiento para más comodidad.
― ¿Y tú eres…? –Le pregunta el Sr. Bellini.
― Hattie, señor.
― ¿Hattie? ¿Qué clase de nombre es ése?
― Es un apodo de Harriet.
― Harriet, igual, puaj –Suelta con un gesto de asco -, ése es un nombre un tanto… corriente, y tú luces como una niña limpia y de bien, necesitas otro nombre.
― ¿Quiere cambiar mi nombre? –Preguntó y miró hacia la Sra. Collins, que se mantenía en silencio, atenta a la dinámica de los otros dos para tomar una decisión.
― Podría hacerlo si fueras mi nieta ¿Te gustaría?
― No lo sé… -Dijo sin pensar, y se le vino a la mente la presencia de un juez de menores, que debería estar allí. Pero también, eso significaba que debían indagar sobre sus padres biológicos y su procedencia, Hattie no podía decir la verdad, sería demasiado fantasioso para un simple oído mortal, y sabiéndose sola en ése tiempo, la idea de una adopción relámpago no era tan mala -, pero sí me gustaría que me adopten, ya que no tengo a dónde ir.
― ¿Por qué no tienes a dónde ir? ¿Qué fue de tus padres?
― Creo que esto –Interrumpe la Sra. Collins – deberíamos hablarlo con un profesional ¿No es así, Hattie? Estoy segura que quieres reservarte algunas cosas hasta que encuentren a tus padres.
― Es que no los encontrarán, ya no los tengo, ellos me abandonaron –Se inventó -, es sólo que me dolía admitirlo, pero es la verdad, no tengo casa ni parientes…, además, si mis futuros padres trabajan para Raff, supongo que no me faltará nada.
―Jovencita a fregar –La manda la Sra. Collins.
― ¿Qué?
― Ve a trabajar, los grandes debemos seguir conversando.
― Pero yo estoy involucrada ahora, usted me dejó que…
― Suficiente, Hattie, hablaremos luego.
La niña se molestó, pero no le quedaba de otra, y salió hacia el patio para buscar algún entretenimiento, pues ya no había nada que fregar, sólo era una orden aleatoria que le dio la Sra. Collins para que saliera del comedor. Tomó la escoba y quitó el polvo que se acumulaba en las uniones entre las baldosas y la pared, hasta que divisó al Sr. Bellini dirigirse a su vehículo junto a su chofer, la Sra. Collins, enseguida, se acercó a Hattie.
― Parece que tiene interés en ti.
― ¿Y usted me dejará?
― Sólo si quieres.
2
La Escuela West Side, era considerada una de las más ricas y con mayor calificación de todo el país, allí asistían, por lo general, hijos de celebridades o personas de dinero, aunque también podía ocurrir que acudieran becados, que resultaban ser el centro de burlas en la clase. A ésta escuela, iba Curtis junto con su amigo, Chris, ambos iban en sus bicicletas pese a que sus padres podían llevarlos en sus vehículos costosos, pero los de Kurt estaban muy ocupados como para dedicarle tiempo a su hijo, y Chris creía que ya con usar el uniforme bastaba para demostrar su poder adquisitivo.
― ¡Gané! –Exclamó, Kurt, llegando primero a las inmediaciones.
― Debes ser el único que festeja llegar a clases –Le dice, Chris que, pese a haber sido quien lo desafió a una carrera, ya viéndose como perdedor redujo la marcha.
― Eres un pésimo jugador, sabes que soy más hábil.
― Oye, jugador –Le dice a la vez que se apea de su bici - ¿Al final vienes al juego, mañana?