Proyecto Vesta

CAPITULO XVI {1960}

1

Como habían acordado, Amy, lo esperó ésa tarde con galletas, un par de tazas de café y una bella música de jazz para armonizar aún más el encuentro. Y, también como acordaron, Jacob no faltó, podría diluviar, granizar o hasta haber una oleada de calor, pero él jamás faltaría a una de las tantas visitas en casa de su amada que, ésta vez, le traía noticias asombrosas, al menos lo eran para ella, a Jake le significaban un cambio total en su vida.

― Seremos padres –Anunció, emocionada -, serás papá, seré mamá –Decía y repetía como si fuera un mantra, y lo abrazó hasta las lágrimas -. Ahora, seremos el doble de felices, todo irá mucho mejor.

Dijo, quizás, para convencerse a sí misma, ella tenía la idea de que Bellini no sería capaz de separar a una familia feliz, pero lo que Amy no sabía era que éste no le tenía el más mínimo aprecio y ahora, con más razón, podría tirarle todo su odio. Jake, lo sabía, por eso apenas sonrió e intentó ser lo más suave posible con su pareja.

― Es una bella noticia –Respondió, echándose para atrás -, es lindo para los dos.

― “Bella” “Lindo” –Mencionó, confundida - ¡Es fantástico! ¿Qué te ocurre, Jake? Creí que ahora tendríamos más tiempo para los dos, digo, tú allí en la oficina…, yo aquí…, ya sabes, seríamos como una típica familia americana: vuelves del trabajo, yo te recibo con la comida preparada, me besas, luego besas mi vientre y entonces te quedas relajado mirando tu partido, mientras yo me quedo a tu lado tejiendo alguna ropita para nuestro hijo –Sonrió, metida en su fantasía, y hasta soltó un suspiro -, nuestro sueño hecho realidad.

― Así es, un sueño, pero no es la realidad, eso no va a pasar –Contestó con frialdad -, pon los pies sobre la tierra, Amy, ahora mismo esto no está nada bien.

La joven mujer se quedó perpleja, sintió como toda su alegría se desvanecía. Se limitó a asentir, y fue a refugiarse a la otra sala, donde estaban la cocina y el comedor, pero Jake la siguió a sabiendas de que pronto rompería en llanto.

― Lo siento, no quise ser tan brusco…, es que…, en verdad estoy feliz por nosotros, pero será mejor que mi padre no sepa nada de esto, él no está muy ‘bueno’ últimamente, y con ésta noticia menos que menos.

― Descuida –Dijo, cabizbaja -, lo entiendo.

― No, déjame explicarme bien, si fuera por mí me quedaría aquí contigo toda la vida, compartiríamos las comidas, dormiría en tu cama, estaría para todo lo que necesites, y hasta faltaría al trabajo con tal de no dejarte en éste estado…

― ¿Entonces? ¿Por qué no puedes?

― Porque estoy comprometido con otra causa, y venir aquí significa un riesgo.

― ¿En qué estás metido que no puedes ni estar presente para la madre de tu hijo? ¿La mafia? ¿Eres sicario o algo así?

― ¡No! Es…, es un proyecto de mi padre, y soy como un conejillo de indias o algo así, es complejo.

― Muy bien –Dijo con voz firme, y tomó asiento en uno de los sillones de la sala -, soy toda oídos, cuéntame de qué se trata todo esto.

― No te lo diré, te conozco, vas a enfadarte y pensarás que no te amo.

A Amy se le escapó una risa, pero dada la seriedad que su pareja sostenía, ella se preocupó, por lo general Jake era una de las personas más alegres y graciosas que había conocido, por algo se había enamorado de él, y por algo se negaba a perderlo por tonterías, sea lo que sea que su familia se traía entre manos, ella estaba decidida a no dejarlo, por lo que siguió con su postura desafiante, lista para enfrentar cualquier idea descabellada de los Bellini.

― Habla –Ordenó.

― Bien, pero debes prometer que no se lo dirás a nadie –Ella asintió, y él comenzó a explicarle, sólo que no le dio demasiados detalles -. La compañía Raff está involucrada en un proyecto para crear super-humanos, nada de superpoderes ni esas cosas, es distinto, quieren hacer que los humanos seamos inmunes a todas las enfermedades posibles y hasta alcancemos altos niveles de longevidad, pero para eso se deben usar conejillos de indias, en éste caso, personas.

― Y ¿Tú eres una de esas personas?

― No…, yo soy… -Se tomó el puente de la nariz, buscando las palabras exactas, pero ninguna se le venía a la cabeza -, verás, todos vivimos en comunidad en un barrio privado, donde contamos con nuestros propios libros y nuestra propia cultura, es más que nada para que el resto de la gente no se alborote, digo, si los demás se enteran que hay una cura para cualquier enfermedad sería un caos, éstas son solo pruebas, y para ello usamos… otras personas.

― ¿Otras personas? Okey ¿Pero qué es lo que haces tú? ¿Qué rol cumples?

― ¡Soy el hijo del dueño, Amelia! ¿Cómo que ‘qué rol cumplo’? Estoy simulando ser un tipo común y corriente de apellido Raff para justificar el por qué a cada rato mi padre me necesita en la empresa, me hago pasar por el hijo del dueño de todo ese lugar.

― ¿Y quién es el dueño?

― La Dra. Spencer, hasta donde yo sé. Bah, en realidad era su marido, pero luego de que éste falleció es de ella.

― Entonces, finges tener otra identidad en ése lugar ¿Para…?

― Para que mi padre quede limpio –Responde, y es ahí cuando dice las palabras en voz alta, que comprende la gravedad de todo éste asunto. Pues, en el caso de que alguno de esos habitantes decidiera revelarse o alguno llegase a tener un colapso, todos irían con antorchas a buscarlo, después de todo, Bellini no significa nada para estos, el apellido Raff pesa mucho más.




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