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2 de febrero de 2005
El primer jueves de febrero había llegado, Sonny tenía preparada su cartera de cuero en donde guardaba su celular, anotador, un par de biromes, y su documentación. Siguió las instrucciones que le había dejado la Dra. Spencer en su carta, se dirigió al hogar abandonado Royce-Crowley, unos minutos antes de que se hicieran las 18hs. La ansiedad había hecho su aparición ésa mañana.
Cuando su reloj pulsera marcó las 18 clavadas, se dispuso a entrar a la vieja casona.
Nada.
No sintió nada en absoluto, ni una vibración ni una sombra amenazante observándola a la distancia. Sólo escuchó un par de voces a la distancia, algunas personas caminaban por la acera de enfrente; también oía los ladridos de los perros de las casas contiguas, pero nada más, nada diferente.
Así que decidió ir más allá, y se metió a la casa, pues no era nada complicado, la misma no contaba con cerraduras y cualquiera podía entrar. No era un secreto que, a veces, las parejas iban allí a hacer lo prohibido, y no sólo a mantener relaciones, también se contrabandeaba y nadie se atrevía a decirlo, pero suponían que más de un crimen pudo haberse cometido allí, de todos modos, ni la policía se atrevía a ingresar.
Sus pisadas retumbaban a raíz de la rota y vieja madera, se asustó con su propio eco cuando se quejó de un mueble mal puesto que estorbó su camino. Fue hacia un cofre porque parecía ser lo único interesante en aquel lugar, pero no encontró nada dentro, sólo un vacío que la hizo avergonzarse. Se sintió una ladrona y una intrusa. Dio media vuelta y abrió la puerta principal, arrepentida por obedecer aquellas absurdas reglas.
¿Por qué debía hacerle caso a una doctora que ni conocía? Y ¿Por qué ésta le habría jugado tal broma? De seguro alguien se enteró de sus constantes preguntas y aguardaban por ella en la puerta para fotografiarla y subir las fotos a las redes.
Resopló, y salió dispuesta a enfrentar la burla…, pero quedó estática con lo que se encontró.
Un lugar desolado.
Era un descampado…, el verde y rico césped recién podado la rodeaba, mientras que en frente, donde se suponía que estaban las otras casas con aquellos famosos perros botones, estaba con el pasto crecido.
Unos jardineros parloteaban entre ellos mientras compartían una botella de agua, a Sonny le daba vergüenza acercarse. Se giró sobre sus talones y volvió a entrar a la casa, sorprendida por todo lo que acababa de ver y, otra vez, debió ahogar un grito.
Una bella sala de estar se presentaba delante de sus ojos. El piso y las paredes estaban impecables, y sólo había una chimenea con un conjunto de sofás de cuero marrón. El piso de arriba parecía estar aún en construcción, así que, sintiéndose ajena a ésta mansión, salió para hablar con ésos hombres, pero su pregunta no tenía nada que ver con la casa o con el bello paisaje.
― ¿Qué año es? –Preguntó, interrumpiendo la conversación de estos dos trabajadores, que la observaron con curiosidad.
― 1920 –Le dice uno de estos hombres, con seguridad.
2
Al anochecer, la falta de Sonia se hizo notar, Toby aseguraba de que se habría ido a lo de una amiga, pero Kurt estaba preocupado, y con razón, Sonny no era de irse sin avisar. Por eso mismo, él comenzó a llamar a cada una de las casas en donde podría haber ido, pero Helena lo detuvo, porque sentía que esto iba más allá de una travesura…, su carta tenía la respuesta.
Hattie o Helena…, o simplemente, mamá de Sonny;
No te preocupes, ella está bien, viajó a 1920 desde la casa Royce-Crowley, supongo que entenderás lo que pasó.
Me aseguraré de darle la mejor vida de todas, la educaré, mimaré y la haré feliz hasta donde pueda. Ella los ama, y de seguro recibirán noticias de vez en cuando, así que estaremos en contacto.
Dra. Spencer.
Arrugó el papel, lo hizo un bollo y lo arrojó sin mirar hacia dónde aterrizó. Toby y Kurt intercambiaron miradas de asombro, y aguardaron una respuesta, sólo Helena tenía la respuesta a sus dudas.
― No va a volver… ¡No va a volver! –Se lamentó y cayó de rodillas al suelo, triste porque su pequeña había sufrido el mismo destino que ella:
Se había ido.
Tobías, como pudo, intentó consolar a su madre, abrazándola y asegurándole que todo estaría bien, pero Helena insistía en que su pequeña ya no estaba en entre ellos. Lo único que atinó a hacer fue levantarse de golpe, en cuanto vió a su marido tomar el teléfono, y se lo arrebató de las manos.
― ¡¿Qué estás haciendo?! –Exclamó, Lena, antes de colgar el tubo.
― ¿Cómo que ‘qué hago’? Llamaré a la policía.
― No puedes hacer eso, ellos no podrán ayudarnos porque Sonny no está aquí…, ella viajó.
>> Igual que yo –Añadió al notar el rostro de confusión de Kurt.
― Es imposible –Murmuró, y debió tomar asiento para no caer -, creí que contigo sería suficiente.
Toby, que ya había estirado la carta que su madre arrojó con tanta saña, se la dejó a su padre en la mesa para que pudiera leerla.