1
Con su bici, Curtis pasó a recogerla, y le ofreció sentarse delante de él, aferrada al manubrio. A Hattie, se le hizo peligroso, y sugirió como mejor idea ir detrás, pero él le insistió en que no había nada que temer, además de que no tendría espacio atrás. Así que, temerosa, se sentó sobre el caño y, tomándose ya sea del manubrio o de Curtis, estuvo todo el viaje con el miedo de caer, aunque a él le pareció gracioso, y hasta tomaba mayor velocidad.
Finalmente, llegaron al Parque Rhoads, a la pobre le temblaban las piernas, y por eso mismo, se quedó sentada en la banca más cercana, mientras Kurt estacionaba su bici en alguna parte.
― No perteneces aquí –Le dijo, un extraño vagabundo, tomándola de sorpresa, y le dedicó una sonrisa siniestra -, sí…, te hablo a ti, niñita, tú no perteneces aquí –Le señaló.
Hattie, se puso de pie. A ése sujeto lo había visto antes, él ya le había advertido lo mismo… ¿Es que la conocía?
No había tiempo para respuestas, fue hacia donde estaba Kurt, que tenía una ligera complicación con el seguro de su bicicleta, y Hattie, en una rápida maniobra, le resolvió el asunto, enganchándole la correa en una rueda, y poniéndole el candado.
― ¡Vaya, gracias! No es que no sepa, pero… es nuevo, estaba acostumbrado a usar una simple soga… -Se intenta explicar, pero ella no quiere seguir allí.
― Anda, vamos al cine.
― Ey, espera, acordamos tomar algo primero.
― No, no, primero la película, y luego la bebida, además, se pueden agotar las entradas.
― ¿Eh? –Inquiere, tomándola del brazo para no dejarla escapar - ¿Por qué la prisa? ¿Viste algo raro? –Pregunta, echándole un vistazo a su alrededor.
― No, no, es que, ya sabes, quiero llegar temprano al cine para no perderme nada de la película.
― Eres rara.
Comentó, riéndose, no sólo de sus dichos, sino de la mueca que ella le había dedicado. De todos modos, le hizo caso y caminaron para no perderse la función.
― A la salida, podríamos tomar un helado –Sugirió, Kurt, al mismo tiempo en que se acomodaban en sus asientos.
― Estaría bien –Se aclara la garganta - ¿Y de qué trata la película?
― Es increíble, es sobre muertos vivientes.
Hattie, asintió, viéndose venir lo aburrida que sería la proyección, ya la temática de zombies le parecía poco terrorífica, pero suponía que en los 60s era lo ‘nuevo’, así que cerró la boca y dejó que Kurt disfrute su hora de muñecos y disfraces baratos.
― ¡Noooo! –Exclamó, a la vez que la audiencia profería un grito, en cuanto enfocaron a uno de los monstruos. A Hattie, no le sorprendió para nada, y se quedó observando todo con aburrimiento.
― No necesitas fingir –Le susurró, Curtis, con una sonrisa pícara.
― ¿Eh?
― Si tienes miedo puedes tomar mi brazo.
― Descuida, no tengo miedo, de hecho esto es lo menos terrorífico que vi en mi vida.
― ¿En serio?
La mujer, perseguida por un muerto viviente, se tropieza y grita. La lente de la cámara hace un plano acercándose a ella, para capturar su rostro invadido por el horror. El público murmura, y algunas chicas se refugian en sus novios. Por supuesto, Curtis tenía planeado algo similar, pero no fue así, Hattie se la pasó toda la película sin emitir ningún ruido, ni siquiera se asustó.
A la salida, el muchacho se sintió un tanto avergonzado, a él sí le había dado un poquito de miedo, y ésa actitud que su cita había tomado lo dejó, no sólo perplejo, sino que sin oportunidad de consolarla con un helado o un simple batido. La niña, que bien notó la diferencia entre sus respectivas reacciones, sintió que pecó de soberbia, y decidió dar el siguiente paso:
― ¿En qué lugar pensabas?
Kurt, detuvo el paso, y la miró curioso.
― Me prometiste un helado –Le recordó ella haciéndolo sonreír -, y más vale que sea de vainilla.
― Desde luego, señorita –Dijo con una voz teatral, recuperando el sentido del humor - ¿Desea algo más?
― Mmm… ¡Chocolate! Que tenga una barra de chocolate.
2
Dentro de la vivienda ‘Raff’, Abigail le daba un vistazo a la nueva publicidad que la empresa había creado; se trataba de un lavarropas que contaba con mayor capacidad y, a su vez, con más velocidad. La mujer, negó con la cabeza, aún con la idea de que deberían dejar de perder el tiempo en ése tipo de productos, y concentrarse en otros, como el rubro farmacéutico, aunque bien sabía que mientras Bellini estuviera allí, éste no iba a querer mezclarse con ellos, pues levantaría sospechas.
Abby, tomó asiento en el sofá, hojeó una revista de mujeres, cuya dueña era una tal ‘Pamela Hardigan’, y si su memoria no fallaba, recordaba haberla visto, al menos una vez, paseándose por los pasillos de la empresa Raff. Por lo que, no cabía dudas, que aquella revista Glamour, era otra de las maniobras que tenía la compañía para crear al ser perfecto, en éste caso, a la mujer. Pues, no sólo era fregar y cocinar, algunas eran gimnastas y otras doctoras, pues los productos Raff hacían todo más fácil.