Proyecto Vesta

LA CENA

15 de septiembre de 2004

Era una tarde soñada, el sol brillaba resplandeciente, y todo parecía indicar que pasarían una próspera noche en compañía de sus amigos, aquellos que hacía años que no veían. Pues Chris y Brigitte Levigne, abandonaron la ciudad en cuanto se casaron y la última vez que los habían visto fue hace unos cinco años, cuando celebraron el cumpleaños de Curtis en un restaurante, y la relación de la pareja parecía estar pendiendo de un hilo.

No así, Curtis y Helena, que la noche anterior se habían amado para celebrar su aniversario, dado que era un día especial, lo hicieron especial, con música, velas, sensualidad, deseo… y un hotel, porque desde que habían sido padres no se sentían con tanta libertad como antes. Ahora, por lo menos, no debían contratar ninguna niñera ni estar preocupados, Toby y Sonia eran más grandes, y entendían que ellos necesitaban tiempo a solas.

Sin embargo, con el recuerdo del fantástico día que pasaron, la alegría seguía intacta, y Helena abrazó a su marido agradeciéndole por haberla hecho pasar la mejor noche de su vida, Curtis dijo lo mismo, y antes de bajar a desayunar en familia, él le advirtió de otra sorpresa.

― ¿No tendré ni una pista? –Preguntó, juguetona.

― Mmm…, no, lo adivinarías fácilmente.

Como un par de adolescentes, bajaron la escalera simulando una persecución. Él la seguía, pellizcándole el brazo o cada parte del cuerpo que estuviera a su alcance, mientras ella, entre risas, escapaba. Todo esto, ante la mirada de sus hijos, que creían estar siendo criados por un par de niños en ése momento.

― Espero que no se comporten así durante la cena –Avisaba, Tobías, que degustaba de un buen desayuno, cargado de café, tostadas, y galletas.

― Menos mal que no estaré –Dijo, Sonia, que agradecía contar con el cumpleaños de una de sus amigas para no presenciar ésa aburrida reunión de adultos, que sólo se basaría en recordar el pasado y ponerse nostálgicos.

― Pero la próxima vez no te salvarás, iremos a casa de ellos para que conozcas a sus hijos –Le dice, Kurt.

― ¿Por qué quieren que me haga amiga de los hijos de sus amigos? No pueden forzar una amistad.

― No es forzar la amistad, es algo tierno para nosotros ver a nuestros hijos unidos, es… como ver versiones en miniatura nuestras.

― Patético.

Tobías y Helena, que disfrutaban de éste ida y vuelta entre padre e hija, sólo sonreían y se limitaban a disfrutar de su comida sin la menor intención de involucrarse. Sin embargo, su silencio no duraría mucho, allí mismo Kurt decidió soltar la bomba y revelar el secreto que arruinó por completo el día perfecto que Helena tenía planeado.

― Vendrán en familia, los cuatro juntos –Anunció, contento, en dirección a Toby, para que vaya preparándose para dar su mejor impresión -, así que los Levigne y los Daiad compartiremos una bella cena para ponernos al día… ¿Qué te parece, querida?

― Oh, es…, es… ¿Dijiste los cuatro?

― Sí, Chris, Brigitte, y sus dos hijos: David y Harriet ¿Los recuerdas?

― Claro –Respondió, paralizada.

­― Deben estar enormes, digo, la última vez que los vimos, Dave era apenas un bebé y Hattie había entrado a primer año…, mira a los nuestros –Sonrió, orgulloso -, en cualquier momento se irán de casa, sí que pasan los años.

Meditó para sí mismo y se sirvió café en su taza, demorándose unos segundos en notar que su esposa no se había movido del lugar en donde estaba.

― ¿Mamá? –Le llamó la atención, Toby, y ella volvió a la realidad.

― Cielo…, esperaba que te sorprendieras, pero imaginaba otra reacción ¿Te sientes bien?

― Sí, espléndida, es que…, ya sabes, la organización y todo eso –Kurt, arrugó su frente, y ella se explayó más -, tendré que cocinar para dos personas más, digo, para dos niños y ya sabes cómo son los niños, no comen igual que los adultos…, pensaba en el menú, sólo eso.

­― Bah, Lena, por favor, pediremos algo de comer, no voy a permitir que cocines en una noche tan especial.

― No, no –Le interrumpió con una fantástica idea -, no tengo problema en internarme en la cocina, sabes que cocinar me pone de buen humor.

― Lena –Repitió, él -, no voy a permitir que cocines.

Y allí iba su última chance para evitarse cualquier momento incómodo, preparar la cena era lo único que podía mantenerla alejada del recuerdo de los Levigne, o cualquier cosa que tuviera que ver con su pasado, pero iban a estar ahí con ella, sentados en la misma mesa… y su otra yo también… ¿Con qué cara iba a verla? ¿Cómo podría tratarse a ella misma? Tantas preguntas cruzaban su mente y, lo peor de todo, es que su versión niña notaría ésa incomodidad y se diría a sí misma: La amiga de mamá y papá es bien rara.

Llegada de los Invitados

Alrededor de las 19.30, ya el auto de los Levigne se había estacionado en la puerta, y Kurt salió disparado como un rayo a saludar a su amigo. Helena, por su parte, se mantuvo dentro de la casa, mirándolo todo desde la ventana con el corazón latiéndole a una frecuencia que creía imposible, podría morirse de un ataque cardíaco allí mismo y se sentiría aliviada, porque no quería vivir ésta situación, no quería verse a sí misma. Todo esto sólo le recordaba lo imprudente y sucia que había sido.




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