Psicosis

Caso 3. Sin remitente

Dos años antes

Kalani Clerk.

Caminó a tientas por el azulejo negro del piso, sus manos se sujetaban sobre algunas mesas y cuerpos de personas que bailaban. Se le podía ver algo ebria, pero no del todo pues aún podía reconocer a sus amigas —Evelin y Katherine (Katy)— entre tan enorme multitud. Se sentó frente a la barra principal, pidió al mesero otra ronda de fuertes bebidas. Su nariz aspiraba el aire de centro nocturno, casi podía jurar que estaba drogada, pero no era así. A Kalani Clerk le gustaban las fiestas y todo lo que tuviera que ver con diversión, alcohol y mucho sexo. A pesar de tener un buen empleo en un banco de Ciesna, el desmadre no se le quitaría.

—¡Kalani!— gritó Charlie, su mejor amigo al verla intentando arquear —¡Ya vámonos, estás muy tomada!

—¡Un rato más!— suplicó abrazándose a su cuello mientras le acariciaba la espalda y en un momento repentino, simplemente se alejó.

Se fue a bailar con sus amigas, se pegaba a los hombres y se podía sentir ser el centro del universo; pero entonces su sexto sentido despertó. Dio de vueltas con la cabeza buscando la mirada que segundos antes había encontrado muy interesante, y la halló. Esbozó una amplia sonrisa cuando miró al hombre de traje que le coqueteaba cerca del bartender.

—Hola, me llamo Kalani— dijo en medio de risas e intentando que el alcohol no le moviera tanto el cuerpo.

—Es un gusto— le apretó la mano —. Llámeme Bill.

Día 1

El vapor del baño empañó los espejos y vidrios de la regadera, las gotas de agua que escurrían por su cuerpo y el tranquilo sonido en sus oídos que rodeaba la casa. Todo era perfecto, ¿Que no lo era?, nada más podía pedirle a la vida. Estaba por casarse con el hombre más maravilloso de la tierra, Bill Hudward; tenía el empleo que siempre había querido; amigas con las cuales divertirse; un mejor amigo que era el confidente de sus aventuras y secretos de infancia; y para completar, desde que estaba comprometida, las fiestas se habían terminado por propia cuenta.

El teléfono no había parado de sonar, Kalani se vio obligada a salir hasta su dormitorio, su cuerpo envuelto en una toalla.

—Buenos días Kalani, ¿Te interrumpo?

—No te preocupes. Me estaba duchando para ir al trabajo. ¿Te puedo ayudar en algo?

—Me ha llamado Evelin y dice que nos espera en el café Morris para desayunar, según ella nos tiene que dar una noticia. Así que estás avisada, no lleves desayuno.

—Entiendo, te veo más tarde— y colgó.

A la hora esperada, las dos jóvenes que trabajaban en el banco, acudieron al lugar señalado. Los meseros corrieron a atenderlas dejando tazas de café, panques y uno que otro dulce. La noticia había consistido en que Evelin, una de aquellas tres antiguas fiesteras, había formalizado un noviazgo, por el cual y claramente, sus amigas se sintieron felices. Los tiempos habían cambiado, un año se dice fácil pero en él lograron sentarse muchas cabezas en la realidad. Las tres tenían trabajos estables, Kalani estaba por casarse, su amiga Katherine vivía en unión libre con su pareja y ambos tenían un hijo. El que Evelin diera dicha noticia, completó el triángulo perfecto de una amistad arrasadora con los años, sin embargo jamás pronunció el nombre de aquel misterioso compañero de vida.

En la tarde regresaba a casa, los zapatos le pesaban y la cabeza comenzaba a dolerle, pero el ver a su querido prometido mataría todas sus molestias. Mientras atravesaba la sala no pudo evitar mirar un detallado arreglo de rosas que descansaba en la mesa de centro. Se sonrojó al pensar que Bill lo hubiera comprado para ella. Siguió caminando y escuchó música en la cocina, sonido de sartenes y platos. Él se hallaba dentro, había preparado la cena.

—Hola cielo— la saludó con un beso largo en los labios —, espero que no te moleste que yo haya preparado nuestra cena.

—Por supuesto que no.

Cuando ambos comenzaron a comer, el silencio era tranquilo, no incomodaba; pero entonces el gesto de Bill se puso serio.

—¿Ya viste lo que está en la sala?

—Ya, es muy lindo. Perdón si me he olvidado de darte las gracias, me siento muy cansada.

—Kalani, no fui yo. Te lo han enviado esta mañana.

—¿No fuiste tú? ¿Entonces quien habrá podido ser?

—No lo sé, espero y sea una de tus amigas o Charlie, porque de lo contrario ahorita mismo las arrojo a la basura.

Ella sonrió. Sabía que sus celos eran actuados.

—Se habrán equivocado. Quizá tenga una nota y si no es para mí, lo tiramos.

Día 2

Tal y como lo habían acordado. Después de buscar el remitente de dicha entrega y entrevistarse con Evelin, Katherine y Charlie, se dio por enterada de que ninguno de los tres más cercanos había sido. Las flores terminaron en la basura, siendo recogidas por el camión de desechos que pasaba todos los miércoles.

Eran más de la nueve, en una noche casi perfecta en donde hubo cena casera, risas y algunos recuerdos provenientes del pasado. No habían hablado mucho del tema, pero siendo Bill un hombre detallista y a la misma vez perfeccionista, quiso saber lo que Kalani pensaba acerca de la boda, las invitaciones, los arreglos, el vestido, el salón y los invitados.




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