Psicosis

Caso 3. Sin remitente (1/2)

Dos años antes

Kalani Clerk.

Caminó a tientas por el azulejo negro del piso, y para no caerse, sus manos tuvieron que sujetarse de algunas mesas y cuerpos de personas que bailaban. Se le podía ver algo ebria, pero no del todo, pues aún podía reconocer a sus amigas, Evelyn y Katherine, entre tan enorme multitud.

Kalani se sentó frente a la barra principal y le pidió al mesero otra ronda de fuertes bebidas. Su nariz aspiraba el aire del centro nocturno, casi podía jurar que estaba drogada, pero no era así. A Kalani Clerk le gustaban las fiestas y todo lo que tuviera que ver con diversión, alcohol y mucho sexo.

—¡Kalani! —le gritó Charlie, su mejor amigo—. ¡Ya vámonos, esta noche has bebido demasiado!

—¡Un rato más! —le suplicó ella, abrazándose a su cuello mientras le acariciaba la espalda.

Charlie le sonrió, la sintió acariciarle con los labios el mentón mientras sus dedos se enrollaban en los rulos de su cabello. En un determinado momento, el hombre pensó que lo besaría, pero entonces ella simplemente se alejó. De buenas a primeras, Kalani retiró los brazos de su cuello y regresó a la pista. Se fue a bailar con Evelyn, Katty y dos hombres más que les siguieron el juego.

Ambos sujetos le hicieron ronda, le tocaron la espalda y el borde del vestido, pero entonces un sexto sentido se activó en ella. La mujer dio de vueltas buscando la fuente de aquella mirada interesante, y no se detuvo hasta que por fin pudo hallarla.

Un simpático sujeto se hallaba recargado en la barra desde donde el bartender realizaba sus distintivos malabares con las bebidas. Era alto, blanco, delgado y de una expresión anglosajona.

Kalani no contuvo las ganas de acercársele, se alborotó el cabello y dio varios pasos decididos hasta que consiguió llegar a él.

—Hola —la chica le sonrió, tenía una dentadura al estilo Margot Robbie y unos ojos almendrados simplemente hermosos—, me llamo Kalani, pero aquí entre nosotros, te diré que mis amigos suelen llamarme Kelly.

—Es un gusto —el hombre le apretó la mano—. Y respondiendo a tu presentación, te diré que mi nombre es William, pero mis amigos también suelen llamarme Bill.

Día 1

El vapor del baño empañó los espejos y los vidrios de la regadera cuando ella abrió la puerta y, entre gotas de agua que escurrían por su cuerpo desnudo, sintió el tranquilo sonido que rodeaba la casa. Todo era perfecto; tenía una hermosa casa ubicada en el mejor vecindario de la zona, tenía un puesto de trabajo en un banco, que si bien no le daba la tarifa para volverse millonaria, sí le permitía a ella y a Bill darse una vida de lujos y tranquilidad. Sus dos mejores amigas tampoco la habían abandonado, Katherine y Evelyn siguieron frecuentándola y organizando tardes de parrilla algunos fines de semana. Por su parte, Charlie, su mejor amigo de infancia seguía siendo su mayor confidente y apoyo. Y para completar, estaba a punto de casarse con el hombre más maravilloso de toda la tierra. Luego de conocer a Bill en aquel antro que cambiaría su vida, los dos intercambiaron números telefónicos y continuaron teniendo encuentros románticos que desembocaron en una inevitable unión sentimental.

El teléfono comenzó a sonar y ella tuvo que soltar la secadora de cabello para atenderlo.

—Buenos días, Kalani, ¿te interrumpo? —se trataba de Katherine.

—No te preocupes, solo me estaba duchando para ir al trabajo. ¿Te puedo ayudar en algo?

—Me ha llamado Evelyn y dice que nos espera en el café Morris para desayunar. Según ella, tiene una noticia importantísima para darnos.

—Me parece perfecto, las veo ahí —y entonces colgó.

El día se pasó entre transacciones, envíos y atenciones al cliente, pero apenas el reloj dio las once, Kalani tomó su bolso y se dirigió a la cafetería en donde había acordado verse con sus dos mejores amigas.

El simpático mesero las asistió con café caliente, un par de panecillos y una rebanada de pastel de frambuesa. De las tres, la única que tenía cuatro meses de embarazo, era Katherine.

—Y bien —Katty remolió gustosa la rebanada de pastel—, ¿cuál es esa noticia que nos tiene en vilo a todas?

Evelyn se sonrojó.

—Tengo novio.

—¿De verdad? ¡Suena maravilloso! —la primera en estrecharla entre sus brazos fue Kalani.

—En hora buena —Katherine le lanzó varios besos—, y si no es mucha indiscreción, ¿cómo se llama? ¿Lo conocemos?

Una vez más, Evelyn se puso roja.

—Eso no importa ahora, más adelante se los presentaré y ustedes podrán hacerle todas las preguntas que quieran. Creo que les agradará.

En la tarde, Kalani regresó a casa, los zapatos le pesaban y la cabeza comenzaba a dolerle, pero en el fondo ella sabía que ver a su querido prometido mataría todos sus males.

Mientras atravesaba la sala, la mujer no pudo evitar mirar un ostentoso arreglo de rosas rojas que descansaba taciturno sobre la mesa de centro. Kalani se sonrojó al pensar que Bill lo habría comprado para ella y siguió caminando. El sonido de la música y el olor a espárragos la llevaron directo a la cocina en donde efectivamente se hallaba Bill preparando la cena.




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