Día 0
Primero comenzó como un juego. Ellos pensaron que solamente se trataba de bromas inofensivas que no cobrarían alcances más allá de la diversión. Pensaron que cuando los empujaron, fue porque de verdad estaban jugando y solo querían llamar su atención. Pensaron que cuando se burlaron, en realidad se estaban riendo con ellos. Pensaron que los golpes habían sido accidentales y que las heridas resultarían ser inofensivas. Sin embargo, con el tiempo se dieron cuenta de que nada era así. Los días se pasaron, después fueron semanas y meses que se convirtieron en un año, pero ellos ya no lo soportaron. Fueron el blanco de tantas risas, humillaciones y golpes que crearon un ambiente espantoso de sensibilidad.
Sus nombres eran los siguientes:
Kimberly Jones era una muchacha de piel blanca, estatura baja, cabello negro y corte grafilado, bonita y simpática, pero lamentablemente su simpatía no fue suficiente para que alguien se detuviera a considerarla. En los baños de la preparatoria Over Long se hallaban escritos una infinidad de amenazas con frases ofensivas, palabras de discriminación y deseos de muerte que se referían a ella.
A pesar de que sucedió la primavera del año pasado, Kimberly todavía puede recordar todas las risas, ofensas y cuchicheos que entre sus compañeros se hacían mientras ella se paseaba por los pasillos. Ocurrió porque algún desgraciado de la clase quiso hacerse el gracioso y repartió varios volantes con la imagen de una actriz pornográfica totalmente desnuda y siendo penetrada por tres hombres. Pero en lugar de utilizar el rostro de la modelo, utilizaron el de Kimberly, poniéndole en la frente: “me vendo, soy una zorra” y su número de teléfono casero, el cual no dejó de sonar durante largos meses.
Iván Siller era moreno y alto, demasiado se podría decir. El joven tenía la estatura más aparatosa que cualquier otro muchacho que estudiara en la preparatoria Over Long. Incluso sobrepasaba a los jugadores de baloncesto. Su aspecto larguirucho y de largos dedos retorcidos se ganaba una infinidad de cansados apodos, burlas y comparaciones exageradas por parte de hombres y mujeres que les causaba felicidad mofarse de él. Todas las veces que el muchacho salía por necesidad a los pasillos, ya fuera para cambiar de clase o asistir al sanitario, los jugadores o sus propios compañeros de aula pasaban corriendo y se colgaban de su cuello con una fuerza voraz que lo lanzaba de cara contra el piso. Por mucho que la altura de Iván intimidara, no era comparada con lo insignificante que los demás lo hacían sentir. El muchacho bien o mal pudo haber utilizado su desmedida fuerza para defenderse, pero por desgracia, el miedo que Iván sentía por los Boss lo volvía preso de su propio rechazo.
Irving Rayan también se moría en sus propios problemas. El chico era un asmático al que parecía divertido molestar. Su peor y más cruel momento ocurrió cuando, una de las porristas de nombre Yahilin Brown, consiguió hacerle creer que estaba enamorada de él. La joven le prometió ser su novia siempre y cuando su relación fuese a escondidas, pues de lo contrario, el entrenador se enfadaría con ella y la haría perder su puesto dentro del equipo de animación deportiva.
Al principio Irving se llenó de entusiasmo, sin embargo y tras ella convencerle de que ambos se vieran en las gradas de la institución al término del último partido de verano, los jugadores de fútbol llegaron, lo tomaron a la fuerza y desnudaron dejándole encerrado en la enorme cancha que se hallaba cercada con enormes bardas de tubulares. El joven miró por última vez, con el rostro cargado de tristeza, cómo la joven se alejaba riéndose de él mientras abrazaba a uno de los jugadores y le daba un beso en la mejilla. Una noche entera fue la que Irvin pasó desnudo y solo, siendo recibido por los conserjes al día siguiente, quienes tampoco tuvieron piedad para reírse de su desgracia.
Mikey Bramson. De él se puede decir mucho, pero para hacerlo necesitaríamos extensas páginas que narraran la verdad y la valiente actitud que este joven tomaba ante sus problemas. Aparentemente Mikey parecía un muchacho normal; había ingresado a estudiar a Over Long luego de que su padre los abandonara, su madre muriera de un tumor cerebral y él quedara al cuidado de una tía cercana. No obstante y pese a saber que Mikey era un joven de bien, sus compañeros no lo supieron valorar.
Mikey era especial. El chico vivía el acoso y la agresión en carne propia, y por eso mismo no es de extrañarse que siempre viera por el bienestar de sus compañeros o amigos. Por ejemplo, si Mikey observaba que alguien estaba siendo atormentado por los Boss, intentaba interponerse, recibiendo los golpes y gritos de una trifulca completa de enormes hombres musculosos.
Seguidamente se burlaban de él por usar frenillos en los dientes, y al parecer, un día, Eddie Gibson, el jefe del equipo de futbol, quiso aprovecharse de eso. Eddie les dio la orden a sus amigos para que atrapasen a Mikey y le sujetaran los brazos y las piernas. En un intento de callar los gritos del joven, y con miedo de que este fuera a morderlo, Gibson le introdujo la punta de un desarmador entre la lengua y los dientes, posteriormente le amarró un cordón largo y resistente a los brackets y el otro extremo lo anudó al parabrisas de su coche. Gibson lo encendió y cuando el auto emprendió la carrera, le arrancó de golpe casi toda la dentadura. Mikey quedó a media calle, todos ya se habían ido, el chico lloraba, se sujetaba la boca y miraba la sangre escurrir alrededor de sus manos.
Y así era un día normal en Over Long, el monstruo inerte que se alimenta del miedo y las autoridades que hacen oídos sordos.
#538 en Thriller
#176 en Suspenso
#248 en Misterio
miedo terror y suspenso, muertes tortura secuestros, asesinos violencia historias
Editado: 11.11.2024