Psicosis

Caso 4. Sangre en Over Long

Día 0

Primero comenzó como un juego, ellos pensaron que se trataban de burlas inofensivas que no cobrarían vida más allá de una sola diversión. Pensaron que cuando los empujaron es porque estaban jugando y querían llamar su atención, sin embargo con el tiempo se dieron cuenta de que no era así. Los días se pasaron, después fueron semanas y meses que se convirtieron en un año. Ellos ya no lo soportaron. Fueron el blanco de tantas risas, humillaciones y golpes que creaban un ambiente de sensibilidad. Sus nombres eran:

Kimberly Jones, la joven de piel muy blanca, cabello negro y corte grafilado. La que sin importarle y sin conocerla se burlaban de ella frente y fuera de sus ojos. En los baños de la preparatoria «Over Long» estaban escritos una infinidad de amenazas, frases ofensivas, de discriminación y deseos de muerte que referían hacia ella. La primavera del año pasado aún recuerda todas las señas, las risas y cuchicheos que hacían mientras pasaba entre sus compañeros, que esperaban por ella en los pasillos para burlarse; ocurrió porque algunos de esos desgraciados de la clase quisieron hacerse los graciosos. Repartieron varios volantes y posters de gran tamaño con la imagen de una mujer totalmente desnuda, pero en lugar de utilizar el rostro de la modelo, utilizaron el de Kimberly poniéndole en la frente «Me vendo, soy una zorra» y su número de teléfono casero, el cual no dejó de sonar durante largos meses.

Iván Siller era moreno, alto, demasiado se podría decir. El joven tenía la estatura más sobresaliente de cualquiera dentro de la preparatoria, incluso sobrepasaba a los jugadores de baloncesto. Su aspecto larguirucho y de largos dedos retorcidos se ganaba una infinidad de cansados apodos, burlas y comparaciones exageradas por parte de hombres y mujeres que les causaba felicidad burlarse de él. Todas las veces que el muchachillo salía por necesidad a los pasillos ya fuera para cambiar de clase o recoger sus cosas, los jugadores o compañeros estudiantes pasaban corriendo y se colgaban de su cuello con una fuerza voraz que lo lanzaba de cara contra el piso o lo empujaban contra los casilleros. Por mucho que la altura de Iván intimidara, no era comparada con lo bajo que los demás lo hacían sentir. El muchacho bien o mal pudo haber descarriado una fuerza descomunal, sin embargo el miedo que sentía a los varones del colegio hacía presa su mente y sentimientos de defensa.

Irving Rayan por su parte también se moría en sus propios problemas. El chico era un asmático al que parecía divertido molestar. Su peor y más cruel momento fue cuando la cuarta, de nueve porristas —Yahilin Brown— consiguió hacerle creer que estaba enamorada de él y que su relación se basaría en un noviazgo a escondidas para seguir conservando su puesto dentro del equipo de animación deportiva. Sin embargo y tras convencerle de que ambos se vieran en las gradas de la institución al término del último partido de verano, los jugadores de fútbol llegaron, lo tomaron a la fuerza y desnudaron dejándole encerrado en la enorme cancha que se hallaba cercada con enormes bardas de tubulares. El joven miró por última vez, con el rostro cargado de tristeza, a la joven que se alejaba riéndose de él mientras abrazaba a uno de los jugadores y le daba un beso en la mejilla. Una noche entera fue la que Irvin pasó desnudo y solo, siendo recibido por los conserjes al día siguiente, quienes también no tuvieron piedad en reírse de su desgracia.

Mikey Bramson. De él se puede decir mucho, sin embargo para hacerlo necesitaríamos extensas páginas que contaran la verdad y la valiente actitud que este joven tomaba ante sus problemas. Aparentemente parecía un muchacho normal, había ingresado a estudiar a Over Long luego de que su padre los abandonara, su madre muriera de un tumor cerebral y él quedara al cuidado de una tía cercana. No obstante y pese a saber que Mikey era un joven de bien, sus compañeros no lo supieron valorar. Mikey era especial, él vivía el caso y la agresión en carne propia y siempre que veía alguno de sus otros compañeros ser atormentados por los Boss, intentaba interponerse, recibiendo él mismo los golpes y gritos de una trifulca completa de enormes jugadores. Seguidamente se burlaban de él por usar frenillos en los dientes, y un día, Eddie Gibson —el jefe del equipo de futbol— dio la orden a sus compañeros para que le sujetaran los brazos y piernas. En un intento de callar los gritos del joven y con miedo de que este fuera a morderlo, le introdujo la punta de un desarmador entre la lengua y los dientes, posteriormente le amarró un cordón largo y resistente a sus brackets; el otro extremo fue a parar al parabrisas de su coche, que encendió arrancándole de golpe casi todos los dientes. Mikey quedó a media calle, todos ya se habían ido, él lloraba, se sujetaba la boca y miraba la sangre escurrir alrededor de sus manos.

Y así era un día normal en Over Long, el monstruo inerte que vivía sin moverse.

Ahora bien, ¿qué tienen en común estos cuatro chicos, aparte de que todos reciben un trato inhumano? Es que son amigos.

Bien se les pudo haber nombrado el club de los perdedores, pero ese nombre ya estaba registrado. No eran nada más que los números ceros, los inadaptados, olvidados y la peste de la preparatoria.

Día 1

Era la tercera vez que intentaba respirar, su cabeza había vuelto a caer dentro de la espaciosa cavidad de un escusado, que para rellenar la aterradora sensación, se hallaba con residuos de excremento y orina.

—¡Por favor, por favor, no puedo respirar!— había sido la quinta vez que lo decía, pero la mano blanca que se hallaba sobre su cabeza no estaba dispuesta a detenerse.




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