Psicosis

Caso 9. A veces un adiós es bueno (Segunda parte)

Capitulo fuerte. Nada de lo que se cuenta es verdadero, si estás pasando un momento dificil o de tristeza, no lo leas.

— PARTE II —

Mortiz Sanders.

Si mantenemos un amplio panorama de la escena, podremos ver una catástrofe peculiar. Cosas rotas por todos lados, vidrios rotos, pequeñas manchas de sangre en el piso y las paredes casi abolladas. En el fondo, sentado sobre una silla, se hallaba un hombre joven, de aspecto simpático, cabello negro y piel blanca. A simple vista parecía que lloraba. Se le podía ver escondiendo su rostro entre las manos y unos movimientos que parecían ser causados por sus lágrimas, pero en realidad lo que estaba sucediendo, era que reía. De un momento a otro levantó la cara, dejó salir un suspiro como si estuviera fumando y encaró al vació.

—No ganaron —dijo con voz áspera y volvió a sonreír—. Lo único que hicieron es darle tiempo a mi golpe.

Pareció que las cosas ya estaban bien. Que no había problemas. Habían logrado detener a Trixie antes de morir, no obstante y desgracia para muchos, aquello no impidió el pensamiento de intentarlo de nuevo. Esta vez aquella jovencita no subiría a los techos de las tiendas, menos regresar a Doll´s House para que frustraran su intento de terminar con su vida, otra vez. Ahí mismo, entre enfermeras que visitaban su habitación cada media hora, doctores que la revisaban y sus padres que “cuidaban” de ella, cuando su madre volvió, la bandeja de café que cargaba en las manos cayó al suelo seguido de un vibrante grito de horror y desaliento. Trixie se había ahorcado con los cables del soporte para suero. Sus manos colgaban muertas a sus costados y en su expresión descansaba el final de su tormento.

Ya había oscurecido. Samantha y Richard se miraban el uno al otro —ya habían recibido la noticia— pensando en todo lo que estaba sucediendo. Seguían sin poder creer que a pesar de todo lo que habían hecho para salvarle la vida, Trixie optara por intentarlo de nuevo, y esta vez lo consiguiera.

—Vaya a descansar señorita F. —dijo el agente recostando su espalda contra el asiento— Mañana seguiremos buscando por otro lado.

—¿Y usted me cree estúpida? Me voy a casa y usted, señor R. seguirá con el caso a mis espaldas.

Richard sintió el deseo de sonreír. Por primera vez el agotamiento le estaba afectando tanto, que le pareció gracioso el acertado comentario de Samantha.

—No deja nada, ni una sola pista —comentó Sam.

—No siempre la respuesta va a estar en algo físico que se encuentre sobre la víctima o en el campo del crimen, a veces puedes leer a la misma víctima y su entorno.

Las horas pasaron. El agente revisaba, anotaba y clasificaba todo lo referente a las muchachitas muertas. De que había un asesino, lo había, pero ¿por qué y quién? Al principio su idea de que era un psicópata al que el suicidio le divertía, estaba clara. Richard pensaba que aquella persona podría ser un maldito narcisista en potencia. Pues hay que ver una sola cosa para entender. Normalmente los asesinos matan a sus víctimas, dejan el cuerpo y a veces crean “arte” con el cuerpo al acomodarlas, vestirlas o marcarlas con algo que deje su propia huella, sin embargo esto era diferente, arriesgado y peligroso, pero malditamente ingenioso, tan perfecto que ninguna de las mujeres había sobrevivido para contar lo que habían visto o escuchado. Este hombre tenía una enorme confianza en sí mismo, tanto que destrozaba la mente de sus presas y luego, todavía con vida, las dejaba salir, únicamente para que cometieran el final que a él le encantaba. Se creía superior, intocable y Richard aseguraba que incluso se burlaba de la policía y de él. Sabía que cuando detuvo el suicidio de Trixie la primera vez, él lo había visto todo. Aseguró que estaba entre el público, era un espectador escondido que no se alteró en lo más mínimo cuando la joven volvió al suelo, sana y salva, porque al final de cuentas él anticipaba que iba a ganar.

En la vieja libreta de Richard quedó la nota siguiente:

Victima 1: Matilde Jinesta, 15 años. Ambos padres son mandos de la iglesia Wender. Representa religión.

Victima 2: Manzel Renns, 16 años. Su madre es la periodista del canal local. Representa Periodismo.

Victima 3: Keitzy Bolton, 16 años. Su padre es presidente de los obreros y constructores de locales en obra negra. Representa posibles áreas vacías.

Victima 4: Trixie Moore, 16 años. Su madre es gerente del banco Manatos. Representa movimientos de dinero.

Todos habitantes de Los Larios.

Había algo ahí, y quizá Samantha habría tomado el impulso de revisar el fraccionamiento de los Larios, solo que el agente Harris, no pensaba como ella. Él percibía algo más oscuro, una respuesta de lo que pasaba y podría seguir pasando si no encontraba la punta del hilo que desenredaría todo el nudo.

Al otro lado y encontrándonos en esa misma noche y con el mismo rostro de diversión y burla, Mortiz Sanders, nuestro verdadero asesino, seguía divirtiéndose con lo que él crecía, era un simple juego. En algo había tenido perfecta razón el agente Richard Harris. Él había visto todo, él sí estuvo de espectador en el momento que se interrumpió el suicidio de Trixie Moore, por lo tanto, él los había visto a ambos. Tanto a Richar por correr y tomar a la chica en brazos, como a Samantha por acompañarlo. Aquello se podría tomar en la cabeza del susodicho como un verdadero acto retante, y la respuesta estaría clara: obsérvenme ganar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.